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INDEFENSIÓN

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CRÓNICA DE UN INTENTO DE SECUESTRO VIRTUAL
CRÓNICA DE UN INTENTO DE SECUESTRO VIRTUAL

Siendo las 13

    Siendo las 13.34 del lunes 5 de mayo, suena el teléfono en el domicilio de quien suscribe, y una voz masculina inquiere por el titular de la línea, su fallecido abuelo Raúl Bianco. Al contestar que ya no se encontraba en el mundo de los vivos, pregunta acerca de quién habla entonces. Luego de decir el nombre, quien se encontraba del otro lado del fono dice ser policía adscripto al “Departamento Central” para seguidamente informar “que ocurrió un enfrentamiento en Cabildo y Juramento cuyo saldo arrojó 5 heridos de bala, y uno de los cuales antes de desmayarse alcanzó a balbucear” dicho número de teléfono. Tras requerirle a su involuntario y extrañado interlocutor que “mantuviera la calma”, repitiendo a cada palabra “¿me escucha?”, “¿me sigue?”, alegó que le pasaba con “un superior”, para luego contradecirse y mandar “le paso con mi compañero”. A todo esto, el ruido de fondo era demasiado fuerte como para tratarse realmente del mentado cuartel general de la Federal.
    Ahí el tono de la conversación cambió radicalmente, pues el que tomó la posta tiró a un lado el disfraz virtual para definirse como “integrante de una banda de policías y ex policías que secuestran personas”; a lo que inmediatamente a este escriba le vino a la memoria la famosa “banda de los comisarios”, que sellara su destino con el secuestro del actual jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri en 1991. Este afirmó que habían secuestrado a su hermano, y lo mantenían retenido en “una casilla de una villa de emergencia”.
    Cuando por fin se pudo verificar que se trataba de una atroz inexactitud, la comunicación fue cortada por el referido hombre de prensa, para luego llamar al 911 con el fin de asesorarse sobre los pasos a seguir.


Denuncia y demás

    La oficial que recibió la denuncia por el secuestro virtual indicó que se debe remitir la misma a la seccional de la zona, siendo esta la Comisaría 2°. Veinte minutos después de la llamada, a eso fue este escriba y se encontró con un panorama que pinta con creces la situación de indefensión que padece el ciudadano común y silvestre. Delante suyo se encontraba declarando ante el oficial de guardia, el principal J.E (se reserva su identidad por motivos obvios), un español de aproximadamente 64 años, junto a un joven que frisaba la treintena. Del relato de ambos se desprendió que fueron víctimas de un brutal asalto a las 12 del citado día, en la esquina de Perú y Chile. A ojos vista, la habían pasado mal dado que mostraban evidentes signos de una feroz golpiza. Detrás suyo, un joven venía a denunciar el afano de su Nextel, mientras una mujer y otro hombre aguardaban por lo mismo. Seguidamente, dos tipos con pinta de abogados llegaron para denunciar una usurpación en una vivienda sita en Paseo Colón 1019, y un par de ancianas el robo de sus carteras.
    Cuando le tocó el turno para hacer la pertinente ponencia, el mencionado oficial aludió a su desagrado ante los que se dedican a sustraer los referidos celulares, que cuando son detenidos seguidamente vuelven a la calle a esos menesteres porque los juzgados se muestran indulgentes y garantistas. “Me pasó una vez, vino un tipo que ya había estado antes acá. Le digo, 'a vos te conozco, ya te fiché', y se mataba de la risa escondiendo las manos”, dijo con amargura. “Lamentablemente, tenemos las manos atadas y la gente se queja con razón y dice que la policía no hace nada. Hacemos, pero la justicia los libera. Y si hacemos algo, se nos tiran encima. Yo no soy partidario de la represión indiscriminada del terrorismo de Estado, además ni siquiera tengo la edad ya que era un chico. Desgraciadamente, esto es así”, puntualizó mirando la ya decena de personas damnificadas que aguardaban ser atendidos por él.
    Cuando ya habían pasado las 16 hrs, el escriba en cuestión abandonó la dependencia policial pensando en lo que vio y oyó, ídem por lo padecido horas antes. Inmediatamente, le vino a la memoria un pasaje de un libro sobre la guerra civil española, leído allá por 1981. En el mismo, una militante marxista de nombre Regina García presenta su dimisión al partido intuyendo la catástrofe inminente: “Vi la cima desde la que todos los españoles íbamos a caer, como víctimas o como victimarios, y no quise hacerme solidaria con el desastre.”

 

Fernando Paolella

 

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