El periodismo actual carece de veracidad, audacia,
creatividad y de un lenguaje revelador. Sucede que el periodismo pareciera no
estar comprometido con estos cuatro pilares esenciales de la profesión y que
son la base para que un lector común y corriente pueda informarse con la
libertad que requiere un texto al ser leído. El año 2004 terminó con
denuncias serias contra la prensa por apartarse de la verdad, hubo críticas
devastadoras para un oficio que respira cuando existe transparencia, un apego
real a los hechos y se infiere de su mensaje que hubo una investigación
adecuada sobre el tema tratado periodísticamente. Ni la guerra puede ser un
impedimento para la verdad. Hay muchas maneras de examinar las noticias,
acontecimientos, evaluarlos, pero la verdad será una sola, y ese es el
principio de la comunicación, para que el público pueda concluir con la
asistencia de argumentos sobre un panorama amplio. La verdad nunca será un
subproducto de los hechos.
Después de A SANGRE FRÍA de Truman Capote, nadie
puede justificar su ignorancia frente a un texto, los hechos y el lector, lo que
hay verdaderamente detrás, debajo de la superficie. Toda información debe ser
tratada con rigor, respeto, apego irrestricto a los hechos.
La cronista que presento, sus textos no responden
estrictamente al periodismo convencional, que puede tratar o no adecuadamente
los hechos y acontecimientos, porque su visión incluye una serie de
ingredientes que le permiten al lector compartir distintos acontecimientos como
una pantalla de cine. Al mismo tiempo contar con un subterráneo y un cielorraso
de varios pisos. Hay movilidad en los hechos, un registro variado en un amplio
universo de acontecimientos, humor, y sobre todo, un lenguaje narrativo con una
propuesta basada en una expresión abierta, siempre dinámica de los hechos,
saturada de una intimidad compartida con un lector avisado.
Las crónicas de Silvia Banfield, a veces no tienen principio
ni fin, porque están inmersas en una atmósfera que ha definido como un río,
donde el lector puede bañarse una y mil veces, pero si buscamos una orilla
encontraremos el centro, y viceversa, porque es un texto tejido con muchas
puntas que acuden a un sitio focal. Aunque SB incluya poesía, canciones,
lenguaje sobre el lenguaje, historias, intimidad, monólogos, descripciones,
filosofía, apuntes cotidianos, observaciones, sus crónicas seguirán siendo
testimonios de una época. Es un periodismo que habla del periodismo, de la
marcha del planeta, y cuenta con varios leit motiv que el lector debe descubrir
a lo largo de sus páginas, que tiene un hilván de telaraña. Hay juego verbal,
son notas esencialmente lúdicas en no pocos aspectos, pero profundamente
humanas, sometidas a la marcha de los acontecimientos, donde el
texto dialoga como punto de partida con Editor, la atmósfera que rodea,
circunscribe quien lo escribe, su pasado, presente, futuro, el espejo de
la vida que no es inmóvil, porque todo se apresura en lo cotidiano como si subiéramos
una escalera sin fin.
SB, ha sido llamada la Gurú de Red Rocks, Cronista de sus
tiempos y de otros, posiblemente sea parte de un mito bien ganado por lo que nos
dice, deja de decir, hace pensar en el compromiso de su palabra. He leído sus
extensas notas en detalle porque su lenguaje no se monta en el artificio,
y es notoria la búsqueda de una expresión en el diálogo, la comunicación,
como debe ser el objetivo de una buena Nota. Maneja distintos escenarios
SB, una cierta ubicuidad en ninguna parte, y no me preocupa dónde está en este
momento, porque sé que está haciendo su trabajo y se ocupa de temas sin
fronteras, ahonda en el detalle, en el lugar común, es, desde luego, una
reportera del Lugar común, del paréntesis, de ese silencio que quiere gritar.
Tal vez estas crónicas aún no hayan llegado a la "gran prensa", The
New York Time, El País, Le Monde", por citar algunos medios
internacionales de gran circulación, pero ya forman parte del inventario
novedoso de Internet y seguramente las veremos reproducidas en papel.
