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LA PACIENCIA DE CICERÓN

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¿LA IDIOTEZ POLÍTICA ES CÍCLICA?
¿LA IDIOTEZ POLÍTICA ES CÍCLICA?

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   “Hay que mantener el pensamiento, las convicciones y la firmeza”, afirmó K luego de calificar a la revista Noticias de “mentirosa”, en obvia referencia al episodio de la supuesta foto de su hijo, en un acto en Mar de Ajó. Antes había hecho referencia a la reciente aparición en dicha zona de los cadáveres de Azucena Villaflor y de la monja francesa Léonie Duquet, para luego proseguir con la cansina cantinela de siempre. Esa que alude a los malos de los 90, los vampiros del FMI, y todos aquellos que buscan desde las sombras mancillar la celeste y blanca. Y claro, siempre bajo la arrobada mirada de su mujer Cristina Elizabeth, la primera ciudadana que se olvidó de hacer el pertinente cambio de domicilio.
  
Ese mismo martes 11, se dio a conocer un extraño episodio acontecido en la madrugada del lunes, en el que ocho sujetos fuertemente armados irrumpieron en el departamento de la periodista Malú Kikuchi sin fines de robo. Aunque de inmediato el ministro del Interior Aníbal Fernández se solidarizó con la colega, es dable inferir que esto obedece al enrarecido clima imperante antes del domingo 23. Ese mismo día, el jefe de Gabinete Alberto Fernández saltó con los botines de punta ante las declaraciones de Alberto Balestrini que tendían puentes al duhaldismo luego del día señalado. Como el oficialismo da por descontado una victoria plena contra sus contrincantes, estiman que sería bochornoso plantear un eventual acuerdo con el adversario pulverizado.
  
“El Presidente paladea una victoria rotunda que, en el orden nacional, podría acercarlo a la que Raúl Alfonsín consiguió en 1985. Esa vez fue con el 44% de los votos. 'Tanto no, pero vamos a estar ahí', augura el mandatario a sus asesores. La usina de ese triunfo, conjetura, será Buenos Aires. El Gobierno se envalentonó las últimas horas con una encuesta realizada en la Provincia para un candidato de la oposición cuyo veredicto asombra: sostiene que con la proyección de indecisos la ventaja de Cristina Fernández sobre Chiche podría superar con holgura los 30 puntos”, aseveraba con confianza Eduardo van der Kooy el domingo 9 en el panorama político de Clarín.


Oh, tiempos, oh costumbres

   Marco Tulio Cicerón (106 a-43 a) fue un político, escritor y orador romano que se adelantó a su tiempo. Obsesionado por la pérdida de la legalidad republicana del Senado frente a las ambiciones realistas de Julio César, se opuso a sus deseos y estuvo a punto de perder su cabeza. Como al dictador le gustaban sus escritos, particularmente La República, donde lo atacaba fuertemente, se salvó aunque tuvo el buen tino de pasar a la reserva. De la que salió luego de la conspiración que acabó con la vida del tirano, pero como habiendo tomado partido de Octavio frente a su rival Marco Antonio, este le soltó la mano y fue asesinado por la soldadesca del segundo.
    Pero, como casi siempre sucede con estos eruditos atemporales, sobrevive su legado que apunta con el dedo acusador a estos tiempos de corruptela. Cicerón sostenía que todos los hombres son iguales, de acuerdo a una ley natural eterna. No iguales en saber, siendo no conveniente que el Estado intente igualarlos en riqueza, sino que son iguales en cuanto a que poseen razón, en su estructura psicológica, y en su actitud general respecto a lo que creen honorable o digno. Llegaba a sugerir que nada sino el error, los malos hábitos y las opiniones falsas impedían que los hombres sean en realidad iguales: “De todo aquello sobre lo que versan las discusiones de los filósofos, nada tiene más valor que la plena inteligencia de que nacemos para la justicia y el derecho no se basa en la opinión, sino en la naturaleza. Ello es evidente si considera la sociedad y unión de los hombres entre sí. Pues si nada es tan igual, tan semejante a otra cosa, como cada uno de nosotros a los demás. Por ello, si la depravación de las costumbres, la vanidad de las opiniones y la estupidez de los ánimos no retorciesen las almas de los débiles y las hiciesen girar en cualquier dirección, nadie sería tan semejante a sí mismo como cada uno de los hombres a todos los demás” (Las Leyes).
    En estos tiempos preelectorales donde abundan “la depravación de las costumbres, la vanidad de las opiniones y la estupidez de los ánimos”, más electrodomésticos que danzan a la caza de votantes que no tienen ni para la comida cotidiana, cabe preguntarse que pensaría ese ilustre romano frente a un escándalo más grande que el perpetrado por su odiado Catilina.

 

Fernando Paolella

 

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