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Menem, Bush y Lacalle lavan más blanco

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BANQUEROS, POLÍTICOS Y DELINCUENTES
BANQUEROS, POLÍTICOS Y DELINCUENTES

    La última información, antes de meterse en la cama, el jueves 2 por la noche, decía que su banco, el Republic National Bank of New York, sería finalmente comprado por la Hong Kong Shangai Banking Corporation en 9.800 millones de dólares. La firma del acuerdo sería el lunes 6, en Londres, después que él, Edmond Safra, principal accionista, aceptara reducir de 3.000 millones a 2.600 millones de dólares su ganancia personal. Cuatrocientos millones; eso le costó a Safra la acusación de fraude de una administradora de fondos de New Jersey contra el Republic, tercer emporio bancario estadounidense después del Citicorp y el Chase Manhattan, con 5.500 oficinas en todo el mundo, incluida esa de la calle 25 de Mayo cuyas bóvedas supieron resguardar el oro legal que Ramón Díaz "alquilaba" en Londres a cambio de una comisión, y el ilegal contrabandeado desde los garimpos del nordeste brasileño.

 

    Aquejado de Mal de Parkinson, había llegado para Safra la hora de poner punto final a una dilatada, arriesgada y cuestionada aventura financiera. Vástago de una familia judía de El Líbano, Safra comenzó a mover dinero en Italia en los cincuenta, siguió haciéndolo en Brasil en los setenta y continuaba en lo mismo desde Ginebra, donde dirigía su emporio mundial. A comienzos de los años ochenta participó en Uruguay, Brasil y Argentina de las compras de carteras que abrieron las heridas del pago de la deuda externa. Entre 1986 y 1989 sus bancos se vieron involucrados en varios episodios de lavado de dinero de la droga; el Republic fue la principal arteria bancaria por la que circularon los 500 millones de dólares del cártel de Medellín que el argentino Raúl Vivas lavó mediante exportaciones de "oro uruguayo" a través de su Cambio Italia, con sede en 18 de Julio, frente al Entrevero y con sucursal en Punta del Este.

    De alguna manera, el expediente de Safra quedó tan lavado como los narcodólares cuando el Republic y el Trade Development auxiliaron a Ronald Reagan y a George Bush a esconder los pasamanos de dinero que financiaban a la "contra" nicaragüense. De la misma manera, tras una reunión secreta entre el flamante presidente Luis Alberto Lacalle y Joseph Safra, hermano de Edmond, en San Pablo, en 1991, los acuerdos para negociar las reservas uruguayas de oro bajo la modalidad de "swaps" permitieron blanquear la responsabilidad del Republic en el contrabando de oro brasileño a través del enclave montevideano.

    Acostumbrado a dedicar "favores" a los gobiernos, Edmond Safra jugó a dos puntas en la Rusia poscomunista, cuando el Republic se instaló en Moscú y en San Petersburgo tras la caída del socialismo real: fue el sostén financiero de las empresas "privatizadas" y un instrumento de los nuevos poderes económicos emergentes; pero a la vez fue el intermediario discreto del Fondo Monetario Internacional, que utilizó la famosa cuenta 608-555800 del Republic para hacer llegar capitales destinados a sostener el valor del rublo. Cuando la moneda rusa se desplomó en 1998, Safra inició la evacuación. Como forma de facilitar la autorización de la Reserva Federal de Estados Unidos para la venta del banco, Safra alertó al FBI sobre una operación de blanqueo de 10 mil millones de dólares de la mafia rusa.

    El negocio fue autorizado. A los 67 años, Safra se durmió el jueves 2 tratando de calcular si lo que le restaba de vida sería suficiente para disfrutar de la fortuna incrementada en 2.600 millones de dólares. A las cinco de la mañana del viernes fue despertado bruscamente por su enfermera: el penthouse del Palacio Belle Epoque, frente a la bahía de Montecarlo y a 50 metros del famoso Casino, que Safra había transformado en un bunker con puertas blindadas que se accionaban automáticamente, ardía en llamas. El banquero se encerró en el cuarto de baño y se negó a abrir la puerta blindada a pesar de que su esposa, por teléfono celular, le informaba que policía y bomberos controlaban la situación. Safra murió asfixiado, víctima de su miedo. La mafia rusa había "contratado" a un enfermero de Safra para que sus pistoleros accedieran al penthouse.

    Eso fue un viernes. Veinticuatro horas antes, tres de sus más connotados clientes, George Bush, Luis Alberto Lacalle y Carlos Menem, participaban de una increíble velada en una residencia del concheto barrio de La Recoleta, en Buenos Aires. Por el tenor de las conversaciones, por el cariz de los negocios que se anudaban, por el perfil de los comensales y por el carácter reservado y ambiguo del encuentro, el banquero libanés merecía estar presente.

