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El espíritu errático

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CRÓNICA DE UN DESAFÍO ESPIRITUAL:
CRÓNICA DE UN DESAFÍO ESPIRITUAL:

Todo empezó como una especie de mala broma de alguien llamado Horacio Velmont que nos aseguraba que podía contactarse –vía médium- con "seres de luz", una especie de maestros que saben más que nosotros acerca de los hilos que mueven al mundo.

 

Velmont fue contactándose una y otra vez con nosotros y evidenciaba ser una persona crédula: el tipo realmente creía en lo que profesaba.

Sus mails eran elocuentemente respetuosos y estaban cargados de adolescente ansiedad. Era evidente que quería convencernos de la efectividad de la comunicación mediumnica.

Le explicamos entonces que teníamos un desafío concreto por $10.000 si demostraba tal afirmación, lo cual rechazó de plano. Velmont aceptaba el desafío, pero se conformaba con mostrarnos - sin dinero de por medio- que estábamos equivocados en nuestra incredulidad.

Luego de una docena de mails -y otras yerbas-, nos encontramos el 23 de septiembre de 2000 a las 19 hs en una confitería. Allí estarían Velmont y su medium de confianza: Jorge Olguín, quien aseguraba poder contactarse con los famosos "espíritus de luz".

Después de fijar las condiciones bajo las cuales se haría el desafío, nos dirigimos a un local ubicado en Av. Callao 262.


Comienza el show

Esa tarde estaban conmigo Norberto Maraschi y Germán Buela, amigos a quienes había pedido que estuvieran en calidad de testigos y colegas. Una vez todos reunidos en el lugar, sin necesidad de tomarnos de las manos y sin la presencia de la clásica mesa de madera, comenzamos con el experimento.

Olguín –personaje alegre, según Mario Sapag- cerró sus ojos y empezó a mover el cuello, al mejor estilo Ricardo Schiariti (1).

-"¡Apareció!", dijo Velmont. Yo miré hacia la puerta y vi que no había entrado nadie.

Lo que aparentemente había aparecido era el "espíritu de luz".

"Joanakan Urel", se presentó el "maestro" ante nosotros en el mismísimo cuerpo de Jorge Olguín. No sólo su cuerpo tenía el espíritu, también se evidenciaba un "tic" que había visto en la boca de Olguín momentos antes.

Antes de comenzar, Jonakan -Olguín- comentó la idea de dar un importante mensaje, lo cual fue aceptado por todos.

Habló entonces de las ataduras del karma y algo llamado "ligadura genética" (en mi vida había leído algo semejante). Aseguró que había una clave genética no conocida aún por los científicos denominada "Código de raza" (?). Este supuesto código explicaría porqué algunas personas nacen con defectos físicos congénitos o los sufren en algún momento de sus vidas.

Luego de casi 10 minutos de haber llegado y temiendo que se pasara la hora pactada sin poder decir palabra me adelanté a preguntar al espíritu cuántas personas éramos.

-"Cinco!", aseguró sin equivocarse y sin abrir los ojos.

Jonakan podía ver a través de nuestro Tetán (sic), algo así como nuestra parte espiritual más pura. Pregunté entonces si podía responder inquietudes simplemente leyendo nuestras mentes, sin que le dijéramos nada.

Velmont se adelantó y aseguró que era posible. Olguín no parecía muy feliz ante tal afirmación.

Luego de asegurar que veía en mi una gran capacidad de "servicio para esclarecer cosas a la gente" –algo no muy difícil de acertar- le pedí que adivinara algo que yo dijera a oídos de otra persona, en este caso su crédulo amigo Velmont.

Con resignación aparente, Olguín –perdón, Jonakan- aceptó de buena manera. No sin antes aclarar que lo que iba a adivinar tenía que transmitirlo Velmont a su propio Tetán, y luego el "maestro de luz" lo vería con claridad.

Me acerqué entonces a Velmont y le pedí que pensara y transmitiera a "Jonakan" lo mismo que en un principio: cuántas personas nos encontrábamos en la sala.

Olguín gesticuló e intentó justificar su vacío mental: -"veo dos cosas", dijo, y no le pegó en ninguna de las dos: habló de signos –triángulos y otros- que salían del pensamiento de Velmont y de conflictos personales que lo aquejaban.

Yo ya estaba impresionado: ¿Cómo era posible que viera algo tan complicado como una pelea personal a través de su espíritu y no pudiera adivinar cuántas personas éramos? ¿No había percibido exactamente lo mismo momentos antes cuando solamente le hicimos el favor de decirlo en voz alta?

A mi derecha veía a Germán apurado por irse e incómodo por la frustrada sesión. Norberto, por su lado, aparentaba preparar algo suculento mientras presionaba contra su pecho un viejo cuaderno donde anotaba cosas cada tanto.


