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Corrupción en el Ejército

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OSVALDO MONTERO Y LA VERDADERA TRAMA DE SU CAÍDA
OSVALDO MONTERO Y LA VERDADERA TRAMA DE SU CAÍDA

Fue una de las noticias centrales de la semana pasada. Hubo quienes pensaron que era un “patriota” que se rebeló contra un sistema que consideraba injusto. O que estaba complotando contra el régimen en defensa de sus camaradas prisioneros por haber combatido a la subversión. Y hasta quien murmuró en alguna reunión de viejos soldados que intentaba acuartelar unidades militares como reacción ante la desarticulación de las Fuerzas Armadas. Pero ninguno de los supuestos resultó real.

 

Se trató de una lastimosa historia con trasfondo de intrigas, de escuchas y de disputas palaciegas en la interna política por posicionamientos en el recambio que se venía en el Gabinete.

La primera información, obviamente, cayó como un rayo: "La ministra de Defensa, Nilda Garré, echó al jefe de Inteligencia del Ejército, el general de brigada Osvaldo Montero".

Todavía no estaban claros los motivos. Ahora sí.


Emboscada para un insaciable

El Jefe II Inteligencia del Ejército depende formalmente del director nacional de Inteligencia Estratégica Militar, que actualmente es el ex PCI Carlos Aguilar, quien dice ser “licenciado en ciencias políticas”, un amigote de Marcelo Saín, gracias a quien llegó a tan elevada posición.

Sin embargo, desde que asumió el General Montero, este audaz artillero se las ingenió para reportar directamente a la ministra Garré (lo que en el ejército se conoce como “puentear” al jefe).

“Tomá este celular para que me llames cuando quieras” ─le dijo “el licenciado” Aguilar al hoy destituido jefe de Inteligencia del Ejército, general Osvaldo Montero, meses atrás, cuando le regaló ese "chichecito" de última generación, con Internet de navegación libre de 1 Mega, capacidad para mandar mails y cámara fotográfica incorporada de 7.1 Mega Pixels.

Desde entonces usó ese teléfono para todo y cometió la torpeza conocida, a pesar de que obviamente tenía a su disposición diversos medios de comunicación propios con medidas de seguridad más efectivas. Aunque es dable destacar que no hay líneas totalmente inviolables frente a las tecnologías que maneja la SIDE.

En esas grabaciones Montero mantenía diálogos con la directora nacional de Inteligencia Criminal (depende de la cartera de Aníbal Fernández), Verónica Fernández Sagari, en momentos en los cuales era mencionado como firme candidato a suceder a la ministra a partir del 10 de diciembre.

Montero -dicen- buscaba así posicionarse frente al cambio, mientras en ámbitos castrenses también su nombre empezaba a sonar para la subjefatura del Ejército.

Justamente, desde ese celular hizo “comentarios críticos” acerca de la escribana Garré y fue grabado por la SIDE, tal como informó oportunamente diario Clarín. Luego, un CD con las opiniones de Montero habría llegado hasta el despacho de la ministra, quien lo relevó el 9 de noviembre sin esperar fin de año cuando se producen los pases y retiros dentro de las Fuerzas Armadas.

El desenlace ocurrió hace dos semanas, cuando Garré levantó el teléfono, llamó al subjefe del Ejército, general Luis Pozzi (el jefe, Roberto Bendini estaba de viaje) y le dijo: ─ “Dígale a Montero que se va. Por deslealtad”.

Lo que parece estar claro, a la luz de la fulminante reacción de Garré, es su enojo con el general de Inteligencia. En diciembre deben producirse los relevos y cambios de destino habituales de fin de año, pero la ministra no quiso esperar la ocasión para una salida más elegante del militar.

Cuando Garré echó a Montero, Bendini estaba en Brasil, en la Conferencia de Ejércitos Americanos que culminó el 9 de noviembre. Es decir, el hecho fue anterior al anuncio del Gabinete "cristinista".

Como Defensa, el Ejército también mantuvo en secreto el relevo. Según fuentes castrenses, la semana pasada Montero fue internado en el Hospital Militar por una supuesta y muy oportuna “angina de pecho”. También el último miércoles 14 en Campo de Mayo se celebró el Día de la Inteligencia Militar. Por ausencia de Bendini presidió el acto el general Pozzi, junto al actual subjefe a cargo de la J-II Inteligencia, el coronel César Santos Milani. Su legajo fue pedido por Defensa para considerar su ascenso a general.

