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¿En qué Perón se está inspirando Cristina Kirchner, el acuerdista o el guerrero?

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Una Vicepresidenta que se autopercibe reina y un Alberto Fernández por completo "camporizado" apelaron, en el cierre de campaña del FdeT, al Perón más problemático de los ´70: el que para volver al poder engendró una criatura que resultó una trampa mortal. Aunque a continuación llamaron a un gran acuerdo nacional. ¿En qué quedamos?
Una Vicepresidenta que se autopercibe reina y un Alberto Fernández por completo “camporizado” apelaron, en el cierre de campaña del FdeT, al Perón más problemático de los ´70: el que para volver al poder engendró una criatura que resultó una trampa mortal. Aunque a continuación llamaron a un gran acuerdo nacional. ¿En qué quedamos?

Cristina Kirchner fue protagonista estelar del cierre de campaña del Frente de Todos. Habló hasta por los codos, de su nieta, de sus manías, de sus enemigos y de muchas otras cosas. Pero un tema llamó la atención por sobre todos los demás: las referencias al último Perón, para descalificar al periodismo y a los medios de prensa, y para justificar su negativa a participar de programas políticos de la televisión.

 

En el video que Cristina y Alberto Fernández compartieron entre sí, y luego con la audiencia, un Perón que a principios de los años setenta está volviendo al país y preparándose para volver también al poder, se muestra particularmente despectivo con los periodistas para justificar su renuencia a someterse a sus preguntas. Sostiene que los debates televisivos son protagonizados por “ignorantes o malintencionados”, y organizados por empresas que hacen de sus trabajadores “servidores” de sus intereses, convirtiéndolos en “cholopequistas”, en alusión al sindicalista que dirigía su gremio y era cercano al gobierno de Lanusse.

Todo muy a tono con lo que siempre ha dicho y hecho Cristina, así que por ese lado no habría ninguna novedad. Pero que haya sido Alberto quien, según la jefa, le envió y sugirió inspirarse en ese video tal vez está indicando que en la actitud del “presi” hacia el periodismo sí haya una novedad: puede que esté encarando una autocrítica sobre el modo más bien abierto y plural con que hasta aquí manejó su comunicación. Porque lo cierto es que Alberto sí ha participado, al menos hasta hace un tiempo lo hacía, de programas políticos en distintos canales, de distintas empresas, y ha dado reportajes a muchos periodistas, incluidos algunos, no muchos, críticos con su gestión. Que ahora comparta el desprecio de Perón por toda esa gente debe querer decir que, como el resultado podría pensarse que no fue hasta aquí muy favorable para su figura, está arrepentido, y se la agarra con el mensajero. Y tal vez sea también una señal de lo que se viene: nos debe estar adelantando que de ahora en más ya no se va a prestar a ese juego, que viene una mano más dura.

Por otro lado, que en el caso de Cristina ese trato con el periodismo no suponga ninguna novedad podría llevar a pensar que en la referencia que hizo a esos planteos de Perón hay aún otra intención, y un mensaje más amplio: tal vez uno que nos ilumine el modo en que está viendo el difícil cuadro que este peronismo, el que ella conduce, va a tener que gobernar, y cómo piensa hacerlo.

Perón no solo explica en el video en cuestión por qué desestima la requisitoria de los periodistas y los medios. Expone algo mucho más importante: cómo se administra el poder y cuál es su personal “posición de enunciación”, su lugar en la política argentina. Y lo hace, no por nada, con Isabel a un lado y rodeado de un coro de adulones que lo festejan, entre los que destacaba el servicial Héctor J. Cámpora, pero cuya composición y orientación ya digitaba con mano de hierro un astrólogo predecesor de Victoria Tolosa Paz, don José López Rega.

Esto es importante anotarlo. Porque si Cristina se entusiasmó con este video de Perón en parte al menos debe haber sido porque ese poder que había construido para sí el ex y futuro Presidente debe haberle hecho pensar en el que ella misma ejerce, o sueña con ejercer.

Perón explica allí que su rol no es comparable al de ningún simple mortal, que debe “hacerse conocer por la gente” y tratar de convencerla, y está condenado, para lograrlo, a “hacer propaganda”. Cosa que él no necesita. Está más allá de toda esas miserias, y por tanto de toda interpelación y crítica. De allí que quienes hablan mal de él no hagan más que fortalecer su comunión con “el pueblo”; porque al “pueblo” él no tiene nada que explicarle, ya entre ellos se entendieron de una vez y para siempre, y ese vínculo nada lo puede afectar ni amenazar. Así las cosas, cuando él sintiera la necesidad de “hablar con el pueblo”, lo haría, sin mediadores, y podía seguir siendo el eje y el artífice de la política argentina incluso sin hablar. Lo que se dice una posición de enunciación extraordinaria, no meramente carismática, sino celestial.

¿Pero en serio Perón imaginaba que podría seguir disfrutando de ese lugar cuando estuviera al frente del Estado, cuando tuviera que atender, con recursos limitados, las desbordantes expectativas que había generado precisamente para volver a ese lugar? ¿Y, encima de todo, que iba a poder hacerlo con Isabel a un lado y López Rega al otro?

Como se sabe, lo intentó. Y el resultado no fue lo que digamos satisfactorio. Antes ya de que la muerte le interrumpiera todo ese dispositivo y su relación con la sociedad, con los actores organizados del movimiento y con los demás, estaba haciéndose pedazos. Y su fallecimiento solo aceleró el desastre.

