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UN FENÓMENO EN CRECIMIENTO

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FALSAS DENUNCIAS DE VIOLENCIA FAMILIAR (NOTA1/2)
FALSAS DENUNCIAS DE VIOLENCIA FAMILIAR (NOTA1/2)

    Después del divorcio algunos padres sufren grandes obstáculos para estar con sus hijos, impuestos por quien ejerce la tenencia. Dicen que la Justicia los discrimina, y piden igualdad de derechos para verlos y criarlos. "La última vez que vi a mi hija fue hace tres años. Ella tenía cinco, ni se debe acordar". Alberto Esain tiene un hachazo entre las cejas de tanto pensar en todo. Saca una foto de la agenda, un pedazo de papel fuera de foco, la cara de una nena cachetuda estampada con una de esas cámaras de bolsillo. La nena, la Romi, la luz de sus ojos, hace tres años que se niega a verlo.
   -La mamá le empezó a llenar la cabeza, seguro. Tuve otro matrimonio y una hija. Después de eso, la iba a buscar y no salía. Ahora, la madre dice que la nena no me quiere ver.
   Alberto se pasa la mano por el pelo. Le cuesta seguirle el rastro a su ex, que se muda cada tanto y no le avisa. Pero qué me queda, dice Alberto. Esperar que la Romi crezca y se dé cuenta de todo, o crezca y no se dé cuenta de nada y no quiera verlo nunca más.
   -Hay que esperar.
   El, y muchos como él, saben que a veces el divorcio descubre un mundo de rencores inconclusos, de cuentas pendientes dispuestas a saltar como malas bestias en la primera ocasión. Sabe que los hijos pagan saldos mezquinos y deudas canallas, que el raspón de aquella infidelidad será vengado con creces. Que los niños, a la hora de cobrarse deudas pasadas, son un estilete mortal.
   -Es por lo que pasamos la mayoría de los varones divorciados -dice mordiendo rabia Andrés Ullman, librero, padre de un hijo de 21 años que vive con él y de dos mujeres de 18 y 20 a las que no ve casi nunca.
    -Cuando nos separamos dejé a mi ex con los hijos, la casa, y le pasé y le paso dinero. Ella hizo todo lo posible para impedir las visitas. Se mudó dos veces sin avisarme. Es una realidad desconocida y vergonzante, pero es muy común. El concepto de que un hijo se transforme en alguien a quien uno puede visitar es enloquecedor. Para la sociedad, el padre es menos que la madre. Ser visita. Arropar a los chicos, divertirse juntos con el programa de la medianoche, y de pronto ser visita. Haber inventado guiños, ir a la cancha cuando hay ganas, y de pronto ser visita. Martes y jueves, señor, de 18 a 20. Fin de semana por medio.
   -Se visita a los presos, se visita a un sobrino, se visita a un amigo. Pero no a un hijo -dice Ullman.
   Según datos oficiales, el 99% de las tenencias queda en manos de las madres. Ellas se quejan de que los padres no les pasan alimentos y se desentienden de sus hijos. Ellos, de que las madres terribles les niegan el contacto con sus hijos y los reducen al triste papel de proveedores de dinero una vez por mes.
   -Pasas a ser un kelper filial -se ríe Guillermo Sempre, de 45 años, papá de tres hijos magníficos de 11, 8 y 6 años a los que visita martes, jueves y fin de semana por medio, después de haber oficiado de padre 24 horas durante años.
    -El trabajo de mi mujer hacía que ella tuviera que viajar. Ahora somos part-time los dos, porque ella sigue viajando, pero yo no puedo estar con mis chicos salvo los días establecidos. Los días de visita tendrían que ser más flexibles, los chicos tendrían que poder visitar cuando quieren a su progenitor. En mi caso, vienen los tres o no viene ninguno, y yo creo que hay momentos en que uno de los nenes debe querer estar conmigo solo.
   Cuando Guillermo se enteró de que su mujer tenía un amante, pidió el divorcio. Se fue. Le dejó la casona de Vicente López, le dejó la vajilla, le dejó la ropa y el jardín con perro y el corazón de quien se va odiando para siempre. No se llevó ni un trapo. Ni una cacerola.