    El anfitrión era José "Puchi" Rohm, presidente del Banco General de Negocios y dueño, junto con Carlos Rohm, del Banco Comercial. Los Rohm, por sí solos, quizás no hubieran sido imán suficiente, pero la velada había sido planeada junto con el vicepresidente del Chase Manhattan Bank, Walter Schiptley, y el director del Crédit Suisse-First Boston, David Mulford. Aunando intereses, los tres banqueros fueron capaces de reunir, en una noche bonaerense, a un presidente en ejercicio, a dos expresidentes, y a dos presidentes electos.

    Los vínculos entre algunos de los invitados son cruzados. Carlos Menem, ex presidente de Argentina, mantiene una estrecha relación personal con George Bush, expresidente, exvicepresidente y exdirector de la CIA de Estados Unidos; tanto él como su hijo George W., actual gobernador de Texas y candidato republicano, se favorecieron con la intermediación de Menem para impulsar negocios en Argentina en rubros tales como privatizaciones, casinos y petróleo. La relación entre Bush y Luis Alberto Lacalle, expresidente uruguayo, mientras ambos eran colegas, fue menos carnal, pero son algo más que simples conocidos. Lacalle y Menem tienen en común, además del Mercosur, una agitada agenda de intercambio de favores por escándalos recíprocos. Y los dos mantienen estrecha relación con los Rohm: Lacalle terminó vendiéndole el Banco Comercial a los Rohm, después de siete interpelaciones al ministro Enrique Braga, en un original negocio donde el vendedor pagó para vender; Menem, a su vez, tiene múltiples puntos de contactos con los Rohm, desde que sus bancos, el General de Negocios en Buenos Aires y el Comercial en Montevideo, aparecen involucrados en tres de los más sonados escándalos argentinos recientes: la venta de armas a Ecuador, la comercialización ilegal de oro y la gigantesca coima pagada por IBM para la renovación informática del estatal Banco Nación.

    ¿Pero qué hacían en esa reunión de viejos pícaros dos presidentes electos, el argentino Fernando de la Rúa y el uruguayo Jorge Batlle? Habrá que consignar que no fue fácil para los anfitriones reunir a los comensales. Bush debió trasladarse en su avión particular desde Houston, Texas, y declarar, a su llegada, que venía a pescar truchas en Bariloche. De la Rúa simplemente eludió explicaciones: el lunes 29 de noviembre se había negado a cenar con Carlos Menem en la residencia de Olivos, y el miércoles 1 aceptaba la cena en casa del banquero. Jorge Batlle tampoco se vio obligado a dar explicaciones, simplemente se trasladó hasta Buenos Aires; Luis Alberto Lacalle justificó su presencia como una escala en su viaje a Paraguay.

    ¿Qué tema es tan importante como para que viajen y se reúnan cinco presidentes, dos pasados, uno actual y dos futuros, para que algunos de ellos hagan un alto en las recargadas agendas? ¿Qué cosa puede ser de interés común en personajes tan diversos? Según comentarios de prensa, la iniciativa de los tres banqueros tenía que ver con "negocios y política". Para el diario argentino Clarín, fue una convocatoria con la que Bush y los banqueros pretenden anudar "inversiones industriales y comerciales que tendrán bases en Montevideo y Buenos Aires". Para Página/12 se trató de un cónclave donde todos los invitados de Rohm, en una medida u otra, están afectados por las ondas expansivas de escándalos financieros, los antiguos y los recientes: las revelaciones sobre las fortunas escondidas en Islas Cayman por la controvertida funcionaria predilecta de Menem, María Julia Alsogaray; las actividades de lavado, aquí y allá, de la viuda del colombiano Pablo Escobar; y las indagaciones de la agencia antidrogas DEA sobre las ramificaciones del cártel de Juárez en las plazas financieras del Río de la Plata.

    Por lo pronto, en Montevideo circuló la versión de que la cena tuvo por objetivo sondear la receptividad de los presidentes electos a una iniciativa de George Bush y de los tres banqueros, asociados para monopolizar el negocio de la construcción del puente Colonia-Buenos Aires. Vista la calidad de los comensales, los términos de la propuesta deben ser excepcionales, tentadores y difíciles de rechazar, entre otras cosas porque habría que calcular dónde estaba el poder, en los presidentes electos o en los tres banqueros.

    La cena estuvo, definitivamente, a la altura de la leyenda de Edmond Safra.

 

Carlos Morán

 

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