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Anticipo exclusivo: El negocio de la impunidad

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NUEVO LIBRO DE LUIS GASULLA
NUEVO LIBRO DE LUIS GASULLA

Después de la notable repercusión de El negocio de los derechos humanos, que puso al descubierto la malversación del pasado a manos de la corrupción presente, Luis Gasulla arremete contra la última y más importante construcción del kircherismo: garantizar su propia impunidad.

 

Ésta es la historia de un negocio basado en el monopolio del dolor de una sola persona para amortiguar las tragedias, del intento de utilizar a las víctimas de sus fracasos, de la transformación del Estado en “cosa nostra” y del deseo de que la justicia y un pueblo en apariencia desmemoriado garanticen la impunidad del futuro. Como si nada hubiese pasado. A continuación, un anticipo exclusivo de El negocio de la impunidad:

4. El padrino incursiona en la venta de drogas

“Le haré una oferta que no podrá rechazar”. Vito Corleone en el film “El Padrino” de Francis Ford Coppola.

“En los últimos tiempos, lamentablemente, la bolsa de mercadería ha sido reemplazada por la «bolsita de merca». Me decía un puntero en una reciente movilización que hoy nadie llena un micro ‘con los que hacen ruido’ sin ‘merca’”.

Rodrigo Zarazaga, sacerdote que trabajó en las villas del conurbano y que, actualmente estudia el fenómeno punteril en Harvard, Estados Unidos, al diario La Nación. 8 de febrero del 2012

“Para entender al kirchnerismo tenés que hacerlo desde el lugar de El Padrino de Francis Ford Coppola” me dijo un dirigente que conoció los secretos del poder de los últimos años. La realidad suele superar a la ficción. A comienzos del 2014, el tema del narcotráfico se instaló mediáticamente en la Argentina, en medio de algunas investigaciones periodísticas y chicanas políticas de todo tipo. La Presidenta habló del tema, sólo en el final de su mandato. Gran parte de su gabinete negó la producción de cualquier tipo de sustancia prohibida en el país contradiciendo a otros funcionarios especializados en el tema. El Poder Ejecutivo minimizó el asunto mientras el secretario de Seguridad, Sergio Berni, reconoció la existencia de 500 pistas clandestinas en el país. Durante el kirchnerismo, el narcotráfico se instaló definitivamente en el país. Sus víctimas, son postales de la impunidad reinante. El caso paradigmático es el crimen de Raúl “Cacho” Espinosa en los albores del kirchnerismo.

(…) Espinosa había llegado a ser vicepresidente de Conarpesa pero se había ido en muy malos términos y molesto con ciertos manejos de su dueño, el español Fernando Álvarez. Al irse fundó la “Pesquera San Isidro S.A.” que rivalizaba con su anterior empresa. Alicia Martínez, primera esposa de Espinosa, ante los sugestivas e insistentes pedidos de venta de Juan Álvarez, terminó vendiéndole su parte al empresario. Esa parte del paquete accionario luego lo adquirió Héctor Antonio, empresario que demandó a Carrió, que lo acusaba de haber sido uno de los asesinos intelectuales de Espinosa. La diputada de la Coalición Cívica fue sobreseída por la justicia. Las pesqueras, eran la principal fuente de financiación de los Kirchner durante la campaña a nivel nacional. Gabarrús declaró que “no sólo Conarpesa contribuyó para Kirchner” sino que su marido accedía a los “pedidos de aporte de dos hombres ligados al Presidente”. Uno de esos hombres habría sido Julio De Vido. La plata para la campaña política se entregaba durante agradables paseos en barco. Algunos de los funcionarios que subieron a las embarcaciones del desaparecido empresario habrían sido Rudy Ulloa Igor, en aquel entonces el chofer personal de Kirchner, Claudio Uberti –conocido en el 2007 por compartir el avión con Antonini Wilson y los 800 mil dólares y Director del Organismo de Control de Concesiones Viales- y el propio Julio De Vido. Según una fuente vinculada a Segundo, a Espinosa lo habrían ido a amedrentar para que vendiera su empresa y se callara la boca pero algo salió mal y el apriete terminó con la vida del empresario. Cierto o no, el director de Aduana, Zona Sur, Ricardo Echegaray, actual hombre fuerte de la AFIP, luego sería ascendido a Director de la Aduana Nacional.

