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Menemismo y kirchnerismo, similitudes y diferencias

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COMPARACIONES ODIOSAS
COMPARACIONES ODIOSAS

Hace varios días que venía con ganas de escribir acerca de la relación entre el kirchnerismo y el menemismo. Pensaba arrancar por los protagonistas, por quienes han sido y/o son parte de cada uno de estos movimientos.

 

En líneas generales podemos decir que debido a su cronología, el menemismo fue independiente del kirchnerismo —porque este último no existía— pero el kirchnerismo se ha nutrido en su mayoría de menemistas/exmenemistas.

Más allá de las diversas argumentaciones que uno puede encontrar, es un hecho que la mayoría de los principales funcionarios kirchneristas proviene del menemismo. La influencia de Menem durante la década en la que manejo los destinos de la Argentina fue tan grande que abarco no solo a numerosos miembros del oficialismo actual sino que tanto Sergio Massa como Mauricio Macri y Daniel Scioli adhirieron al menemismo, cada uno desde el lugar que ocupada en su momento.

Macri fue introducido en la política por el riojano, Massa venía de la UCEDE y abogo junto a Alsogaray por la fusión de ese partido con el Peronismo. Macri, en su rol de exitoso, aun bajo el ala de su padre apoyó al caudillo sin dudarlo (“soy menemista a muerte”, “a la distancia se van a ver solamente las grandes transformaciones, va a quedar como uno de los grandes presidentes de la historia”, declaró a la revista Noticias. Es sabido que el Peronismo suele alinearse detrás del ganador y así sucedió tras la derrota que sufrió Antonio Cafiero a manos de Menem en la interna del partido justicialista.

A pesar de que el tiempo pasó y las dinámicas políticas son diferentes en esta época, luego del “dedazo” de Cristina que forzó a Florencio Randazzo a desistir de su intento, Scioli, el nuevo panelista de 678 recibe automáticamente a todos quienes siguen y votan al peronismo más allá de sus preferencias personales. Sin embargo, en la política argentina nada es lineal. Esta semana Scioli manifestó su cariño y su reconocimiento hacia Menem, a quien reconoció con cariño definiéndolo como “el hombre que le dio una oportunidad”.

Podríamos enumerar los roles, las funciones y las declaraciones de muchos funcionarios del kirchnerismo, pero sería sumamente tedioso y a esta altura no hace ninguna diferencia. Basta con decir que Néstor y Cristina Kirchner apoyaron a Menem en su plan de gobierno y fueron sumamente elogiosos con Domingo Cavallo, ni más ni menos que todos los gobernadores que conducían las distintas provincias en esa época.

El menemismo fue la expresión más práctica de un pragmatismo que no reconoció límites. Todo se hace, todo vale. Se puede forzar la reforma constitucional, manejar una Ferrari a 200 km por hora, poner un diputado “trucho” para sacar una ley, tener al presidente conduciendo un programa de televisión como Tiempo Nuevo, ni vergüenza, ni pudor. Hablarles a los chicos de una escuela pobre sobre llegar a la estratosfera y estar en pocas horas en Japón daba igual que tirarle un poncho sobre los hombros a la Reina de Inglaterra. Privatizaciones desprolijas, casos de corrupción resonantes, coimas, retornos y sobreprecios, leche “trucha”, fueron algunos de los casos más resonantes de esa época bastante frívola, donde Trumps, Ski Ranch y Fechoría eran algunos de los sitios donde se hacían negocios.

“Pizza con Champagne” como síntesis de la época. No hace falta detallar más, esto está bastante fresco en la mayoría de los argentinos. Basta decir que Menem pudo hacer lo que hizo porque tenía activos que liquidar y tras muchos años de recibir mensajes respecto a lo negativo del rol del Estado, la población adhirió rápidamente a su propuesta que no era otra que consumo irresponsable, el “uno a uno” que hoy en día da risa de lo absurdo y ciertas acciones cosméticas que en su momento funcionaron muy bien, incluyendo la privatización de numerosas compañías y entes del Estado. Recordemos cómo se sentía un ciudadano a quien le venían a instalar la línea de teléfono que había pedido hace siete u ocho años. La sociedad le dio de entrada a Menem luz verde para hacer y deshacer a piacere sin ningún tipo de debate significativo.

Si bien no hubo grandes inversiones de infraestructura, a quienes vivíamos esa época, nos daba la sensación de que el país se estaba modernizando. Al menos en la Ciudad de Buenos Aires. Y mientras muchas industrias quebraban, el clima era similar a una especie de plata dulce remasterizada. Recuerdo que la apertura de varios de los Shopping Centers más grandes del país generaba muchísimo entusiasmo y la sociedad “hizo la fácil” como habitualmente (nos sucede) como sociedad.

