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EN EL OTOÑO DE NUESTRA CALENTURA

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LA INTERMINABLE INTOLERANCIA KIRCHNERISTA
LA INTERMINABLE INTOLERANCIA KIRCHNERISTA

EN EL OTOÑO DE NUESTRA CALENTURA

    Cecilia Pando suele irse de boca, exasperando a un gobierno calentón que, como carece de ideas, suele recurrir a los exabruptos para llenar el vacío que lo aqueja. La mediática esposa del ex mayor Pedro Mercado pasea su sonrisa y su ira en cuanto acto oficialista y de reivindicación de la guerra sucia tiene a tiro, provocando la inmediata reacción de los otros. Y estos, tomando la memoria colectiva como bien de usufructo personal, se le van al humo. “Yo estoy en contra de todos los terrorismos”, le respondió al periodista de Clarín Guido Braslavsky la actual asesora de la diputada pattista Nélida Mainzur. En el otro costado del ring, Néstor Kirchner falseó la historia cuando desde la terraza de la Casa Rosada aludió a la vuelta de los Montoneros a la Plaza, para luego desandar lo dicho como es su costumbre.
  
No es baladí recalcar esto, puesto como se aludió en un análisis reciente, una de las características de dicha organización político-militar fue su progresivo autoaislamiento que lo llevó a una suerte de ghetto ideológico, para luego implosionarse desde dentro. “Nosotros pensamos que el partido revolucionario tiene que ser un partido de masas. Cuando un partido revolucionario se esfuerza en convertirse en un partido de masas, de dos ocurre una: o bien hace pesar el rigor ideológico antes que la unidad política de las masas, y en este caso no será un partido de masas, o bien diluye su ideología para no dividir a las masas. Y entonces, aunque se haga llamar un partido, será de hecho un movimiento”, declaraba Mario Firmenich en un reportaje a la revista francesa Afrique-Asie el 30 de octubre de 1978. En ese momento, el líder de la organización citada disfrutaba de su dorado exilio europeo, luego de haber pactado con Massera para no empañar el Mundial 78, mientras miles de sus adherentes languidecían en la ESMA y en otros centros clandestinos de detención. Y el presidente Kirchner, estaba en Río Gallegos abultando la fortuna familiar gracias a la especulación inmobiliaria.
  
“Si nuestro Presidente, en lugar de insistir en un mensaje parcial de nuestra historia de los años setenta, ensayara uno comprensivo y totalizador, no solamente se acercaría a la verdad histórica, sino que también apaciguaría ánimos y mitigaría dolores. Si el Gobierno, sin renunciar a los objetivos que persigue en el área de Defensa, cambiaría la espectacularidad de los anuncios por la prudencia y la reflexión, también este clima cambiaría”, infería el ex ministro de Defensa radical Horacio Jaunarena en el periódico de marras. Razonamiento muy semejante a la teoría de los demonios, patentizada por Pablo Giussani en su libro “Montoneros, la soberbia armada”: “Gran parte de la violencia que ensangrentó a la Argentina en los últimos años 60 y en la década del 70 fue así una contienda entre dos simétricos totalitarismos militares, que asimilaban toda actividad política a las leyes de la guerra y que mantenían utilitariamente regimentadas a sus respectivas civilidades en el papel de escuderos”.


La madre de todos los conflictos

  
Los políticos argentinos son amigos del conflicto permanente, mal que les pese. Y casi siempre cuando lo hay, procuran en negarlo y cuando no existe, se desgañitan para inventarlo. Es la razón de su existencia, pues sin él muchos no sabrían por donde encontrar una razón suficiente que justifique lo abrumadoramente gataflorístico.
  
Así, la actual pelea entre Kirchner y Lavagna remeda la relación ambivalente entre Menem y Cavallo que culminó cuando la calva cabeza del segundo rodó en el invierno de 1995. Sucede que cuando no hay consenso, y no existe un plafond propio que no sea alquilado, los dirigentes suelen apelar a esa falencia con el concierto cansino de la pelea permanente.
  
Desde la restauración democrática, el cuento de la pesada herencia recibida es utilizado hasta el hartazgo para intentar subsanar la incapacidad real o manifiesta. Siempre se le ha echado la culpa a la administración anterior, suma de todos los males y cabeza de turco para descargar arietes verbales. Claro ejemplo lo constituye con creces el jefe de Gabinete Alberto Fernández, quien recientemente se ofuscó ante el rechazo de los socialistas a compartir con las huestes del supremo pingüino. Que picardía que ese socialismo no haya sido capaz de colaborar con un gobierno democrático. Lo convoqué (a Polino) sabiendo que iba a ser un socialista en el Gobierno, pero los mismos que en algún momento dejaron que los socialistas actuaran con Videla, parece que ahora se oponen a que un socialista sea parte de un gobierno democrático”, sostuvo quien en los 80 militaba en el movimiento nacionalista constitucional para luego en la década siguiente pasarse al menemismo y luego al cavalismo. El camaleón de la canción, “que cambia de color según la estación”, se presenta de forma omnipresente en la actividad política vernácula. Pues así, el amigo de hoy bien puede tornarse en el enemigo de mañana para luego convertirse en el aliado estratégico de pasado mañana. Es que acá no sólo el fin justifica los medios, sino también los medios crean las condiciones asequibles para que los fines salgan a pedir de boca.“Es que cuando comprobó que la progresiva instalación de Lavagna jamás terminaría confluyendo con sus planes, Kirchner reaccionó según la prescripción básica de su manual político: si no está a favor está en contra, por lo tanto hay que pulverizarlo”, resalta con certeza Julio Blanck en el panorama político del Clarín del domingo 4 de junio.
    Falta poco para el comienzo del Mundial de Fútbol Alemania 2006, en Capital Federal la temperatura se muestra apacible poco antes del invierno, pero la corporación política sigue mirándose el ombligo.

 

Fernando Paolella

 

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