(…) El 26 de noviembre del 2002, Raúl “Cacho” Espinosa, dueño de la pesquera San Isidro S.A., invitó a Julio De Vido, junto con su familia, a pasear en su barco por la costa de Puerto Madryn para conversar sobre algunos asuntos que lo preocupaban. Espinosa había sido un fiel aportante de campaña, cada vez que era requerido por los hombres del ex gobernador santacruceño. Sin embargo, estaba cansado de los nuevos dueños de Conarpesa, a quienes consideraba inescrupulosos con intenciones ocultas, más allá del negocio pesquero. “Cacho” obtuvo una tibia respuesta de parte del funcionario. Pero nunca pensó que Kirchner se mostraría, en público, tan cercano a los dueños de Conarpesa que participaban activamente de los actos de campaña cuando el flamante Presidente visitaba Chubut luego de sus quejas con De Vido. Espinosa cometió el pecado de insinuar que abriría la boca. De hecho, cuando lo mataron, estaba por encontrarse con Elisa Carrió para contarle sus relaciones con la política y el financiamiento de sus campañas. Sería su sentencia de muerte.

El 30 de enero del 2003 asesinaron a Espinosa delante de su mujer embarazada de mellizos. Lorena Gabarrus, identificó a la persona que ejecutó a su marido pues estaba a un metro y medio de distancia. Lo describió por su contextura grande, el estrabismo en uno de sus ojos, una gorra que llevaba y porque, según ella, vio su rostro. El supuesto asesino era José Domingo Segundo, “el bizco”, quien estaba de visita en Puerto Madryn. Casualmente, la habitación del hotel donde paraba, estaba a nombre de Conarpesa. En el lugar en que mataron a Espinosa, apareció una tarjeta personal que se le habría caído a José Remigio Guevara, custodio personal de Fernando Álvarez, Presidente de Conarpesa. También figura en la causa que un tal Bernardo Bustos le había vendido el arma homicida a José Domingo Segundo. Guevara y Conarpesa habrían pagado el hospedaje en el Hotel “La Posta” a otras tres personas que habrían organizado la logística del crimen. Ellos eran: un señor de nombre Ojeda, que en realidad se llamaba Ademar Araujo, alias “Daniel”, y los hermanos Morales, que acompañaban al falso Ojeda. (…)

Aparece otro Segundo

Diez años después del asesinato de “Cacho” Espinosa, cobró notoriedad “El Cura”, un empresario que, siendo monotributista, manejaba la empresa pesquera más importante de la Patagonia. Su nombre era Omar Segundo y era el hermano menor del hombre acusado de disparar el tiro final contra el empresario Espinosa el 30 de enero del 2003. ¿Se trataba de una simple casualidad? ¿O era una devolución de gentilezas porque su hermano se bancó estar preso, durante años, sin abrir la boca?

Juan Domingo “el bizco” Segundo estaba cenando con su mujer y sus seis hijos cuando la policía cayó en su domicilio, al día siguiente del asesinato de Espinosa, a quien conocía del puerto. “El bizco” no sabía leer ni escribir, tenía una vida humilde y vivía de las changas, algunas de ellas, en el puerto de Madryn. Según su círculo íntimo, él no fue quien disparó pues no era un hombre violento y, ni por mucha plata, hubiese tenido coraje para hacerlo. Es posible, presume una familiar de los hermanos Segundo, que “gente del poder le pagó al “bizco” buena guita para pegarle un apriete a este Cacho Espinosa pero algo inesperado pasó y, en medio del forcejeo, el tiro se le terminó escapando”. El supuesto asesino del empresario entró y salió de la cárcel, en varias oportunidades, mientras que su familia denunciaba que se trataba de un “perejil”. Las idas y vueltas procesales a Segundo lo tenían a maltraer. El acusado efectuó tres prolongadas huelgas de hambre exigiendo una definición a la Justicia.

Una década después, en la Patagonia, otro misterioso empresario pesquero aparecía en escena. El mecanismo se repetía: empresas que quebraban por presiones políticas y económicas, luego eran rescatadas por ignotos hombres vinculados con el Poder. “No es necesario tener la plata, no todo es dinero” confesó Omar Segundo en el programa PPT. La poderosa Alpesca de Segundo creció de forma exponencial, apoyada por el poder político nacional y sumó empresas pesqueras de diverso tamaño. A fines del 2013, Segundo analizaba comprar Harengus, firma que había pertenecido a Bridas. Pero el 10 de junio del 2013, las fuerzas de seguridad encontraron en una de sus embarcaciones, Poseidón, un cargamento con 115 kilos de cocaína en el puerto de Madryn. La sospecha se instalaba diez años después, como si el tiempo no hubiera transcurrido.

¿Cómo hacía el estibador Segundo para ganar dinero en un mundo pesquero en el que sus competidores fracasaban con sus mismas estructuras comerciales?

(*) Extracto del capítulo 4 del último libro de Luis Gasulla, El negocio de la impunidad. La Herencia K, Sudamericana, septiembre 2014.

 

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