Hubo oposición a su proyecto, sindicalistas como Víctor de Gennaro, el famoso Grupo de los Ocho, pero la sociedad acompañaba masivamente esa fiesta de consumo.

Recordemos que Menem había sucedido a Raúl Alfonsín, quien terminó su gobierno en forma anticipada y traumática. Tal como sucedería más tarde con Kirchner, la sociedad estaba más preocupada por un líder fuerte que hiciera cosas, que se mostrara activa.

La ejecutividad era más valorada que la integridad y los valores ético-morales. De ahí el famoso “roban pero hacen”. Exceso de Decretos de necesidad y urgencia y una frivolidad cada vez más grande. Total desapego a las formas y transgresiones que eran festejadas por la sociedad en su conjunto. Revistas de la época muestran fotos de mujeres de nuestra “alta sociedad” haciendo cola en galas como la de COA para bailar con ese Menem rubio, alto y de ojos azules que las había conquistado. Todos hemos escuchado innumerables historias, quizás leyendas urbanas sobre alguien que chocó su vehículo una noche contra otro rodado y al bajarse se dio cuenta de que estaba el mismo presidente al volante quien luego de compensarlo económicamente le pidió discreción y partió con la rubia que estaba en el asiento del acompañante (hay al menos dos o tres versiones respecto a quien era). Esto es un apretado resumen del menemismo que no podría concluir sino mencionara el indulto y su visita al Almirante Rojas. Para Menem los derechos humanos no fueron una preocupación.

¿Y el kirchnerismo?

Con las joyas de la corona ya liquidadas y la experiencia traumática del 2001 era totalmente lógico que el kirchnerismo se presentara de cara a la sociedad de un modo totalmente diferente, atendiendo sus reclamos. Al convertirse en presidente de la Nación, Néstor Kirchner era un enigma para la mayoría de los argentinos, con excepción de los santacruceños. Obviamente, tras la salida de un presidente zombie como De la Rúa y la secuencia de cinco presidentes incapaces de controlar una situación social al rojo vivo, era lógico y necesario en un sistema hiperpresidencialista como el argentino que la autoridad presidencial fuera reforzada. La Argentina estaba al borde del caos y Néstor Kirchner entendió el mensaje.

Las primeras imágenes muestran a un Kirchner jugando con el bastón de mando, mezclándose con la multitud que fue a saludarlo (y recibiendo un golpe accidental por parte de un fotógrafo). Ese primer Kirchner que se nos presentaba como sociedad era “frugal”. Usaba una birome Bic (actualmente en exhibición), se vestía desaliñado y minimizaba su propia importancia diciendo que era un ciudadano común con “responsabilidades especiales”.

A pesar de que ya era millonario, Néstor se mostraba como uno más de la gente. Y eso funcionaba. Como sucedió con Menem, la sociedad le dio a Kirchner carta blanca para tomar todas las medidas que considerara necesario. Si en el Menemismo la sociedad aspiraba a una vida más hedonista y de consume, el kirchnerismo obtenía crédito en base al temor y a los traumas que habían hecho estragos en la sociedad en el 2001. Aún los sectores más críticos del actual oficialismo consideran que el Gobierno de Néstor fue “bueno”. Es cierto que Duhalde y Remes Lenicov ya habían hecho las tareas más difíciles pero Kirchner supo consolidar una cierta sensación de estabilidad. 

En coincidencia con el menemismo, Kirchner demostró una gran cuota de pragmatismo. Así supo cooptar a los movimientos sociales y de derechos humanos a los que paradójicamente terminó generando un daño tremendo (pensemos en “Sueños Compartidos” como ejemplo). A pesar de no tener ningún antecedente defendiendo los derechos humanos y no haber presentado jamás un habeas corpus, Kirchner logró mostrarse de cara a la sociedad como alguien sumamente preocupado por ese tema. Y eso le genero un capital político enorme que duro muchísimo tiempo, hasta el nombramiento del ahora renunciado César Milani como Jefe del Ejército.

Podríamos seguir hablando largo y tendido sobre el gobierno de Néstor y el de Cristina, pero mi objetivo hasta aquí fue básicamente generar un mínimo contexto que ayude a la hora de sacar algunas conclusiones. Sintetizando, ¿en qué se parecen (y difieren) kirchnerismo y menemismo?

