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Cuento: La gente me cae mal

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Todo parecido con la realidad...
Todo parecido con la realidad...

Estimado Señor Gerente de Amapon S.A.

 

Déjeme hablarle con absoluta franqueza: Me cae mal la gente. No me entienda mal: no se trata de una cuestión personal, ni profunda. Al contrario: muy banalmente son las funciones vitales biliares de las personas que día tras día me resultan más insoportables: las voces, los pasos, los movimientos sin ir más lejos. Y ni hablar de las palabras mismas que utilizan, los temas de los que hablan y repiten con variaciones monótonas con tal de no quedarse callados, inmóviles. Cada sonido me llega como un chillido de subte en curva con frenos sin lubrificar en años, astillas de madera sutiles que se clavan lentamente bajo la piel. Y sufro. Sufro físicamente, banalmente con cada parte de mi cuerpo que es tan banal como de cualquier otro. Porque, Señor, que quede bien en claro: No me siento diferente, superior. Me doy perfectamente cuenta de que yo misma hago los mismos movimientos, de labios, de manos, de piernas. Grito, hablo siempre de las mismas cosas, obligo a los demás a la presencia de mi cuerpo, de mi voz, de mi olor.

Pero créame si pudiera me alejaría, pero ¿A dónde? ¿Cuál es aquel lugar recóndito en el mundo donde se pueda ser libre sin estar solo? He aquí la contradicción última de la que no se escapa. Pero no crea, Señor, que antes de escribirle no haya buscado soluciones. Ahí me verá caminar con tapones en las orejas, cruzando la calle al verlos llegar, cambiando mil veces de lugar mi sombrilla en la playa. Pero increíblemente parece que por más que intente más atraigo la banalidad del ser. Soy un imán de ruido, un pozo sin fondo que chupa charlas inútiles. No bien me siento en un banco en un parque tranquilo , debajo de un árbol, no pasan ni tres segundos y llegan tres niños chillando . Y bien sí, los niños también me molestan. Me da vergüenza pero su vitalidad bestial no me hace más gracia. Aún existirán niños tímidos chupando en silencio un helado observando el mundo con ojos inmóviles?

Voy al cine a mirar las películas menos populares y me siento en los lugares peores, respirando a pulmón abierto el aire límpido y transparente a mi derecha e izquierda. Pues esté seguro que a más tardar a los cinco minutos llegará una pareja de amigas que se sientan justamente al lado mío, compartiendo sus temas y alegrías en los mínimos detalles.

Me toman por neurasténica, complicada. Me dan consejos: “¡No te obsesiones, que te importa!” Como si alguien que tiene frío en la nieve podría dejar de temblar con nomás quererlo. Yo SIENTO el ruido, el espacio robado, la frecuencia tapada, con un órgano sensorial ajeno a los demás. ¿Seré una mutación genética de los años veinte, una nueva especie inadaptada al mundo de hoy?

Llego al punto, estimado gerente: Después de haber consultado con admiración vuestra vasta gama de productos protectores para buceadores, albañiles, astronautas, arqueólogos , aquí mi pedido: Puede ofrecerme un traje sutil y poco llamativo que me cubra de arriba para abajo y me aísle de todos los estímulos humanos no deseados y que sin embargo me permita seguir en este mundo?

Adjunto detalles de mi tarjeta de crédito: Siéntase autorizado a su uso ilimitado.

Cordialmente,

Licenciada Dalia de la Cruz

 

1 comentario Dejá tu comentario

  1. Lo que puedo añadir es que si señora, en parte tiene razón, las mayoria de la gente por sobre todo las nuevas generaciones son muy superficiales, bastante infantiles, altamente consumidoras. No por nada tanto ruido alrededor... Ahora además tiempo de contienda política!!

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