Poniéndose en aprietos

Germán pidió la palabra y, tomando las propias palabras de Velmont –que nos confirmó que los "maestros de luz" podían saber cosas muy personales de cada uno-, preguntó si Jonakan podría decirle algo personal acerca de su salud.

Nuevamente Velmont se adelantó en garantizar la efectividad de Olguín y este último tuvo que aceptar de mala gana.

Germán aseguró que lo aquejaba un dolor concreto en un lugar de su cuerpo y, mientras anotaba ante nuestros ojos la palabra "espalda", preguntó al "maestro" Olguín (perdón, Jonakan) si podía saber de qué se trataba.

Olguín habló de afecciones en los chakras de "la laringe y el plexo solar", mientras nosotros tratábamos de contener la vergüenza ajena que nos aquejaba a esa altura.

Para cambiar de tema, Norberto preguntó al "maestro" si tenía conocimiento de algún tema específico como para preguntar y sacarnos las dudas (que ya eran pocas).

Olguín-Jonakan dijo que podíamos proceder a preguntar cualquier cosa y no dudé un segundo. Luego de confirmarme que podía preguntar acerca de temas de física, disparé: -"¿Cuál es la 1º ley de termodinámica?". A pesar de haberle asegurado a Norberto que la matemática y la física eran universales en todos los mundos que él conocía, Olguín no pudo responder.

A esa altura, sentíamos tan compasión del tipo, que pensamos en indagar cosas fáciles: -"¿Hay vida en otros planetas?", le preguntamos tímidamente.

No terminamos de preguntar cuando nos aseguró que en Marte había existido hace millones de años. Velmont le recordó que a él le había dicho que aún existían humanoides y Olguín, rápido como (maestro de) luz aseguró que los mismos se estaban extinguiendo ("¿hace millones de años que se extinguen?", pensé para mis adentros).

Era momento de cambiar de tema y "Jonakan-Olguín" nos dijo quiénes habíamos sido en vidas anteriores. Yo había sido un matemático de apellido Kendall. Recordé entonces lo dicho por otros "truchos" respecto a mis vidas anteriores y me di cuenta que no coincidían en nada.

Mi pensamiento se interrumpió cuando Velmont recordó que Olguín le había asegurado que en su momento su espíritu había pertenecido a Nerón. Era la cuarta persona conocida que me aseguraba haber sido Nerón.

Norberto, con buen tino, le sugirió que, si podía saber lo que alguien había sido en vidas anteriores, con más motivo sabría a qué nos dedicábamos en esta vida.

-"Puedo ver frustraciones... enseñanza", le dijo Olguín-Jonakan a Norberto, sin acertar ni por casualidad. Pude notar que Norberto estaba ya totalmente desilusionado y sabía que no cabía la posibilidad de preguntar mucho más.

Tal vez para poner algo de humor sugerí en voz baja –pero lo suficientemente alto como para que Olguín me escuchara- que Norberto era médico.

El "maestro" dijo entonces que percibía una profesión de "servicio a otros seres humanos". Ya no teníamos dudas de nada: el tipo era un vivo bárbaro.

Viendo que ya terminaba la hora de sesión, nos aprestamos a escuchar el mensaje final del "maestro" incorporado. Nos aconsejó que concluyéramos nuestros proyectos y que no nos preocupáramos por nada.

Ahí sí pude comprobar que el tipo finalmente leyó nuestra mente: nos dijo que tuviéramos "toda la tolerancia del mundo" hacia los demás.

Obviamente sabía que estábamos perdiendo la paciencia y lo queríamos moler a golpes.

Con gran desilusión -pero cordialmente- nos despedimos y fue entonces que Norberto dijo algo brillante. Algo que se me había escapado: -"Christian ¿Vos te diste cuenta que el tipo no acertó siquiera el nivel de azar?"

Era cierto. Yo no me había dado cuenta, pero Olguín no había pegado ni una sola de sus afirmaciones.

Mi mente sólo festejaba que habíamos demostrado una vez más que somos un hueso duro de roer. Pensaba en nuestro imbatible desafío.

Y lamenté, finalmente, que hubiera tanta gente como Velmont y Olguín...

Christian Sanz

(1) Ricardo Schiaritti es un farsante que durante años se hizo pasar por clarividente, haciendo trucos de magia básicos.

 

3 comentarios Dejá tu comentario

  1. Excelente trabajo para desenmascarar tan facilmente a estos vividores. El nombre del grupo esta bien puesto El Ron, les debe gustar mucho, su inspiracion el alcohol.

  2. Que mal que todo era mentira....Esto sirve para no creerse de una todo lo que sale en internet pues ...hahaha. Ellos mezclan cosas verdaderas con mentiras y lo baten muy bien en la jugera de sus paginas web para dejarlo mas perdido a uno todabia...jaja xDDD

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