 

 

5 comentarios Dejá tu comentario

  1. Estos Peronistas son todos iguales, son todos patos de la misma bandada, pero con diferentes plumajes, uno mas choro que otro, y ni hablar de la actual presidenta, que hoy por hoy, debe estar pensando que ya se le está acabando su reynado, pero lo peor, es que ni a su propio hijo debe dejar tranquilo, porque si actúa en política es porque lo está apretando, como para que haga algo, aparte de cobrar los alquileres. Días pasado leía la historia de los hijos de los presidente de toda América y la verdad que hasta en esto nos sacan ventajas en un 99% todos han estudiado y no viven de lo que les dá sus padres, en su mayoría todos son profesionales, SALVOOOOO, el gran Maxi y ni hablemos de los hijos de Carlitos Saúl, porque pobrecitos, uno, pagó con su vida las CAGADAS DE SU PADRE, la hija sale a el, dos o tres hijos de distintos padres, y el menor, ni que hablar, así como fueron con su responsabilidad con nuestro país, así fueron con sus familias, por esa razón siempre digo; QUE LA VIDA ES UN BOOMERAN, O MEJOR DICHO EN CRIOLLO, LO QUE SEMBRAS VAS A COSECHAR,

  2. Es un planteo típicamente gorila, que se corona con el previsible "estos peronistas son todos iguales". Para empezar, si es cierto que en infraestructura se ha hecho poco y nada en la década ganada, durante los 90 se construyeron la mayor parte de las autopistas (que en el siglo XXI sólo se han mantenido a duras penas), se ha modernizado y expandido considerablemente el Sistema Nacional de Aeropuertos (SNA), se han modernizado y hecho realmente operativas para el comercio exterior 5 de las Terminales Portuarias del Puerto Nuevo de Buenos Aires, más Exolgan en Dock Sud, Bahía Blanca, Zárate, el Complejo Portuario Rosario-San Lorenzo-San Martín, el Puerto San Antonio Este, etc. También se transportaba por ferrocarril en 1999 el doble de cargas de lo que se transporta en 2015. La producción de energía eléctrica estaba en auge. Se exportaba gas a Chile, Uruguay y Brasil. Por otra parte, la privatización de empresas del Estado y de gran parte de la ANSES cerró ventanillas, hubo menos espacio para la corrupción estructural tradicional, los volúmenes de dinero que pasan de un lado a otro sin control alguno, como volvimos a ver de manera obscena por ejemplo con la reestatización de Aerolíneas. Por supuesto, ello implicó que muchísima gente que estaba en relación de dependencia en empresas públicas elefantiásicas e ineficientes, regidas por el acomodo y la planta permanente en donde el 80% no iba nunca, quedara en la calle con un interesante retiro voluntario en dólares, pero que por el uno a uno, y las malas decisiones de inversión (remises, kioscos, parripollos, locutorios y paddle), terminaron generando la imagen masiva de la frustración, el desempleo y el "no futuro". También se estableció la Ley de Empleo Público, que establecía el concurso obligatorio para todos los cargos desde Director Nacional para abajo (una de las primeras leyes que incumplió la Alianza apenas en el poder), así como la estabilidad del directorio del Banco Central (para evitar la corruptela con la cotización del tipo de cambio, tan común en el pasado y exasperante durante el kirchnerismo), la primera cosa que violó De La Rúa con un proceso amañana para echar a Pou dirigido por Elisa Carrió. En cuanto a la regulación, las leyes que crearon el ENRE y el ENARGAS funcionaron más que bien, demostraron una altísima calidad técnica y una eficiencia que permitió paliar los 14 años de desfinanciamiento posteriores a 2000. Asimismo, la Ley Federal de Tránsito de 1994 resultó una de las más avanzadas del mundo, y es de lamentar que, con la excusa de la emergencia eterna que empezó en 2002 y sigue aún en 2015, nunca haya podido ponerse en práctica en los aspectos más relevantes, como ser la antigüedad máxima del parque automotor. En fin, no es mi intención hacer una defensa encarnizada de los años 90, pero no me gusta que siempre se le pegue al árbol caído con los latiguillos y lugares comunes tan irreflexivos cuanto falaces a que nos ha acostumbrado tanto la Alianza como el neo-frepasismo que ha significado el kirchnerismo. Ciertamente, hubo mucha corrupción y "vueltos" en las licitaciones del proceso privatizador. Un derrame que ha beneficiado a TODA la clase política en ese entonces, y que ha contado con aprobaciones unánimes en casi todos los casos. Pero el desprendimiento de las empresas del Estado naturalmente deficitarias significó tanto un ahorro para el Estado cuanto evitar futuras corruptelas. El caso del Correo Argentino es paradigmático: cuando empezaba a ser un lastre para el privado (Macri) por la competencia con el e-mail, Kirchner lo reeestatizó, fundamentalmente para controlar las elecciones y manejar sus resultados. A partir de entonces, el Correo pasó a perder más de US$ 100 millones por año.

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