   -Creo que es un síndrome masculino eso de divorciarse y dejarle todo a la mujer. Mi viejo, que es abogado, me decía por qué me tenía que ir yo. Que se fuera ella.
   Hace como que se ríe mientras le pasa la mano por la cabeza a uno de sus rubísimos hijos y jura que jamás de los jamases les hablará mal de su ex. Será lo que será, dice sudando rencor, pero es la madre.
   Años atrás, la patria potestad era patrimonio exclusivo de los padres varones, pero la ley 24.264 estableció que la misma sería compartida durante el matrimonio por los dos progenitores y que en caso de divorcio sería ejercida por el que quedara con la tenencia de los hijos. Desde entonces, sólo en el caso de decisiones gruesas -salir del país, comenzar una carrera militar o religiosa- se debe pedir el permiso del otro cónyuge.
   -El tipo que se divorcia no sabe que está resignando la patria potestad -dice el abogado Daniel Rubin-. Para el que se lleva bien con la ex no es problema, pero el que está en conflicto queda excluido de las decisiones de la vida cotidiana del chico. La elección de médicos, colegios, tratamientos, todo lo determina el que ejerce la patria potestad que en la casi totalidad de los casos es la madre.
   Rubin es asesor legal de la Asociación Nuevos Padres (Anupa), una asociación sin fines de lucro formada en 1995 por Julio Trucco, que está intentando promover un proyecto de ley de tenencia compartida.
   -No hay nada que impida que el chico comparta tanto tiempo con el padre como con la madre -asegura Rubin-. Sin embargo, conseguir que duerma en el hogar paterno es una batalla interminable y los argumentos vienen de fallos de hace cincuenta años, de un concepto arcaico de que el padre no es tan necesario como la madre.
   Es de noche en el barrio de Nuñez y todas las computadoras están encendidas en la casa de Julio Trucco. Esta es una de esas casas donde conviven los tuyos, los míos y los nuestros. Trucco tiene tres hijos de seis, cuatro y dos años con su actual mujer y dos más de 13 y 12 de su matrimonio anterior, que viven la mitad del tiempo en casa del padre y la otra mitad en casa de su madre.
   -La Anupa se formó cuando yo, en 1995, mandé una carta a un diario contando mi caso, quejándome de que me parecía que la Justicia era absolutamente sexista. La publicaron y me llamaron 200 personas. En la Anupa proponemos no quitar ninguna opción, sino agregar la de la tenencia compartida, que no es una solución masiva, pero sirve para algunos casos. Con mi ex mujer instrumentamos un sistema de tenencia compartida con un acuerdo privado. Jamás dejé de ver a los chicos, y ellos hace once años que tienen dos casas y no están esquizofrénicos. Lo único que tuvimos fueron problemas logísticos del tipo de que se olvidan una cosa en una casa, otra en otra, pero no es nada comparado con el trauma de perder a uno de los padres. Estuvo todo bien hasta que me volví a casar.
    Yo creo que se juzga la "institución social madre" versus la "institución social padre" y los fallos están dados de antemano. Gana la madre, siempre. Gana y pierde, porque con la tenencia uniparental queda ella con toda la carga de la crianza. Según la justicia tradicional, si uno es un padre que participa en la crianza, después del divorcio se tiene que transformar en un tipo de padre de principios de siglo, que casi no ve a sus hijos, que no los cría, que los visita. Quieren aplicar una jurisprudencia machista, que espera que la mujer se quede en la casa cuidando a los chicos y el hombre en el trabajo, pasándole dinero a la mujer.
   En los Estados Unidos o Canadá, los tribunales de familia tienden a dar la tenencia a aquel progenitor que esté más predispuesto a permitir el vínculo de los hijos con el otro. Eso sucedió en el caso de Gabriela Oswald, la madre de Daniela, que obtuvo la tenencia por ser la más dispuesta a permitir la vinculación de la nena con el otro progenitor.