En definitiva, el general Osvaldo Montero fue separado de la Jefatura de Inteligencia del Ejército por conspirar contra la ministra de Defensa, Nilda Garré.


Los generales y la corrupción

Pero muy poca gente sabe que el motivo de la traición de Montero germinó en razón de que estaba siendo investigado desde abril de este año por la Oficina Anticorrupción, motivo que le hacía preocupar por su continuidad en el Ejército y su futuro personal. La carátula del expediente 8245 que se sustancia en el organismo estatal, habla por sí misma: "Osvaldo Montero probable enriquecimiento ilícito".

“No se trata solamente de un hecho sino de una sumatoria de hechos”, confió una importante fuente a Tribuna de periodistas, al dar cuenta de los casos que están debajo de la lupa de entidad anticorruptora.

No sólo las propiedades y los bienes del general resultan sospechosos para los investigadores, sino también su vínculo con algunas empresas a través de las cuales se "tercerizaron" emprendimientos y contratos con el Estado. Por caso, la participación de Montero en la provisión de equipos de comunicación a la Prefectura Naval, es uno de los casos que figuran en la carpeta que lleva adelante un instructor de la Oficina Anticorrupción.

Conocedores de la entretela militar no dudan en comentar que “Montero es Bendini”. El jefe de Inteligencia gozaba, al menos en un tiempo, de la total confianza del jefe del Ejército, Roberto Fernando Bendini.

“No tenga dudas, Garré le sopló a Bendini su mano derecha”, aseguró un subordinado del Edificio Libertador que, obviamente, solicitó reserva de su identidad.

Entre los datos que llaman la atención del expediente que está en la Oficina Anticorrupción sobresale la fastuosa propiedad que Montero tiene en Tigre.

“María del Tigre”, es un palacete de dos plantas, con arcadas coloniales en las que suelen colgar hamacas paraguayas, y en la que la piscina, desentona con una finca cuyo valor declarado es de solamente 195.000 dólares.

Tardíamente aficionado al yachting, deporte en el cual hace unos pocos años era tan neófito como en las ciencias del espionaje, al ingresar en el círculo del poder, Montero adquirió el velero “Pancho” ─de veinte metros de eslora y con un carísimo sistema de navegación automática absolutamente computarizado─ que es uno de los bienes de mayor justiprecio de su inexplicable patrimonio.

Aunque no llevaba mucho tiempo al frente de la Jefatura de Inteligencia, Montero avanzó sobre una idea que en su momento impulsó un conocedor del tema que hoy está retirado: el Coronel Juan Carlos Martene.

La propuesta apunta a reunir en Campo de Mayo a todas las reparticiones que la inteligencia militar —si es que se puede hablar de tal cosa— tiene dispersa en distintos puntos geográficos de la Nación. De esta manera quedarían en desuso más de un inmueble: valiosas propiedades que en algunos casos están a nombre de sociedades fantasmas. Una práctica añeja y habitual en el área de Inteligencia que produjo no pocas arbitrariedades en el manejo de fondos públicos sin rendición de cuentas.

La Secretaría de Inteligencia del Estado ─SIDE─ fue partícipe de los más conocidos escándalos que salieron a la luz en los últimos años. Luego de despedir a algunos de sus miembros, la misma SIDE descubrió de manera tardía, que a nombre de estos agentes estaban esas empresas y como propiedad de ellas figuraban algunos de los inmuebles del Estado. El riesgo de enfrentarse a una situación similar estaba detrás de la unificación de las dependencias de la inteligencia militar.

No fueron pocos los comentarios periodísticos que consignaron que Garré estaba fuera del futuro gabinete de Cristina Fernández de Kirchner. Esos mismos artículos sugirieron que su sucesor sería el ministro del Interior. Abundan los uniformados que el Jefe II, ahora desplazado, pretendía sacar rédito de las fisuras que aparentemente evidenciaba el poder político.

Montero había caído en desgracia porque la ministra Garré había advertido sus negocios privados y ello justificaba las difamaciones que se le hacían de “trepador” o “arrastrado”.

Su futuro era incierto porque ya había traicionado al Jefe del Estado Mayor, Roberto Fernando Bendini, quien ejerció el padrinazgo de su ascenso al generalato. Y bien decía Voltaire que “…quien traiciona una vez traicionará toda la vida”.

