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La Tierra como diosa

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ECOLOGÍA Y MITOS INFUNDADOS
ECOLOGÍA Y MITOS INFUNDADOS

     Ciertos soñadores han ideado un sistema geológico según el el cual la Tierra se comportaría como un organismo que se autorregula en sus condiciones esenciales tales como la temperatura, composición química y salinidad de los océanos, de modo que se portaría como un sistema autorregulador. De aquí a considerar a la Tierra como una diosa, hay un solo paso, como una forma de vida comprometida a perpetuarse a sí misma. Esto lo ha pensado el químico James Lovelock, junto con un tal K. Pedler.

 

     Basándose en esta premisa, se ha llegado a decir que, si el género humano insiste en agredir a la Tierra (GAIA: diosa madre Tierra según la mitología griega) y la daña, tal como lo está haciendo mediante la contaminación ambiental y otros daños, el propio planeta , una diosa con voluntad y poder, sería capaz de reaccionar aniquilando a todo el género humano, y no sólo eso, a todo otro ser viviente, ya que se trata de un sistema gigantesco, un oganismo con capacidad de controlar la temperatura, composición atmosférica y los océanos, incluso la acidez de los suelos con el fin de proporcionar condiciones adecuadas para la prosecución de la vida.
     Este sistema sería comparable al del renombrado filósofo panteísta Baruch Spinoza, para quien todo el universo era dios, en virtud de su acérrimo panteísmo y por supuesto también nuestro planeta, pero según Pedler: planeta hembra (una diosa) que se comporta como un todo coherente donde la vida se encarga de autorregular sus condiciones esenciales. Es decir, como un ser, un organismo consciente que marcha como un reloj, una diosa (no un dios, porque Gea pertenece al género femenino), consciente de absolutamente todo lo que ocurre tanto en su interior, en su superficie, como en su alrededor; y no solo eso, capaz de "sacudirse cual piojo o langosta" al "maldito" ser que la está estropeando en su propio beneficio deteriorando el sistema ecológico "sabiamente" dispuesto por la propia diosa GAIA compañera de otros astros, estos quizás sin conciencia alguna, sólo acompañándola en el espacio sidéreo, salvo el Sol que da vida y podría ser considerado como un dios (tal como lo creían los incaicos que lo adoraban con el nombre de Inti y los egipcios como Ra).

     De estas ideas, al sobrenaturalismo hay un solo paso, ideas que en la antiguedad fueron extendidas a todo el sistema solar: Marte, dios de la guerra, Venus, diosa de la belleza; Júpiter, divinidad principal de los romanos  y Saturno, Neptuno y Plutón... todos dioses, sin faltar Mercurio "el hijo de Júpiter".

     Bien, la mitología, y los que pretenden apoyarse en ella, tendrán sus razones para hacerles el "caldo gordo" a los ignorantes, pero la ciencia geológica seria, va por otro camino, un sendero iluminado por la ciencia experimental, que, lejos de ser también alguna diosa o mito, constituye la herramienta más eficaz que pudo haber creado la mente humana para iluminar el mundo arrasando toda oscuridad que impregnaba de tinieblas mentales el orbe entero.

     Hoy se sabe que "gea" (la de Lovelock y Pedler) no es ningún organismo consciente capaz de sacudirse al parásito hombre que lo está detederiorando. Es el propio hombre quien se está cavando su propia sepultura al arrasar con la  circunstancial bonachona ecología que nos permitió nacer y poblar el planeta, para maltratarlo luego a más no poder y enterrarse en su propia fosa.
     Por más que los investigadores y nosotros -los legos- busquemos en la naturaleza a un ente sobrenatural reconstituyente que nos proteja, es y será en vano. Los dioses brillan por su ausencia, hay que reconocerlo. Todo es natural, y si no reaccionamos a tiempo, ciencia ecológica de por medio, el deterioro planetario será irreversible, y como carecemos de todo dios reparador, reconstructor del mundo, solo nos queda aceptar lo que nos dice y advierte la Ciencia Experimental y hacerle caso.

     ¡Basta de confiar en ciertos seres sobrenaturales que no existen y menos en una diosa Gaia, con la ilusa esperanza de que arreglen el mundo con el tornillo que le falta! ¡No existe tal mecánico! Los únicos mecánicos somos nosotros, capaces de restañar el daño ecológico causado por la desidia y la ambición desmedida del  verme (gusano) Homo sapiens que lo horada y pudre como el gusano a la manzana.

     ¡Atención Homo sapiens! Lo sobrenatural es un mito, sólo la alta tecnología de la mano del conocimiento científico y la ética pueden salvar a nuestro planeta del deterioro total con el luctuoso final (valga la redundancia) de la extinción de la raza humana. 

Ladislao Vadas

 

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