   Alejandro Villa, investigador social, dice que cuando hay un divorcio, los roles parentales son independientes de los roles conyugales y se deberían mantener aun sin vivir bajo el mismo techo.
   -Pero la crianza se sigue viendo como un tema femenino -sostiene Villa- y hay una desvalorización del tema de la paternidad.
   Emilio Palacios es diseñador gráfico, y dice que a su ex mujer, a pesar de ser muy profesional y muy "años noventa", le costó sangre, sudor y lágrimas aceptar la tenencia compartida.
   -Mi nena tenía tres años. Mi ex me decía: "Yo te permito ver a la nena cuando quieras. ¿De qué te quejas?" Yo aclaré que no me tenía que dar permiso para ver a nuestra hija. Los dos tenemos los mismos derechos. Mi hija vive 14 días del mes conmigo y 14 días con la mamá.
   Los fines de semana las cadenas de fast food emiten hamburguesas y papas fritas al ritmo con que los padres se preguntan que pensarán los nenes dentro de unos años de este señor amable, casi un tío simpático, que los va a buscar fin de semana por medio y los devuelve medio muertos de sueño y empachaditos de tanto popcorn. Como en toda buena película de suspenso, hay un detalle que casi nadie ha tenido en cuenta: a los hombres les gusta tener hijos, les gusta criarlos, les gusta llegar del trabajo, preparar la comida y después dormir embelesados por el olor de los cachetes calientes de sus vástagos. Con una mujer al lado o sin ella. Muchos de los varones cuestionan el papel de parientes caídos en desgracia que les otorga la Justicia después de un divorcio. Un padre que visita más que padre es un tío, dicen, y acusan que quien sale beneficiado en la lotería de la tenencia ejerce con orgullo su poder sobre los niños para criarlos a su imagen y semejanza, sin aceptar que el que queda afuera tiene criterios propios acerca de educación, crianza y corte de pelo de los chicos.
   -En nuestro país tenemos una justicia muy tradicional -dice el psicoanalista Norberto Inda- que salvo que se trate de una madre muy borracha, drogadicta o promiscua, decide automáticamente: la tenencia es para la madre. Hay como un préstamo de los hijos por parte de la madre y cada vez que el padre está con los chicos y hace algo que no coincide con los ideales de crianza, la madre, o el que tenga la tenencia, entra en crisis, como si la crianza no fuera también una convivencia de criterios distintos. Hay igualdad de derechos para el hombre y la mujer, pero no a la hora de estar con los chicos.
    Está absolutamente legitimado que los chicos puedan ser visitados cuando la mujer lo decide. Por un lado, somos todos muy modernos y por otro, en el momento del divorcio se plantea la forma más tradicional: la mujer, dueña de los hijos; los hombres, dueños del espacio exterior.
    La Apadeshi es la "Asociación de Padres Alejados De Sus Hijos", creada en 1988 por José Bouza. Es martes, son más de las nueve de la noche, y estos hombres que deberían estar cenando en familia están asesorándose, discutiendo, especializándose en una jerga legal antipática y difícil para poder ver a sus hijos. Sobre muchos pesan las acusaciones de abuso deshonesto, violencia y agresiones. Ellos no piden tenencias compartidas. Apenas un vínculo regular, un modesto y clásico régimen de visitas.
   -Cuando empezamos con la Apadeshi, el padre varón no existía para la Justicia -dice Bouza-. A todos los que no podíamos ver a nuestros hijos se nos decía que eran casos individuales. Desaparecías de la vida de tus hijos si la mamá quería y el sistema judicial la amparaba. Ahora para no dejártelos ver tienen que hacer denuncias de agresión, por abuso deshonesto, pero si un padre no puede ver a su hijo la gente ya piensa que puede ser que alguno de los dos esté obstruyendo el contacto.
   Dante Michelli, otro de los miembros de Apadeshi, dice que estas conductas de apropiación de los chicos no son típicas de las mujeres, sino de cualquiera de los dos que se quede con la tenencia.
