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Cuando la caridad es pecado

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La iglesia y la pobreza
La iglesia y la pobreza

“Yo creo que el mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla”. Benjamín Franklin

 

Una reciente campaña que circula en Facebook, pide a la Iglesia Católica que abra las puertas de las iglesias para que la gente en situación de calle pueda refugiarse los días de frío.

El drama de los “sin techo” es un problema que se presenta en casi todos los países del mundo. Valga como ejemplo España, que según cifras de la Revista del Ministerio de Trabajo e Inmigración de ese país, el número de homeless allí asciende a 21.900 personas, una cada 2.000 habitantes.

Los factores que intervienen en este flagelo no son meramente económicos, existe una alta tasa de trastornos psiquiátricos y de adicciones bien documentado a nivel mundial; incluso algunos sin techo eligen esa forma de vida, aunque son los menos.

La campaña que se desató recientemente, cuenta entre sus promotores a Juan Grabois, quien dijo: "La responsabilidad principal es del Estado, pero el resto no podemos ser indiferentes. Las organizaciones populares deberíamos comenzar con nuestros propios locales", una interesante propuesta de acción para quienes sienten el deber moral de asistir a estas personas: pasar del reclamo para que lo haga otro a hacerlo uno mismo.

Pero lo verdaderamente llamativo, es que muchos detractores de la iglesia católica, militantes del laicisismo fanático e incluso agresores materiales o verbales contra ella; son los principales viralizadores de esta campaña, mostrando una absoluta falta de coherencia al exigir que resuelva este mal, quien si por ellos fuera, debería desaparecer de la faz de la tierra y arder en el infierno (valga el sarcasmo).

Antes de continuar, quiero aclarar que considero que el estado debe asegurar la libertad de culto y no debería mostrar favoritismo alguno para con ninguno; eso no quiere decir que desconozca los antecedentes históricos y las preferencias de la mayor parte de la población argentina hacia la religión católica.

De todos modos, bien o mal, los diferentes credos religiosos son activos promotores de acciones caritativas, las que no valen la pena mencionar por ser de público conocimiento. Creo que el nudo del problema no pasa por allí, por más que se pretenda estigmatizar a la iglesia católica en un pervertido uso ideológico y político de quienes sufren, ella no es quien debe responder.

Las grandes ciudades del mundo cuentan con refugios para las personas en situación de calle, espacios en los que generalmente quedan cupos vacantes pues los homeless no quieren dejar “su espacio” y “sus pertenencias” desamparadas por miedo a que sean “robadas”.

Para poder obligarlos a dormir allí contra su voluntad y sin haber cometido ningún delito o contravención, deberían ser declarados incapaces. De no ser así, se estaría violando la libertad de estas personas. La persuasión es sin dudas la herramienta que corresponde utilizar para convencerlos, pero lamentablemente tiene un alto grado de fracaso.

Ahora me gustaría plantear una relación entre las distintas ópticas y aprovechamientos políticos e ideológicos del concepto de propiedad privada, la que resulta a todas luces muy importante para los que menos tienen, los “sin techo”.

Aristóteles aseguraba que “sólo la propiedad privada posibilita actuar moralmente, esto es, practicar las virtudes de la benevolencia y la filantropía (o caridad)”. Esta afirmación reafirma la importancia que tiene la propiedad privada; o sea, el derecho a la libre disposición de ella por parte de su dueño, la falta de derecho de un tercero a disponer de lo ajeno, o de obligar a un propietario a hacer un uso de su propiedad contrario a su voluntad.

Incluso como ya advertimos antes, los tentativos beneficiarios de este uso arbitrario de la propiedad ajena (los sin techo), son severos defensores de la propiedad privada, al punto de resignar comodidades y servicios casi esenciales, e incluso al límite de poner en riesgo “sus vidas” en la defensa de “sus cosas”.

La caridad, la solidaridad o la filantropía NUNCA pueden ser impuestas por la fuerza. Si se asignan de modo coercitivo, dejan de ser un hecho virtuoso para transformarse en un modo de esclavitud, mediante el cual un “benefactor” arranca los bienes de unos para dárselos graciosamente a otros según su propio criterio, autoproclamándose así en un censor que se considera a sí mismo como un ser moralmente superior y elegido por dios para hacer justicia.

Esta caridad a palos (materiales o virtuales) esclaviza a quien pierde sus bienes, pero también esclaviza a quien los recibe, pues a este último le arrebata y destroza uno de sus bienes más preciado, su dignidad.

Es interesante ver como los promotores de esta campaña, aquellos que se identifican con las ideas social demócratas o con las de la llamada izquierda argentina, reclaman que las iglesias abran sus puertas para alojar a las personas en situación de calle, pero no exigen lo mismo para con las municipalidades o los congresos, incluso tampoco ofrecen sus propias viviendas. Bien lo expresó Oscar Wilde en “El alma del hombre bajo el socialismo”: “La caridad crea una multitud de pecados”. 

 

3 comentarios Dejá tu comentario

  1. Ningún hombre puede tener el derecho de imponer a otro hombre una obligación no escogida, un deber no recompensado o un servicio involuntario. --- El argumento de la intimidación es una confesión de impotencia intelectual.

  2. Siempre habran, siempre existiran imbeciles de turno como este personaje Grabois, que gracias a la plata que le sacan al estado viven de los pobres y de la pobreza ajena, bacanes de cuarta, escupiendo para arriba. Pero parece que tan mal no le va, hasta es intimo de Francisco, y en fotos aparece poniendo su mano sobre el hombro del Papa. Aunque hay que recordar que no toda la culpa la tiene el chancho, sino tambien quien le da de comer..

  3. No son unicamente económicos? En todos los paises capitalistas se está dando una concentración del capital en pocas manos. Lea el libro del economista francés: "El capital en el siglo 21". En el siglo 21 hablar de pecado, mas bien habría que hablar de injusticia, de una distribución del ingreso poco equitativa, hay gente que aun teniendo trabajo es pobre.

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