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Goma, goma, goma

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LA CORTE, LA PESIFICACIÓN Y LA DESVERGÜENZA
LA CORTE, LA PESIFICACIÓN Y LA DESVERGÜENZA

“Todos los diarios de hoy consignan el fallo de la Corte Suprema que avala la pesificación dispuesta por el gobierno de Eduardo Duhalde, a principios de 2002. Los matutinos instalan que la devolución de los depósitos a los ahorristas será a $1,40 más CER y el concepto de 'esfuerzo compartido' que establecieron los cinco miembros del máximo tribunal. Lo que los matutinos no dicen es que el Decreto que estableció la pesificación de los ahorros (214/02) también lo hizo para las deudas, pero en este caso, con una equivalencia de 1 a 1. De este modo muchas empresas que estaban endeudadas se vieron beneficiadas. Según el Banco Central, entre las 100 firmas más endeudadas en el sistema financiero local a diciembre de 2001 (o sea antes de la devaluación y la pesificación) figuran AGEA S.A. (Clarín) en el puesto número 30, con una deuda de 94.797.200 pesos / dólares y La Nación S.A. en el puesto 38 con una deuda de 85.644.200 pesos / dólares. Es cierto que ambas empresas tienen la mayoría de su deuda contraída en el exterior. Pero la del sistema financiero local pasaron a tenerla en pesos, por la decisión del gobierno de ese entonces. No hace falta explicar entonces porque los diarios tratan en forma favorable el fallo”, consignó el miércoles 27 de octubre el sitio Diario sobre diarios. Esta reflexión no resulta para nada baladí, pues ninguno de los nombrados ocultó su entusiasmo ante la coherencia y el sentido común de la Corte Suprema.

 

Los matutinos detallan el efusivo entusiasmo del ministro de Economía, Roberto Lavagna, al conocer la decisión del magno tribunal. Su alegría a mandíbula batiente, contrasta contundentemente con la de los ahorristas brutalmente reprimidos por los rompecabezas de la Guardia de Infantería. Como sucedió la semana pasada con los trabajadores del frigorífico Yaguané, Aníbal Fernández les aplicó el amargo medicamento de la represión para que conste en futuras actas. Pues en la Argentina pingüinera, al que ejerce el derecho constitucional de la protesta es al ñudo que lo fajen en forma. Y encima, la corporación mediática lo crucifica para toda la cosecha.

 

El abismo de los acorralados

Cuando el calvo Domingo Terminator Cavallo echó mano a los depósitos privados bancarios, a principios de diciembre del 2001, que sumaban aproximadamente 40.000 millones de dólares -ante las señales inequívocas de una debacle del cacareado blindaje-, dio forma a lo que se conocería popularmente como corralito, un engendro que devoraría muchos verdes. Mientras los sectores dominantes ante un guiño del pelado titular de Hacienda, giraban millones de activos al exterior, la clase media era arrojada al estrato de los excluidos.

Luego sobrevino el maremoto popular del 19-20 de diciembre, que catapultó a Rodríguez Saá, aquel puntano que proclamó no pagar la ilegítima deuda externa y que, antes de ser defenestrado por sus pares justicialistas, intentó implementar el Argentino; una moneda que coexistiría con el peso mientras éste se devaluaba. Al final, la intención del gobernador de la salamandra era reemplazar al peso por éste, y los depósitos acorralados serían también canjeados por esa nueva moneda nacional. Contra la voluntad de los atrapados, claro está. Estos, sintiéndose violados en su integridad, optaron por agruparse bajo el ala de líderes improvisados como el cómico Nito Artaza. Así vio la luz el Movimiento de Ahorristas independientes, que se hizo famoso internacionalmente al aporrear los frentes de los bancos, sobre todo los pertenecientes a entidades de capitales extranjeros. Pronto sucedió lo que se preveía porque, ante el desarrollo de los acontecimientos, este novel agrupamiento superaba en alcance y voluntad de acción al cómico devenido líder emergente.

El 6 de enero de 2002, paradójicamente día de los Reyes Magos, el presidente a dedo Eduardo Duhalde estableció la pesificación de los depósitos capturados por el corralito cavalista. Los seguidores de Artaza redoblaron su pelea, siendo muchas veces corridos por los palos y los gases de la mencionada Guardia de Infantería.

Cuando llegó a la Rosada Néstor Kirchner, declaró abiertamente que se le devolverían los depósitos en la misma moneda original. Sin embargo, nada de esto ocurrió. La paciencia de los ahorristas se agotaba, al tiempo que el mandatario ni siquiera contestaba sus continuos pedidos de audiencia. Era evidente que planeaba ganarles por cansancio, hasta que reformara a su piacere la Corte Suprema para que quedara a punto K. Logrado esto, la convalidación de la citada pesificación estaba al caer.

Por eso, lo ocurrido el martes 26 de octubre, no sorprendió ni a propios ni extraños puesto que fue el cierre lógico del círculo constrictor iniciado a finales del 2001.

Aquellos que se salvaron, los banqueros y los mandamases de la corporación mediática nacional, no tuvieron vergüenza en mostrar su satisfacción indeclinable. Así lo expresó Eduardo van der Kooy, en la edición de Clarín del día siguiente: “En una Nación donde la mayoría de las cosas resultan precarias e inestables, el fallo de la Corte Suprema que avaló la pesificación pareció encerrar una virtud clave: concede una base de previsibilidad al sistema y brinda certezas a una sociedad que ha ido superando, de modo pausado, el pánico generado por la crisis del 2001. (...) El fallo de la Corte ha sido un paso valioso, indispensable, para abonar seguridades de todo orden: pero por lo visto, faltan otros.”

Seguramente, aquellos que de un firmazo quedaron otra vez fuera del sistema, disentirán ampliamente con el parecer del distinguido colega.

 

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