   -Es el que se siente con poder para usar a los chicos como botín. Como rehén. Nosotros creemos que hay en la Argentina 700.000 chicos vinculados con este conflicto de obstrucción del vínculo. Nosotros les decimos a los padres que no entren en el sistema judicial, porque lo único que logran es gastar un montón de plata y generar más conflicto.
   La Apadeshi promovió la ley 24.270, que recomienda prisión para el progenitor que impida al hijo tener contacto con el otro. La ley es criticada por quienes sostienen que el tema debería tratarse en el fuero civil y no en el penal, porque podría darse la paradójica situación de que un chico se encontrara con los dos padres presos, uno por no pagar alimentos, otro por impedir el vínculo, y terminara dando con sus huesos en un hogar de tránsito. Sin padre, ni madre, ni perro que le ladre. La ley 24.417 de violencia familiar es una ley relativamente joven y faculta a un juez para que, ante una denuncia de violencia o abuso deshonesto, interrumpa el vínculo entre el progenitor sospechado y sus hijos.
   -Hay un abuso de la ley de violencia familiar -asegura el abogado Rubin-. Si hay un divorcio, inmediatamente el hombre es violento, pero el abuso de la ley es culpa de los colegas. Muchas de las acusaciones no se prueban, y mientras tanto se le impide ver a los hijos por mucho tiempo.
   Alfredo Benítez es enfermero profesional. Hace cuatro años que no ve a su hija de 8, Natalia. Alfredo tiene dos hijos más, uno de 18, que vive con él, y uno de 19, que vive junto a Nati y su mamá en un lugar que desconoce.
   -Me divorcié en 1993. Iba todo bien, yo tenía visitas, pero cuando mi ex se enteró de que yo me casaba e iba a tener otra hija, empezaron a aparecer los problemas. Yo tocaba timbre y no salía nadie, llamaba por teléfono y no me contestaban. El juez fijó un horario de visitas, los sábados una hora y media en un supermercado de San Martín. Ella llevaba a la nena cuando quería. Nati empezó a decir que se quería ir, que tenía miedo cuando yo salía en los programas de televisión contando el caso. En febrero del 94 fue la última vez que la vi. No la tengo ni en Jordania ni en Canadá. Vive a 15 cuadras de mi casa y no la puedo ver. No conoce a sus tíos ni a sus abuelos paternos.
   Susana González, psicóloga de Apadeshi, sostiene que el sistema jurídico no protege los vínculos. Que un chico de tres años que pasa dos años sin ver al padre casi no sabe quién es cuando vuelve a verlo.
   Favio La Vitola es chef y periodista. Tiene una hija de nueve meses y se separó cuando la nena tenía 3. Ahora no puede acercarse a menos de 200 metros, ni comunicarse en forma verbal, escrita o telefónica. La beba, de todos modos, no se entera. Entre otras cosas, porque no sabe hablar, ni escribir, ni contestar el teléfono.
   -Hace cuatro meses y tres días que no veo a mi hija -dice Favio-. Yo quiero tener un régimen de visitas amplio. No la vi empezar a gatear, mi hija no sabe ni quien soy. Al mes de separarnos fuimos a dos audiencias por régimen de visitas y los mediadores me propusieron un psicodiagnóstico. Me dieron la dirección de un centro municipal donde podía hacerlo y cuando voy veo que las paredes están todas cubiertas de afiches con tipos con cara de monstruos amenazando a mujeres y me di cuenta de que si era hombre era culpable. Ahí me dicen que me van a incluir en un grupo de hombres violentos para evaluarme. Eso me pareció tremendo, por qué me prejuzgan, por qué me van a evaluar en un grupo de hombres violentos para saber si soy violento.
   El Código Civil establece que si existe un divorcio y en el caso de haber menores de cinco años la tenencia quedará en manos de la madre salvo causas graves que lo impidan. Si los hermanos son varios, bastará con que uno de ellos sea menor de cinco para que el principio se extienda a todos. Y cuando el de cinco se haga grandecito, los jueces tenderán a mantener el estado de las cosas.
