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Editorial: de próceres y súper héroes

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FALSAS DICOTOMÍAS HUMANAS
FALSAS DICOTOMÍAS HUMANAS

Lucas cree que soy Superman

 

Mi hijo Lucas cree que soy Superman. El tipo realmente cree que estoy hecho de acero y que por las noches protejo al mundo.

Yo nunca le dije lo contrario. De alguna manera me gusta que mi hijo crea que soy un superheroe. Él me mira con sus cómplices ojitos y me explica que, a pesar de que la maestra no le cree, él insiste en decirle que su papá tiene súper poderes.

No creo que esa cualidad me haga mejor o peor persona. A pesar de lo que crea Lucas sigo siendo el mismo imperfecto sujeto, para bien o para mal.

Con los próceres sucede algo similar. Nos inculcan desde chicos que muchos de ellos son autores de hazañas imposibles, que sus vidas son impecables, que nunca hacían caca. Como si el mérito de sus vidas decayera ante la imperfección de sus defectos.

Es muy impresionante cómo ya de chicos nos subestiman en situaciones realmente triviales. Y eso, proyectado a futuro, no nos da una buena perspectiva de vida.

El tiempo que dura la expresión de asombro en nuestras caras es tan efímera como el paso de nuestra infancia a la adolescencia. No más que eso.

Luego, la desilusión de saber que nos han mentido, nos golpea con la crudeza de la realidad concreta.

Y son esas —malas— lecciones las que forman nuestros principios filosóficos de vida. Y tomamos posiciones realmente extremas, desconociendo términos medios.

Lo peor es que nos trenzamos en interminables discusiones que no tienen resolución alguna. Planteamos temas subjetivamente indiscutibles. Cada uno se pone en una vereda opuesta sin pensar que puede haber "grises" en la discusión acerca de cualquier tema.

Con las personas hacemos lo mismo. Idealizamos a algunos y demonizamos a otros, como si fuera tan sencillo hacerlo. Hablamos de principios y desconocemos qué significan realmente. Creemos que el mero hecho de invocarlos, nos hace personas intachables, merecedores de la "vara juzgadora de conductas ajenas".

Si nos detuviéramos a hablar de principios, estaríamos largas horas disertando acerca de lo que está bien y está mal. No es nada sencillo. Si llevamos a situaciones extremas los problemas de principios, casi diría que no hay excepciones para cualquier regla. Todo es discutible.

Hay un choque entre dos tendencias morales: la deontológica o principista de Kant "que se haga justicia aunque perezca el mundo", que apoyaría el no torturar en el caso de un tipo que tiene una bomba y puede destruir el mundo. Por otro lado están los "consecuencialistas", que plantean una moral de la responsabilidad: son los que dirían, en un caso extremo, a este tipo lo torturo y salvo el planeta.

Vivimos engañados por esa falsa dicotomía, desconociendo que hay términos medio. No sabemos analizar, ya no lo más complicado, sino lo más sencillo de cada cosa. Por eso no podemos entender que nada es puramente bueno ni malo.

No existe justificación a la estupidez y, menos aun, cuando se vuelve necia. Los próceres no deben tomarse como ángeles ni demonios, sino como simples personas, como cada uno de nosotros. Solo desde esa postura podremos acercar posiciones y llegar a algún acuerdo que nos acerque en nuestras ideas. No es mucho más complicado que eso. 

Igualmente, se que, a pesar de mis palabras, los pensamientos de muchos seguirán intransigentes. Cada quien seguirá pensando como siempre.

Algunos seguirán "extremizando" sus ideas…Otros se posicionarán caprichosamente en la vereda opuesta. Y Lucas, mi hijo, seguirá creyendo tal vez— que soy un superhéroe.

 

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