Los 12 de la fama ya están en Chile, en el escenario de la poesía de la diáspora,
un recinto privado, en el país del reencuentro, y proceden de la XIV Región
con capital en París, Estocolmo, Ohio, California, Madrid, Ciudad de México,
Lima, y alguna ciudad alemana.
Poetas del exilio invitados por el proyecto Chile
Poesía,
que dirige el escritor José María
Memet, arribaron al territorio libre de la poesía de la región menos
transparente, la diáspora, en medio de la polémica agria: la falta de apoyo
económico del país oficial, la institucionalidad cultural: el Consejo del
Libro.
De acuerdo con el Proyecto Memet, eran 26 los poetas
invitados, y por cuestión de presupuesto: (la poesía es reina en la mesa del
pellejo), sólo alcanzó la manta poética para 12 bardos residentes allende
los Andes.
Nada nuevo el sol para un país
con tradición en el ninguneo, un arte sutil, que ha hecho escuela en
el subjetivo paseo de los huerfanitos de la poesía chilena. Con el centenario
de Pablo Neruda se innovó y
renovó este espíritu de feroz de cuerpo, verdaderos guardianes suizos del
Vaticano de la poesía chilena.
Se ha cuestionado una y otra vez hacia dónde, cómo y por
qué van los fondos a los amigos de la cultura chilena y de las tradiciones,
de los proyectos amañados y de todo aquello que encierra la cultura oficiosa,
alejada de la imaginación,
creatividad y talento.
Estas entidades no son la excepción en una época
exagerada y distorsionadamente competitiva, es un manejo casi aceptado por las
reglas de los nuevos patrones de
conductas, los vicios de época, un verdadero camino de insalubridad pública,
entre la contorsión circense y el sainete operático.
Lo imperdonable es para
quienes organizan y administran la poesía de la diáspora, es que miren con
el ojo de Polifemo ensangrentado, bajo el coágulo, dentro de la cueva y
olviden el Oráculo de Delfos.
Deben hacer un inventario menos oficioso de la diáspora.
En
Chile hay más poetas que Neruda, Parra y Gonzalo Rojas, y en el exilio, más
que los 12 que tradicionalmente invitan.
Con estas faltas, ausencias, construyen un doble y triple
exilio para la diáspora que creen reconocer con estos actos dentro de Chile.
Oscar Hahn, quien es un gran poeta, viaja todos los años a Chile, a veces dos
veces, por a, b, c motivos. Por citar un ejemplo, y no ahondar en más
detalles innecesarios.
Les escribo desde Limbo City, no desde la XIV Región, que
desconozco en su materialidad, existencia misma, corporalidad. La poesía no
es un detalle en Chile. La poesía en sí, es un acto generoso del espíritu,
un buceo mayor de la sombra del subconsciente
y del corazón. No es sólo el paseo
Ahumada, sino la Pincoya, el centro, la orilla y la marginalidad.
Los fondos son importantes en el fondo, pero más lo es la
poesía, que es una actitud de vida, un compromiso con la palabra, la vida. La
Mistral y Bolaño, son un caso único en la literatura chilena, y una
vergonzosa muestra patética del ninguneo nacional. Sombras difíciles de
alumbrar con nuevas sombras.
Chile tiene que hacer más por la diáspora. Lo he
comentado en algunas notas. Mejorar la calidad
de los Agregados Culturales de las embajadas en el exterior.
Inventariar y ocupar mejor los recursos de la diáspora. Hacer proyectos
reales con al diáspora, dentro y fuera de Chile. La clave está en designar
funcionarios capaces en el exterior y que se dejen asesorar por los que viven
por tres décadas en los países sedes, y que conocen mejor que ellos regiones
enteras.
Les escribo amigos, desde Limbo City, por aquí la diáspora
ha sido olvido, envían funcionarios que “andan en carrera”, (no son de
carrera). Yo ostento el difícil récord de igualar, de un plagio diplomático
en el centenario.
Chile
envía cada año, un poeta que ya forma parte de la diáspora panameña, en
ese oficio oficial de la poesía oficiosa.
Me
enfrasqué en una larga polémica sobre Neruda y la poesía chilena, mucho
antes del centenario, porque el
manoseo sobre Neftalí Reyes Basoalto ha sido un oficio de época y
acrecentado en las fechas. La diplomacia ha formado parte de este toqueteo
indecente de manoseo de los genitales poéticos del autor de las Residencias
en la Tierra y otras Odas elementales.
Hagan un alto, amigos de la poesía, hay mantel para varias
mesas, no se atraganten con sus propias cuchufletas.
No
se dejen llevar por el olvido del olvido/ la diáspora es un caballo loco/ sin
aeropuerto/ con alas de tardes huérfanas/ las tres marías fijas/ en un cielo
de verano/ la marea que la luna recuerda
en unos ojos/ detrás del
mudo ventana/ Poetas de azules bandadas/ la diáspora es mi propio olvido/ el
amarillo que fija una hoja/ y el río es mi metáfora/ Sólo pasa lo que queda
/el invariable sueño del día/ el curso de las horas/ y la diáspora lleva
los secretos cascos/ de los caballos locos/ una señal que olvida la huella/
En ningún puerto se abandona /el cadáver que no nos deja partir/ ni la pequeña
iglesia sin altar/ salvada de un puñado de noches medievales/ La diáspora es
un punto de partida/ suspendido en el abrazo
del ruin enemigo.
Rolando Gabrielli