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El fenómeno político Jair Bolsonaro

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Brasil: Ordem e Progresso
Brasil: Ordem e Progresso

En la bandera y el escudo del Brasil aparece el logo “Ordem e Progresso”, en alusión al filósofo francés Auguste Comte, exponente del positivismo del siglo XIX. “El amor por principio, el orden por base, el progreso por fin.”

 

En su discurso inaugural como nuevo presidente del Brasil, Jair Bolsonaro hizo referencia obviamente a este lema recalcando que ninguna sociedad se desarrolla sin respetar esos principios. Fiel a lo anunciado en su campaña electoral tuvo frases contundentes de sus principios como “Este es el día en que el pueblo comenzó a liberarse del socialismo” o “Poner fin a la mayor crisis ética y moral de la historia del Brasil” o “Liberar al país de la corrupción, la criminalidad y la ideología de género”, cerrando su discurso con su ya conocida frase “Brasil encima de todo, y Dios encima de todos”.

Como era de esperar, luego de este discurso marcando un giro de 180 grados en la política del país hacia una posición de centro derecha, ha producido un pánico entre los progresistas de izquierda del mundo, que los ha puesto en un estado de ansiedad e incertidumbre pocas veces visto con anterioridad. Se ven cuestionados, más aún en vista de los fracasos políticos de regímenes corruptos y criminales como lo son en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Y ya pusieron en marcha, como era de esperar, una orquestrada campaña de difamación y desprestigio del recién inaugurado nuevo gobierno brasileño. Desconocen y desprecian la voluntad soberana del pueblo brasileño que se expresó en forma clara y contundente y democráticamente, dándole al candidato del centro-derecha, Jair Bolsonaro el 55% de sus votos. Ya en estos primeros días de su mandato, con su nuevo gabinete en plena actividad, el apoyo popular a su gobierno se encuentra en un 75 % de acuerdo a cifras de la afamada encuestadora Ibope.

La población ha centrado grandes expectativas en su nuevo presidente y su giro radical de la política del país, mostrando al mismo tiempo el tremendo rechazo al corrupto y legendario líder Lula y su partido PT que han traicionado a la masa trabajadora del país. Gran expectativa ha creado también el nombramiento, ya en las primeras horas de la presidencia de Bolsonaro, del valiente fiscal Sergio Moro como ministro de Justicia y Seguridad Pública, en un país asolado por la corrupción y la inseguridad. Bien recuerda la población que fue él justamente quien, luego de una larga lucha, logró poner a Lula tras las rejas y acelerar el impeachment de Dilma Rousseff. Estos hechos marcaron el comienzo de una nueva era para el Brasil, que podría servir muy bien de ejemplo para otros países del continente que se debaten en un pantano de corrupción y criminalidad, con gobiernos elegidos democráticamente, pero con mandatarios pusilánimes.

Los ataques contra el nuevo presidente y su gabinete son virulentos por parte de la izquierda que se sirve de todos los instrumentos imaginables para descalificarlo desde un inicio. Los fake news en la gran prensa internacional campean a sus anchas. Frases sueltas dichas del ex militar hoy presidente en ruedas de amigos, con compañeros militares, muchas veces expresadas sin pensarlas, sirven para sus fines. Los clichés baratos, mal intencionados están a la orden del día. ¿Piensan tal vez que el pueblo brasileño es tan tonto como para elegir y apoyar tan masivamente a un líder que los llevará al abismo, y que antes estaban mejor con un presidente que era amigo y financista de criminales dictadores del continente y que ahora afortunadamente está tras las rejas para dicha de su pueblo y del continente? ¡Qué arrogancia y falta de solidaridad con el sufrido, vapuleado pueblo brasileño! Señalan a Bolsonaro hasta el cansancio como homofóbico, racista, misógino, violento, fascista, populista. Esta última acusación, dicho en passant, sería quizás la única que le cuadraría, porque es una persona de origen muy humilde, que conoce la calle, que habla un lenguaje directo sin tapujos. Su padre fue un inmigrante italiano, un “pe rachado”, es decir una persona que andaba descalzo por las calles, o sea una persona realmente pobre. Bolsonaro y sus 5 hermanos se criaron en la pobreza extrema y aceptaban todo tipo de trabajos para ayudar a la familia. Luego Jair entró en la Academia Militar y llegó al grado de capitán.

