"Estoy muerta en vida…". Casi me muero cuando escuché esas palabras de tu boca. Es tremendo lo que dijiste. Vos sabés que a veces pocas palabras pueden significar mucho más que lo que pareciera que dicen.
Siempre odio no poder controlar lo que siento frente a ciertas palabras que escucho por parte de esas personas que quiero. A veces, muy pocas veces, mi corazón se estruja frente a las elocuentes palabras de dolor de aquellos a los que aprecio. Y me jode. Y más me jode aún no poder hacer algo como para poder ayudar.
Aprendí en estos cortos años de vida una o dos cosas importantes (y mil cosas sin sentido).
Entre esas cosas importantes, aprendí que es mucho más valioso estar simplemente en silencio frente al dolor de los demás que decir algo inadecuado.
Uno siempre cree que tiene que decir o hacer algo para aliviar a quien tiene enfrente llorando desconsoladamente. Y muchas veces no nos damos cuenta que, lo que esa persona necesita, es que solamente estemos ahí. Nuestra presencia basta y sobra. Y no es poco.
Lo demás es un sin-sentido. En esos momentos solo podríamos decir formalismos y frases hechas que ni siquiera serían entendidas por quien queremos consolar.
Yo no se cómo se debe vivir, y no creo que esté escrito en ningún libro. De hecho –como digo siempre-, si tal obra existiera es seguro que no la tendría en mi biblioteca. Es por eso que nunca doy consejos. Me causa mucha gracia ver la capacidad que tiene el ser humano para señalar a otros cómo deben vivir, sin saber arreglar sus propios problemas.
Y, ahora que lo digo, no se porque me causa gracia. No es algo risueño, es realmente patético.
A pesar de tal negativa a dar consejos te cuento algo.
Hoy descubrí una nueva paradoja de la esencia humana. Descubrí a una persona que tiene todo lo que necesita para resolver sus propios acertijos humanos y se la pasa preguntando a la vida cómo debe proceder. Me impresiona que esa persona no tenga la capacidad de mirarse en el espejo y preguntarse a sí misma cuál debería ser su próximo "paso vivencial".
A veces me pregunto si sabrá que todas esas respuestas están dentro suyo. A veces me pregunto si le interesará siquiera saberlo. Creo...perdón, siento que todo esto es una cuestión de tiempos. Que ella nunca se toma un respiro para meditar acerca de todo esto.
Y es obvio que nunca va a llegar a nada de esa manera.
Yo, que conocí a cientos de personas con menos valores y capacidades que ella y que han llegado mucho más lejos, no sabría cómo explicarle cuál es el sentido de ciertas cosas de la vida.
Es mucho peor que eso. No hablamos de capacidades cual si fueran habilidades, hablamos de cosas que tienen que ver con el corazón.
Conozco pocos corazones como el de ella. Corazones tan humanos y solidarios.
Y creo que el secreto está ahí. Yo sé de su gran corazón, y tal vez lo sepan diez o veinte personas más, pero lo grave es que no lo sabe ella misma.
Y es complicado. Más que nada por la gran venda que tiene en su espíritu, que no le permite ver la grandeza de su propia alma.
No hay respuestas frente a lo crudo de la vida, querida amiga. Sólo hay preguntas. Y cuanto más busques, más preguntas vas a encontrar.
La vida nunca es eso. La vida no es encontrar respuestas de nada. Porque si la vida fuera eso, todo se terminaría en el preciso momento en que encontráramos las contestaciones a nuestras inquietudes.
La vida es simplemente vivir cada día. Poniendo lo mejor de nosotros. Sin joder a otros.
Y las cosas van a ir llegando. Pero sólo en el preciso momento en que dejes de indagar en lo que no tiene sentido.
Las cosas empezarán a funcionar en el preciso momento en que entiendas eso. Justo cuando dejes de sentir que estás muerta en vida. Cuando veas la belleza infinita de la vida.
Y te cuento un secreto, querida amiga: ese momento, aunque no lo creas, es precisamente este momento. Despertáte, no te lo pierdas...
Christian Sanz