Lo que ocurrió hace tres meses en
el boliche República Cromagnon, no es ni será
historia. Es una tragedia y vergüenza de la desidia humana. El hecho quedó
registrado no sólo en Argentina, donde ocurrió, sino en el mundo. En una época
de horror, Cromagnon puso una cuota de espanto de alto nivel.
Decenas de jóvenes asfixiados, calcinados por las llamas,
atrapados por la muerte como en una caja negra, son testigos de una sociedad
mutilada, renga, muchas veces ciega.
Son muchos los nombres convertidos en lápidas, pequeños ángeles
del sacrificio. Y será mucho más largo el silencio del horror y del espanto si
no hay una pronta justicia.
No hay ni habrá olvido, porque la vida no es un juego que se
da y se quita en un azar envenenado.
De qué color es la música,
Florencia Soledad,
que nada es la nada
y esa noche la corchea fue negra,
pero la vida no es un azar envenenado
Mi mano reúne el polvo, querida,
que vuela, que vuela
muchacha qué dolor
produce el dolor,
lo que la inocencia deja al partir
Mi palabra es tu altar,
Florencia Soledad, no olvidar
es la consigna
Mañana, algún día,
el hombre dejará la cárcel
de su espíritu infernal,
y tú, paloma, Florencia Soledad,
volarás, volarás.
Que la nada es la nada,
pero la vida no es un azar envenenado.
Rolando Gabrielli