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Los horribles… operadores, espías y otras miserias de la política y el periodismo

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Anticipo de libro: los secretos del "Tano" Angelici
Anticipo de libro: los secretos del “Tano” Angelici

Habían pasado dos semanas desde la asunción de Mauricio Macri cuando Patricio entró a Rond Point y lo vio al Tano en toda su dimensión. Había ocupado dos de las mesas más alejadas de la puerta y estaba ensimismado y solo, aunque a pocos metros de distancia se hacían los distraídos dos de sus custodios, que tomaban café con el delicado cuidado de damas inglesas. El Tano y Rond Point estaban unidos por una historia y un hombre en común.

 

Sobre avenida Figueroa Alcorta, a metros del edificio de la televisión pública, la confitería había sido sede tertulias y desfile de gateríos desde hacía veinte o treinta años, pero se resistía al paso del tiempo y a los cambios de hábitos de la noche de la lujuria vip. Había sido en ese mismo lugar, entre espejos y vidrios espejados, donde Macri había saltado del mundo privado al público unos años antes. Tal vez por eso el Tano la usaba ocasionalmente como oficina, tal era su devoción por el nuevo presidente.

¿Qué hacía allí, casi en soledad, observando una pila de papeles, marcando con una lapicera algo que la distancia no permitía adivinar? Patricio, por supuesto, era uno de los de su raza. Y no pudo con su curiosidad. Aunque había ido hasta allí para juntarse con uno de sus contactos, sus piernas lo arrastraron directo hasta la doble mesa del Tano. Lo interrumpió y se pusieron a conversar de trivialidades, hasta que el Tano le contó lo que hacía.

La pila de papeles era un listado con los distintos organigramas del nuevo gobierno o más bien de los nuevos gobiernos, porque su amigo el presidente no solo había ganado el poder central de la Nación sino también a la poderosa provincia de Buenos Aires y aún conservaba la ciudad. Las planillas describirían cada uno de los muchos puestos disponibles. Ministerios, secretarías de Estado, departamentos, organismos descentralizados, autárquicos, puestos de todo tipo y color a lo largo y ancho de un Estado gigantesco y de pronto regalado para los cazadores. “Tenemos que completar miles de cargos”, dijo el Tano. “Y adiviná quién va a llenar estos casilleros.”

Aquello que estaba viendo Patricio, y que escribió luego en sus borradores, era mucho más que un hombre llenando casilleros. Estaba viéndolo al Tano Angelici. Y el Tano Angelici, supuesto abogado, supuesto tantas cosas, era en realidad una política de Estado.

Historia. Daniel Angelici. El Tano. O El Coterráneo. Su incursión en el universo político fue, como ya sabemos, a través del Coti Nosiglia. Aunque la memoria de algunos le asigna el rol de chofer del Coti, Patricio y otros le atribuyen un rol de secretario privado o de delegado directo en la militancia radical de base. De él aprendió la política del tejido, la construcción a través de la proliferación de ahijados y de favores. Con poco más de treinta años, se movía en un auto importado, de su muñeca colgaba un reloj de miles de dólares, de su cuello un collar de oro.

El Tano llegó a la vida de Macri antes de conocerlo. Fue en coincidencia con el arribo de Kirchner al escenario nacional, cuando en las elecciones del 2003 Macri intentaba, todavía sin éxito, convertirse en jefe del gobierno porteño. El Tano no solo manejaba sus bingos sino que ya era presidente de la Cámara Argentina de Salas de Bingo y Anexos (CASBA), que hacía aportes periódicos a las cajas de la política y gracias a eso había conseguido el aval para llenar las salas de bingos con las depredadoras máquinas tragamonedas, lo que multiplicó el negocio y también su atractivo para los partidos políticos, siempre deseosos de aportantes para las campañas electorales. El Tano seguía participando de la vida política del radicalismo, siempre siguiendo los pasos del Coti, quien fue uno de los primeros dirigentes radicales en ver en Macri la oportunidad de mudar hacia él las aspiraciones de un partido que, tras la caída de la Alianza, se encontraba realmente desahuciado. Había otros puentes, por supuesto, pero eso le alcanzaba al Tano para que apostar por Macri le resultara natural y hasta obvio. Así que así lo hizo. No sabremos cuánto, pero Angelici donó parte de sus ganancias del negocio del juego y prestó empleados de sus bingos para fiscalizar las mesas del día de aquella primera elección con Macri como candidato. Era radical de cepa, pero empezaba a ser macrista.

Sin embargo, iban a pasar un par de años para que se vieran cara a cara. Ocurrió recién en el 2005, durante un encuentro en el bar Los Naranjos, de Pergamino, ciudad que El Tano empezaba a sentir como propia, por afectos y por el formidable éxito de su imponente Bingo Imperial. Macri había ido a Pergamino de gira proselitista junto a su primo Jorge y terminó cenando en la casa de ese coterráneo que hablaba con cierta torpeza pero era frontal y un interesante financista. Los puntos de contacto eran múltiples. La historia familiar y de ascenso social. El radicalismo. Un montón de conocidos en común. Además de la pasión por Boca, el club que Macri dirigía desde hacía unos años y del que Angelici se declaraba hincha fanático. No pasó más que un suspiro para que al propio Tano se le abriera una puerta en la bombonera. Pocos meses después del encuentro en Pergamino, pasó a trabajar en la tesorería del club.

Macri venía de unos meses muy conflictivos en Boca, cuyos triunfos deportivos estaban manchados por denuncias muy graves sobre posibles coimas cobradas por pases de jugadores y sobreprecios en las obras de refacción del estadio. Fue El Coti quien le ofreció al Tano como una solución posible para sus problemas. Macri no dudó un instante: ¿qué mejor que poner a controlar la caja a un especialista en manejar números y en hacerlos caer donde mejor le convenga?

 
 

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