Si vamos a creer lo que escriben muchos de nuestros colegas nos encontraríamos frente a un tirano, el país enfrentaría un futuro sombrío, apocalíptico. Brasil para ellos dejó de ser fútbol, carnaval, alegría, caipirinha, samba. Si les creyéramos, el 55 % de los brasileños han elegido vivir bajo una brutal dictadura militar, un régimen que implantaría nuevamente la esclavitud, que castigaría a los homosexuales en plazas públicas, y quien sabe, prohibiría a las mujeres a conducir. ¿Acaso Brasil es un país de locos? ¿Por qué ganó en las urnas un monstruo, que no tenía ni siquiera espacios en la televisión nacional? Es cierto que a veces los pueblos se equivocan. Pero es cierto también que determinada “inteligencia cultural”, políticamente alineada con la extrema izquierda, construye mitos y anti-mitos, exagera caracteres, expande leyendas, muchas veces distorsionadas detrás de lo “políticamente correcto”. Bolsonaro molesta enormemente a estos círculos con su discurso y accionar contra el marxismo cultural que está echando raíces en el Brasil y en Latinoamérica. Mucho de esto que podemos leer u oír en múltiples medios en su contra es simplemente inverosímil, pura fantasía. Demuestra el desconocimiento del hecho que Brasil dentro de nuestro continente es algo especial, diferente y hay que empezar por conocer su historia, sus tradiciones, su lenguaje, para poder escribir objetivamente sobre la situación real del país y su gente y por lo que luchan.

Estos medios, tanto en Europa, como en los EE.UU y en nuestro continente también, ignoran la situación límite en la que se encuentra el país, la terrible violencia que azota sus ciudades, algunas de ellas prácticamente en manos de mafias narcotraficantes. Ignoran la pobreza que aumentó con el socialismo corrupto del ídolo caído que es Lula, junto a la decadencia moral y la falta de justicia que imperan en el país. En el año 2016 fueron asesinadas unas 62.000 personas. Esto significa una cuota 30 veces mayor que la de todos los países europeos juntos en un decenio, y una cuota más alta que las víctimas de la cruenta guerra en Siria. En los últimos diez años fueron asesinadas 553.000 personas a manos de gangsters, de mafiosos con conexiones políticas y policiales de alto nivel, todo esto en la época socialista Lula – Rousseff. En este recuento horroroso que presentamos, ni siquiera contamos las numerosas víctimas de violaciones, secuestros y otros hechos de sangre.

Otro aspecto del desalentador panorama que han dejado los gobiernos populistas es la enorme corrupción que azota el país y que ha llevado al juzgamiento y encarcelamiento de la cúpula PT, incluso su jefe, gracias a la incansable labor del fiscal Sergio Mora, hoy en día ministro de Justicia y Seguridad de Jair Bolsonaro. Interesante es destacar en este contexto la excelente serie brasileña del año pasado “O Mecanismo”, presentada por Netflix, que se ajusta a la horrenda realidad del Brasil de los últimos años.

A la población brasileña, hoy en día, poco importa si su presidente encaja o no en los cánones de lo políticamente correcto; quiere hechos concretos que solucionen sus dramáticos problemas dentro del marco de la constitución y las leyes vigentes. La realidad es que el sistema democrático en el Brasil es aún sólido, a pesar de la violencia y corrupción, y tendrá que enfrentar el caos reinante con las herramientas constitucionales a disposición. Bolsonaro cuenta con un partido minoritario, el Partido Social Liberal, y estará obligado a acordar sus proyectos con las otras cuarenta organizaciones políticas representadas en el congreso, o sea que tendrá un férreo control parlamentario. Para intentar dar vuelta a la página política del Brasil, el país más grande de nuestro continente, Jair Bolsonaro y su gabinete han decidido rechazar al socialismo y la idea de un Estado todo-poderoso, que los ha llevado a la ruina, y han elegido el libre mercado y el capitalismo en su versión moderna. Es de esperar y desear que triunfen en este titánico esfuerzo, teniendo en cuenta los poderosos enemigos que enfrentan a nivel nacional e internacional. En la medida que el gobierno de Jair Bolsonaro pueda ir resolviendo los problemas concretos, contando con el apoyo masivo de la población, bien podrá Brasil retomar nuevamente el rol importante que le corresponde en el futuro de nuestro continente. Brasil votó al futuro, no al pasado. 

 

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