   -En la práctica lo que sucede es que si no hay causas gravísimas la tenencia es en favor de la mamá, siempre -dice Daniel Rubin-. Es una sociedad machista, que ve al hombre como más fuerte, con más posibilidad de bancarse el divorcio, y a la mujer más débil.
  
José jura que es un simple taxista, aunque su ex mujer lo acusa de ser espía de la SIDE y de haber participado del crimen de Cabezas. Tiene dos varones y una nena, de siete, cinco y dos años. Paga alimentos puntualmente y a pesar de que se pactó un régimen de visitas, su ex mujer no lo cumplió nunca.
    -Los chicos viven con ella y su mamá, pero esa familia fue considerada por la Justicia como de alto riesgo por la violencia que hay. La mamá de mis hijos me acusó de haberles roto los dientes, de haberles inyectado líquido naranja en las venas y de haberlos atado y amordazado y el día que me acusa de haber hecho eso yo estaba con la asistente social. La jueza, del juzgado civil 106 de Capital Federal, dio credibilidad a esas falsas denuncias, y cortó el régimen de visitas. Pero a mi ex mujer la declararon insana, demente, en noviembre último y la mandaron al Moyano y a mis hijos los llevaron a un hogar de tránsito en Ramos Mejía, sin notificarme. Durante ese tiempo en vez de darme la guarda de los chicos a mí o a mi madre o a mi hermana, la jueza se la da a la tía materna. Cualquier cosa es mejor que el padre o la familia del padre. En la justicia penal me sobreseyeron en agosto de 1997 y en diez días tenía que restablecer el vínculo con mis hijos. Desde entonces no puedo revincularme con ellos. 
   
Dicen que su enemigo es el prejuicio que reza que los hombres no lloran. Que casi nadie está dispuesto a aceptar que después de un divorcio ellos también sufren. Que en el reparto de roles les toca, indefectiblemente, hacer de malos de la película sin derecho a réplica.
    -Hay como una cosa muy consensuada de que el papá se va de la casa y gana la libertad -dice Susana Hammer, coordinadora del área de Salida a la Comunidad de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados-. Se habla mucho del sufrimiento de la madre, de los hijos, y nada del sufrimiento del padre. La ley dicta un régimen de visita y es terrible porque el padre no debería ser una visita. El tiempo que comparten con el padre es el tiempo del ocio, que no tiene nada que ver con el resto del tiempo de la semana. Papá pasa a ser Papá Noel en un fin de semana Disney World.
    La abogada Elsa González, asesora legal de la Apadeshi, dice que la discriminación no está en la ley, sino en quienes la aplican.
    -Las madres ejercen la tenencia como un poder y los jueces las amparan. La ley dice que se debe poner un plazo a la interrupción de las visitas y los jueces no ponen ningún plazo, entonces lo que es una medida cautelar se transforma en una medida definitiva.
    Ernesto Poly, de Castelar, pasa por una situación extraña. La madre de su hija de once años le hizo un juicio por filiación y Ernesto tuvo que demostrar que él era el padre de Constanza. Ahora la nena pasa la mitad de la semana con su madre y la otra mitad con su padre.
    -La madre tiene la patria potestad, entonces yo la quiero mandar a un buen colegio bilingüe, y la madre no quiere. Resultado, Coty no puede ir a un buen colegio. Yo le digo al juez que me hago cargo de pagarlo, de llevarla, de traerla, y la madre no quiere y al juez no le importa y los chicos están desprotegidos. La empezamos a mandar a inglés, pero la mamá no la llevaba nunca y tuvo que dejar. La eligieron en el equipo de hockey para que juegue el fin de semana y la madre ya le dijo que no va a ir. Los chicos son los rehenes del papá o de la mamá. Dicen: A ver con qué te puedo jorobar. Ah, con esto...
    Ellos, tozudos, esperan horas frente a la puerta de departamentos mudos, tocan timbres interminables, dislocan teléfonos vacíos, fatigan pasillos siguiendo el rastro de trámites empastados. El premio, claro, no es poco. 
    Ser padres. Dejar de ser visita.

 

Leila Guerriero
La Nación

 

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