En el momento en el que trascendió que Montero mantenía reuniones con la directora de Inteligencia Criminal del ministerio del Interior, Verónica Fernández Sagari, desacreditando a la ministra Garré para facilitar el acceso de Aníbal Fernández a ese cargo, el todopoderoso ministro tomó distancia del militar.


Negociados, tentaciones y torpezas

“Usted considere que un jefe de comunicaciones, cualquiera sea su peso dentro de una fuerza armada o de seguridad, puede firmar un contrato como si se tratara de un tema individual”, aseveró un conocedor de la interna que suele rodear a los proveedores del Estado.

La pregunta conlleva su respuesta y destaca que Bendini, el jefe del Ejército, no podría estar al margen o desconocer los vínculos que unirían a Montero con algunos proveedores de la fuerza en el área específica de informática. Pero alguien retomará los caminos abiertos por “el negro” Osvaldo: A rey muerto, rey puesto. Porque no sólo Montero tenía vínculos importantes con empresas especializadas en las comunicaciones.

Las áreas de defensa y tecnología vinculadas a la seguridad, a la aeronavegación y al control aeroportuario, son un mercado apetecible para esos proveedores.

En el 2008 se renovarán equipos militares y la cartera de Defensa no es una pieza desdeñable para aquellos que proveen estos materiales.

El Ministerio del Interior no oculta su interés en conseguir para la Prefectura algunas de las tareas que hoy lleva adelante la Armada. Entre ellas, el control marítimo dentro de las 200 millas del mar continental argentino.

Además de la desafectación de la Armada a estas tareas, el Ministerio del Interior considera que a su órbita podrían pasar todas las escuelas de oficiales de la marina mercante.

Esto conllevaría no sólo una puja de poder, sino también un traspaso presupuestario importante. Con el rediseño del gabinete, la Seguridad pasará a la órbita de Justicia pero seguirá en las mismas manos: las de Aníbal Fernández.

Montero ─del arma de Artillería─ era un neófito en el “área” y su inserción en la comunidad de Inteligencia se explicaba en la nueva orientación oficial de conducir el área con hombres que no son de “la línea”, explicaron fuentes castrenses. Dicen que ─en Campo de Mayo─ varios oficiales de Inteligencia ironizaron que la “operación” le había salido mal por falta de experiencia en la materia.


La legalidad de las “pinchaduras”

Para sacarle rédito político a la cuestión un senador de la UCR, Gerardo Morales, fue al tema de fondo cuando le reclamó a Garré que aclare “por qué” y “de quién” tiene “escuchas telefónicas” fuera “de cualquier causa judicial” ya que la ley prohíbe las intervenciones telefónicas de funcionarios o civiles sin una orden escrita de un juez, aunque desgraciadamente es habitual que los distintos servicios de inteligencia "se pinchen" los teléfonos mutuamente en una guerra de intrigas y poder.

Por supuesto que la SIDE negó que haya existido esa “pinchadura” que terminó siendo una trampa final para Montero. Pero también se afirmó que Néstor Kirchner cuando nombró a Garré en Defensa, hace dos años atrás, ordenó a la SIDE que "protegiera a Nilda de la inteligencia militar”.

Si bien el artículo 5 de la Ley de Inteligencia establece que: “Las comunicaciones telefónicas…, son inviolables en todo el ámbito de la República Argentina, excepto cuando mediare orden o dispensa judicial en sentido contrario”, mientras que el Artículo 18 confirma: “Cuando en el desarrollo de las actividades de inteligencia… sea necesario realizar interceptaciones o captaciones de comunicaciones privadas de cualquier tipo, la Secretaría de Inteligencia deberá solicitar la pertinente autorización judicial”.

Sin embargo el Senador Morales evidentemente desconoce el trabajo que estaba desarrollando ─al momento de las escuchas sobre “el objetivo”─ la Oficina Anticorrupción.


Concluyendo

A diferencia de otros delitos, en el caso del enriquecimiento ilícito, se invierte la carga de la prueba y es el imputado el que tiene que demostrar su inocencia. Eso sucederá, en el caso que la investigación llegue a los estrados judiciales si es que la Oficina Anticorrupción establece que existe la presunción del delito.

Es previsible que Osvaldo Montero, el hombre que alguna vez tuvo vocación militar —pero que la perdió al encandilarse con los destellos del poder— tenga que salir a buscar empleo a los 57 años de edad, cuando la Justicia seguramente lo despoje del patrimonio que no pueda justificar.

Pero será una tarea ardua reinsertarse en el medio civil, porque su prestigio ya quedó definitivamente enlodado.

 

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