Olfato, morosidad verbal, lenguaje, buceo sobre y bajo la
superficie de los acontecimientos, descripción de atmósferas, elementos
que conforman la vida, objetos, lugares, dosis de nostalgias, canciones,
citas de escritores y homenajes a poetas, la geografía como un acto corporal,
historias dentro de la Historia, un gran espacio para respirar con sentido crítico
y lleno de libertad, es lo que nos ofrecen las Crónicas de Silvia Banfield. La
verdad bien dicha siempre es valiente y respetable. Un texto no debe alejarse de
esos dos principios básicos. Vivimos tiempos excepcionalmente enrarecidos,
contaminados, descabezados, con un piso móvil, y un horizonte lejano,
desconocido. Una nueva institucionalidad mundial no termina de desmoronarse y
acoplarse al mismo tiempo: universo de cabezas que no encuentran un norte común
en los problemas trascendentes del planeta.
En los registros de SB, está el choque de Oriente y
Occidente, el tema de las migraciones, fronteras, los nuevos muros, la derrota
de la verdad, la banalidad, los países parias, reflexiones sobre la Red
de la comunicación global: Internet, el comportamiento del hombre en el siglo
XXI, la degradación de un tiempo y sus retos, la incidencia del medio
ambiente en el futuro de la especie, una visión de los países del Sur, el tema
emblemático de los Derechos Humanos en el caso Pinochet, en un intento por
reflejar a los sin voz, que son millones de millones en la tierra. Se retrata en
las notas a la sociedad estadounidense, sus marchas y contramarchas, una pintura
de época de la Nación más influyente de la tierra.
Notas insólitas, documentadas en la intimidad, estrujadas en
el aliento del amanecer, reflexionadas en el caos de un paisaje global,
siento en verdad un lenguaje místico, casi una cruzada verbal monologante, y
entre tantos dioses la palabra aún sobrevive. SB registra el amor y la
muerte, detalla, detalla en la morosidad del verbo, recrea la orilla, es una retórica
sobre la retórica diaria. Ahí está detenido el personaje frente a un
ventanal, la noche, sus recuerdos, el mundo ripiado, la soledad trivial, la nuez
que no se desviste, sino ante así misma.
Se reciclan los días, la información, los pobres hechos
repetidos en papel de calco, la somnolencia de la institucionalidad global, el
error se cruza de rodillas y no está pidiendo perdón, ni excusas, sino es una
manera de cruzarse de brazos ante lo que considera inevitable en la especia. La
muerte comienza enseñando sus pantorrillas en estos textos, pero silenciosa,
segura, poderosa, se asegura de un sitio para sus muertos, con esa notable
capacidad de anfitriona que sostiene a lo largo de la vida.
Hay muchas maneras, a través de la verdad, de retratar
el tiempo que nos ha tocado vivir. SB usa una retórica personal. Se
sienta a la mesa de disección con sus colores, olores, todos los
sentidos, y el de la calle. Le arranca el músculo al verbo. Todo en una jaula
para volar. Se respira más la libertad cuando no se tiene. La audacia está en
la convocatoria de sus palabras, en lo que no dijo por innecesario, en el
limbo dorado de un verbo sobre un andamio móvil.
Está la ruina sobre lo construido en estas páginas de
Nuestro Tiempo, el futuro en cenizas, la esperanza en río que siempre corre y
desova un nuevo pez. La muerte solo teme, se arrodilla ante la esperanza,
y en los textos de SB está esa clarinada oculta detrás del espejo, en la arena
de una extensa playa, que es camino ante un horizonte sin límites. Es mejor
leer las crónicas de Silvia Banfield, ellas hablan por nosotros.
Algunos gobernantes siguen creyendo que el pueblo es la gran
bestia, además indomable, impredecible, pero olvidan que es la verdadera
conciencia crítica de la especie y su seguro de vida. SB se inclina por
escuchar esa voz subterránea, callada, gigante de las grandes mayorías. Debate
con su Editor, conversa, dialoga con el lector, sobre estos temas. Para el público
latino y anglo, más allá de las fronteras invernales, ventilar estos temas con
la verdad en la mano en el verano Sur y sus múltiples opciones, es una manera
de consolidar la democracia, ser libres, y participar en al construcción de un
mundo nuevo más justo, participativo y solidario.
Rolando Gabrielli