Pero pese a toda la evidencia histórica que existe al respecto, que debería aleccionarnos, y en particular aleccionar a los peronistas, sobre las desventajas de despreciar las instituciones, el diálogo y de exagerar las capacidades de ejercer una comunicación directa e infalible con “la gente”, ahora pareciera que Cristina quiere intentar algo parecido. Y Alberto le da soga. Desconociendo que las cosas no pueden salir mucho mejor que entonces: con suerte no habrá la misma carga de violencia, pero en cuanto a la eficacia en el gobierno, puede que no sea mucho mayor. ¿Es algo por el estilo lo que, de todos modos, se va a intentar en los dos años que restan de esta administración? Y, ¿en serio es el Perón guerrero y omnipotente es el que ahora reivindican Alberto y Cristina? ¿Ese es el molde que imprimirán al peronismo que nos ofrecen para el presente y el futuro del país? ¿Tiene alguna lógica?

Para terminar de desconcertar a sus propios seguidores y al público en general, Cristina aludió a continuación, en ese acto de cierre de campaña, igual que viene haciendo en los últimos tiempos con creciente énfasis, en que es hora de llegar a algunos acuerdos con la oposición: habló de un entendimiento para encarar la negociación con el FMI, y también se habla de un “pacto a diez años sobre diez políticas básicas”, y de otras variantes por el estilo. ¿Estarán pensando en una reedición del abrazo de Perón con Balbín, sino con Macri, al menos con Horacio Rodríguez Larreta? ¿Es algo más que una simulación para causarle más problemas al jefe de Gobierno porteño, horadando el frente unido que halcones y palomas de JxC, pese a todas sus diferencias, hasta aquí sostienen?

Lo más probable es que haya mucho de esto último y poco de lo primero. La participación de los opositores en la negociación con el Fondo es un reclamo del mismo organismo. Que Cristina y Alberto han recogido con la exclusiva intención de disipar su responsabilidad en el ajuste, y culpar a sus contrincantes de haber “originado este problema”. Cosa que repiten en cuanta oportunidad se les presenta.

Es cierto que el Gobierno nacional difícilmente se radicalice en materia económica en los próximos tiempos, y tal vez adopte al menos algunos de los cursos de acción que vienen proponiendo los opositores: podría emprender un cierto ordenamiento de las cuentas públicas y de las reglas financieras, cambiarias y tarifarias, reduciendo la distorsión de precios relativos, el cierre de la economía y hasta blanqueando parte de las presiones inflacionarias que se han ido escondiendo bajo la alfombra. Pero si lo hace será seguramente para ganar tiempo, y volver a las andadas en cuanto tenga oportunidad, más cerca de las próximas elecciones presidenciales. Y difícilmente ese giro vaya acompañado, por tanto, de la renuncia a instrumentos que el kirchnerismo ha incorporado ya a su mundo ideal: el cepo cambiario, las restricciones al comercio, en particular al de alimentos sensibles para la “mesa de los argentinos”, el manejo discrecional de las jubilaciones, etc.

Que sigan administrando un ajuste tan desordenado como difuso, tanto a través de la inflación como de recortes en el gasto social, los salarios públicos y en particular las jubilaciones, además, no les impedirá sino que más bien los alentará a radicalizarse en otros terrenos. Para compensar a sus militantes más fervorosos. Y también porque su prioridad sigue siendo desarmar lo poco que queda de Justicia independiente, y deben pensar que polarizando la escena lo suficiente, podrán mantener unido al peronismo territorial y sindical detrás suyo, que es finalmente la garantía para conservar una mínima gobernabilidad, y para soñar con retener el poder en 2023.

¿Lo lograrán? Los resultados de este domingo van a empezar a delinear una respuesta. Y también lo harán las voces peronistas que tanto se extrañan en estos días, las de todos esos dirigentes que creyeron que lo que venía con la convivencia en el Frente de Todos era una fórmula de moderación, pero ya se deben haber desayunado que resultó en verdad una reedición berreta de todos los experimentos ya conocidos, de errores y fracasos que, en un contexto mucho peor que el original, no hay chance de hacer pasar por buenos ni por nuevos. Esas voces que hoy tanto se extrañan seguramente no ahora, pero sí tal vez después de noviembre, se empezarán a desperezar. Y tal vez nos ofrezcan una discusión más intensa e interesante que la escuchada hasta aquí respecto a cuál es el Perón que conviene rescatar hoy en día, el acuerdista o el guerrero.

Ojalá algo de eso se escuche antes que sea tarde. Para que no nos suceda como al Perón de los ´70. Que cuando quiso retomar los intentos que había dejado a medio camino dos décadas antes, para contener la puja distributiva, ordenar las cuentas públicas y frenar la inflación, moderar los conflictos políticos y hacer posible una mínima convivencia en una escena muy polarizada, en serio polarizada, descubrió que sus fuerzas lo abandonaban y ya nada podía detener el descalabro en el que se iba hundiendo el país.

 

 

 

 

3 comentarios Dejá tu comentario

  1. Es absurda la pregunta del cronista de la nota, pues a esta altura de la evolución del "CRISTINISMO", está mas que claro que ella USA (como todos despuès de la muerte de Perón) al PERONISMO como COARTADA para cumplir con sus ambiciones y canalizar su resentimiento de origen. El poder PERSONALISTA solo abreva en el INTERES OBSESIVO del o la lider en este caso. Evidentemente , gran parte de la sociedad le ha dicho....¡PIEDRA LIBRE! Ya conocemos TU JUEGO y que para nada aporta para EL BIEN COMUN. Está mas que claro que el OBJETIVO de CFK en esta etapa de tenencia del poder era alcancazar la IMPUNIDAD PARA SI, SU FLIA Y SUS SOCIOS---¡Tal como se está viendo en los casos de Lazaro Baez, Cristobal Lopez y DE Souza! ¿O es mentira acaso?

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