Para nadie es un secreto que la riqueza de Panamá
radica en que es un puente biológico, instalado por la naturaleza hace
millones de años en el corazón y centro de las Américas.
El país de las ferias en tiempos de la conquista española
y canalero en el siglo XX, tiene una extraordinaria flora y fauna, una
envidiable riqueza bilógica en sus poco más de 75 mil kilómetros
cuadrados, rodeados por los dos mares más grandes del planeta: Pacífico
y Atlántico.
Panamá la verde, abundancia de peces y mariposas, han
sido algo más que nombres, esloganes, significados para el Istmo, en la
pequeña cintura que une el hemisferio americano, con la forma de la letra
S.
Ciudad de Panamá, con alrededor de un millón de personas, de las cuales
varios cientos de miles son extranjeras, es una capital cosmopolita, llena
de contrastes por sus modernas edificaciones tipo Manhattan y una
pobreza irritante en las laderas de sus numerosos ríos.
Tiene una de las bahías más hermosas de América
completamente contaminada y es atravesada por el único parque natural que
tiene una capital en el continente americano.
Es frecuente encontarse en la carretera citadina, en
sus alrededores con osos perezosos, culebras, cocodrilos, venados, monos,
una rica e impresionante fauna, extinguida en muchas partes del mundo.
Panamá tiene el récord mundo al haber reunido más
aves en un sólo dia que país alguno de la tierra. Ese día el mundo
entero se quedó en silencio.
Yo soy Escritor, chileno, vivo en Villa de las Fuentes
N.2, en las proximidades de El Dorado, frente a la selva que aun persiste
ante la mano hostil, depredadora, salvaje, ciega del hombre que quiere
destruirla para construir algunas casas, centros comerciales y quitarle el
oxígeno a la ciudad.
Hace más de un año, un cazador furtivo hirió y mató
con su perro un venado de cola blanca, prácticamente en extinción. Lo vi
herido pasar por la ventana de mi casa y morir a cien metros de allí. Un
espectáculo dramático, bárbaro.
El bosque ha sido mi vida por más de dos décadas y un
río que lucha por vivir a los pies de mi casa. Las aves que no dejan de
volar, el rumor del evrano tropical y las hojas amarillas que caen cada día
para esas fechas señaladas. Yo als recojo y sobre mi escritorio me
señalan un nuevo día.
El tropico es frágil, pero siempre está vivo, señalándonos
un nuevo camino de recuperación y de existencia. Su cadena de vida
e simpresionante, como la de muerte del hombre.
Un gran contraste entre la bestia insensible y la
naturaleza.
La naturaleza es real en Panamá. No está pintada en
un cuadro. Se siente, respira, vive, se palpa. Es profundamente verde, húmeda,
bañada en luz. Debiera ser la primera materia, obligada, en las
escuelas.Los niños deben saber que no es un adorno, ni forma parte
de un inventario del pasado, sino que es la vida misma.
Cuando en las noches de este verano, que ya culmina,
camino dentro de un parque, al lado de mi casa, flanqueada por 17
pinos Caribe, siento el silencio de la selva que me habla, el callado río
que la contiene, su piel, la noche que la baña de estrellas infinitas y
una luna llena que la ilumina.
Estoy a un kilómetro exacto de un centro comercial y
de una de las aterias principales d ela ciudad y a menos de 10 minutos del
centro de la capital.
Noches atrás sentí caer árboles de 80 años
de antiguedad, derribados, degollados por tractores en la madrugada. El río
esperaba su turno.
A los pies de mi casa/donde el muro divide/el
patio civilizado/y la selva misteriosa/un río de pobres aguas
encausadas/me implora que no me vaya/lo siento en la noche/como un hilo
delgado/denso en la garganta, atascado,/fluir sin fuerzas/cada mañana/cuando
me dirijo a la ciudad/siento que abandono el río/que corto el delgado
hilo/que lo une a mis noches/y no me he ido más/que unas cuantas
cuadras/no sé, siento que abandono/el río a la suerte de sus propias
aguas.(R.G.)
Los bosques están amenazados en Panamá, como nunca
antes en su historia. La rica biodiversidad de su territorio, está
mermando día tras día. Estas palabras no son una metáfora, sino una
realidad. La cintura de las Américas está siendo devorada por enanos
egoistas que le rinden pleitecía la mercado. Cada árbol derribado es un
ataúd. La ciudad está contaminada, y en el cuerpo del país, se ven las
heridas, mutilaciones, que ya se le han hecho al bosque. El bosque es el
agua, la vida para el funcionamiento del Canal de Panamá, cuyas esclusas
se alimentan de agua dulce, para pasar los barcos de un océano a otro. El
Canal de Panamá consume más agua dulce diariamente que la ciudad de
Panamá de un millón de habitantes. Sin bosques no hay agua, sin agua no
hay vida, no hay Canal...
Hay un gran movimiento de construcciones urbanas
alrededor de las áreas protegidas del Canal. Crece la preocupación
de la población panameña por la destrucción de esas zonas. La BBC de
Londres se ha hecho eco de esta preocupación y malestar de los
panameños. Son tiempos de encrucijada en el país de las encrucijadas,
lugar de tránsito, paso, encuentro.
Aquí descansan también las aves que emigran de sus
inviernos. Es un puente colgante para sus alas. Panamá es un camino, un
árbol para el cansado viajero.
Rolando Gabrielli