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HURGANDO EN EL DESVÁN

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POR DETRÁS DEL 16 DE SEPTIEMBRE DE 1955
POR DETRÁS DEL 16 DE SEPTIEMBRE DE 1955

Vivimos en una época en que mantener principios no es más que una azarosa tarea

   “El 14 de noviembre de 1955 el interventor del diario El Líder, capitán de navío Patrón Laplacette, recibió la visita de dos periodistas norteamericanos que invocaban la representación de las revistas Time y Life. Los periodistas norteamericanos tienen un aplomo y una desenvoltura tan despreocupada para afrontar las situaciones, que por lo menos parecen llevar en sus bolsillos un par de bombas atómicas. El capitán Patrón Laplacette hizo servir buen whisky escocés e invitó a la reunión al jefe y al secretario de redacción, doctor Aldo Paciello, Víctor Álvarez y al redactor Enrique Portillo. Desde las rendijas de la puerta escuchaban otros redactores curiosos. Los periodistas norteamericanos contaron que para pulsar el ambiente habían residido durante 15 días en Avellaneda, disfrazados de marinos mercantes desertores. Aseguraron terminantemente que el elemento obrero de las zonas fabriles del sur estaban decididamente en contra de la revolución. De pronto, súbitamente lo abordaron al capitán Patrón Laplacette con una pregunta intempestiva e inesperada.

  
-Dígame, capitán
-preguntó uno de ellos-, ¿usted es masón o francmasón?
  
Laplacette se crispó.
  
-Yo soy católico, apostólico, romano
-dijo, con tono de protesta.
  
El americano hizo un gesto vago. Quizá quiso decir: “Ya sabemos que esos términos no son forzosamente excluyentes ni obligadamente antagónicos”. El gesto quería decir muchas cosas, pero lo que realmente dijo el americano fue:
  
-Oh, no tiene importancia. Mañana preguntaremos a Washington. Allí están todos afiliados.

  
Los tres periodistas criollos reprimieron un gesto de asombro. Los servicios informativos de la Marina de EEUU demostraban ser de una eficacia sorprendente. El whisky era de muy buena marca, y un generoso trago fue el punto final del regocijado asombro de los redactores de El Líder. El colega norteamericano mantenía embretado al marino, que los tenía acorralados a ellos con sus ametralladoras. Junto con el whisky los redactores de El Líder se relamían de placer en este inesperado desquite. Uno de los norteamericanos quiso conocer las causas que a juicio del marino argentino habían provocado la revolución. Patrón Laplacette habló un largo rato sobre la vocación democrática del pueblo argentino, sobre los excesos de la tiranía derrocada, sobre la eliminación de la
libe rtad de prensa y de reunión, y terminó diciendo:
  
-Esta es la rebelión del pueblo argentino.
  
Uno de los americanos trasegó a su estómago casi un vaso entero de whisky. Hizo un gesto de satisfacción. Puso su vaso en un plato y como si la perorata de Patrón Laplacette le hubiera disgustado, afirmó:

  
-Para nosotros la cosa es más simple. Este es un desembarco británico. Ellos proporcionaron las espoletas y el petróleo y se los van a hacer pagar muy caro. Las bombas que cayeron en Plaza de Mayo eran de fabricación británica.

  
Y sin pausa alguna, preguntó:

  
-¿Porqué no han publicado el contenido de los alambres magnéticos del doctor
(Oscar) Alende?
  
La pregunta sorprendió al capitán Patrón Laplacette, quien sólo atinó a repetir lo que ya era de conocimiento público.
  
-Se extraviaron
-dijo, como explicación.
  
-Pero nosotros dimos una nueva copia -insistió el norteamericano.
  
-No sé……Creo que volvieron a perderse……Yo no estoy en ese asunto -arguyó, desconcertado, Patrón Laplacette.
  
El norteamericano tomó un vaso y antes de ingerírselo, a modo de punto final, dijo:
  
-Podemos enviarles otras copias, si lo desean. Los originales de esos alambres están en Washington. Ellos forman parte –una parte importante- de la prueba de la intervención de Gran Bretaña en los asuntos argentinos”
(Raúl Scalabrini Ortiz en la revista Qué, el 18 de junio de 1957)
  
El entonces diputado radical Oscar Alende había denunciado en el Congreso Nacional, en agosto de 1955, que la flota británica proveniente de Malvinas reabasteció en aguas de la Patagonia a la buques de la Armada argentina que luego participarían en la rebelión del 16 de septiembre de 1955. Concretamente, en la sesión del 10 de ese mes se logró establecer con precisión que el encuentro tuvo lugar cerca de Puerto Madryn a finales de julio.


Con una ayudita de los amigos


    De acuerdo con esto, el historiador Fermín Chávez sostiene que “Alende, por su parte, tratando de refutar dichos (del diputado justicialista José Raúl) Lucero sobre la inactividad de la flota durante tres días (a causa del temporal que se desató el 25 de julio), sostuvo que ello no contradecía “el hecho de que naves extranjeras merodearan en la vecindad de las naves argentinas”. Afirmó que el SIN tenía las pruebas y que lo único que hacía falta era un grabador: “Hay una versión fotoeléctrica captada en Puerto Belgrano y en la misma ciudad de Buenos Aires, que pudo escucharse durante tres días; y transmisiones radiales que fueron grabadas y elevadas a la superioridad en el Ministerio de Marina”. Según Alende, empezaron el 25 y fueron grabadas el 27 de julio, y se trataba de una fuente “que no podía estar a más de 200 millas de la costa” (Perón y el peronismo).
  
El 11 de febrero de 1995 un cable de la agencia noticiosa Dyn revelaba que, según el libro EEUU y el peronismo de Mario Rapoport y Claudio Spiguel, el Foreign Office británico y no el Departamento de Estado estuvo sponsoreando la Revolución Libertadora: “Rapoport y Spieguel recuerdan que luego del golpe de septiembre de 1955, el embajador británico en Argentina no podía ser más ilustrativo, pues en un informe a su gobierno escribió que había caído un sistema “esencialmente gangsteril” cuyo objetivo “fue el poder personal y el engrandecimiento y enriquecimiento del dictador y sus sostenedores.
  
En cambio, a partir de la visita del presidente norteamericano Eisenhower a la Argentina entre el 18 y el 20 de julio de 1953, el Departamento de Estado había comenzado a aplicar con el peronismo la política de la “correcta amistad”. Desde entonces, la administración norteamericana facilitó la concesión de créditos y la radicación de industrias”.
   Como se ve, el viejo león británico en aparente decadencia no se resignó simplemente a ser desplazado por su aliado y competidor estadounidense, de una región donde había sentado precedente por más de un siglo.

 

Fernando Paolella

 

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