Mientras se escriben estas líneas, siendo
las 17:52 del miércoles 7 de mayo, paradójicamente cuando se conmemora el
aniversario número 63 de la rendición de Alemania en la Segunda Guerra Mundial,
los dirigentes de las cuatro entidades agropecuarias anuncian la vuelta a la
protesta. Mucho se ha dicho, escrito y propalado acerca de este impensado y
virulento conflicto, por lo cual no es necesario volver sobre el mismo. Pero a
la luz de la seguidilla de denuestos, bulos, ribetes autoritarios y estupideces
oficialistas, es dable echar un poco de luz ante tanta tiniebla.
Desde los sectores trasversales, travestis pingüinos,
cristinistas y demás pseudoprogres se ha intentado pintar a los aludidos arriba
como los directos emergentes de la generación del 80, con Julio A. Roca a la
cabeza, trocados en amantes del Oreja Martínez de Hoz y de Jorge Videla,
para luego oponerse a la restauración democrática alfonsinista y volver a tirar
manteca al techo en las mieles del decenio menemista. Dentro de esta parrafada,
el anterior gobierno de Néstor Kirchner aparece como un refulgente
liberador del yugo neoliberal, oprobioso y depositario de todos los males
reales e imaginarios de la Nación argentina. Y su continuación, encarnada en
la bipolar Cristina, es el perfeccionamiento de ese pensamiento acosado
cotidianamente por el golpismo (alentado precisamente por dicha oligarquía
vacuna), el Grupo Clarín (que pretende la devaluación e inventó la
inflación), el 85% de la gente que está repodrida de tanta boludez, y por
supuesto, la prensa independiente.
Todo ese conglomerado, más también Elisa Carrió, el
bulldog Ricardo López Murphy, el fantasma de Arturo Frondizi y algún díscolo
que piensa distinto, conspiran noche y día incansablemente para derribar al hada
Cristina, la reencarnación única e irrepetible de Eva Perón.
Un sabor agrio
En la mañana de este día, 3.000 piqueteros de Barrios de
Pie "escracharon" a diversos supermercados de grandes cadenas acusándolos de
ser responsables directos de la espiral inflacionaria. Como si se tratara de
la versión remixada de las SA hitlerianas, las huestes de Jorge Ceballos y
Humberto Tumini salieron a la calle a apoyar a la Presidente frente a los viejos
pero remozados cucos.
Toda esta exacerbada mascarada oculta las reales razones del
dilema, catapultado desde el bunker pingüino de Puerto Madero para seguir
abultando la caja grande porque las cuentas no cierran más. Detrás de esto, se
yergue una rebelión casi total del interior contra el centralismo porteño, unido
a un hartazgo general de la ciudadanía hacia una forma de deshacer la política
que ya fue. A pesar de que el elenco pinguinero siga con su esperado autismo,
muchos funcionarios se dan cuenta de la que se viene e intentan hacer la paz por
separado. Semejante al clima enrarecido que se vivía en el bunker de Hitler,
en las postrimerías de abril de 1945, no todos los adláteres del régimen
pretenden luchar hasta el final y caer con las botas puestas. Ante la
cerrada ofensiva de su jefe, muchos sectores allegados a gobernadores
provinciales ya presionan a sus bases a desconocer la autoridad del gobierno
central.
Por eso, prefieren cortar lazos antes que sea demasiado tarde
y la vorágine los hunda.
Desde este sitio, y particularmente también este escriba,
incontables ocasiones se ha llamado a la actual (y también al anterior)
inquilina de Balcarce 50 para que se deje de incentivar el enfrentamiento y la
división entre argentinos, so pretexto de creerse la depositaria —como
también el depositario— de la suprema razón y justicia. Fue todo en vano.
Por eso, no se apelará más a ese tipo de llamamiento, pasando
entonces a un plano de mero testigo y analista frío de los hechos por venir.
Recorre en el espíritu un sabor agrio y pesimista, mientras se mira por la
ventana cómo va muriendo lentamente el día. Desgraciadamente, las jornadas por
venir —si persiste este estado de cosas— no se presentarán venturosas y una
lúgubre noche se abatirá seguramente sobre los argentinos. Si esto ocurre —ojalá
que no—, debe tenerse muy en cuenta por qué se llegó a esta situación, como
también quiénes fueron los responsables. Para que, de una vez por todas, no
triunfe la impunidad.
Fernando Paolella