Mientras Córdoba ardía por la furia
proferida por la a todas luces fuerza de infiltración rápida pergeñada por el
kirchnerismo, la reina Cristina al fin recibía al díscolo vice Julio Cleto Cobos
en la Rosada. Dicen por ahí que el encuentro fue bastante frío, aunque el
Cletus haya afirmado lo contrario un día después, ya que ella lo llenó de
remilgosos reproches pues aún no se banca su detección en esa madrugada crucial.
Lo cierto es que desde ese momento memorable la estructura
oficial hace agua por varios costados, a pesar de no querer admitirlo a la luz y
fingir que hace caso ante los ingentes pedidos de la corporación mediática
nacional de más democracia e institucionalidad. Minga, parece decir por
lo bajo Néstor K con su mejor sonrisa a lo Burns, quien aún no ha terminado de
digerir el portazo de Alberto Fernández. Por eso mismo, quedaron en la nada
los insistentes rumores de que el próximo en abandonar la nave sería Guillermo
Moreno, pero el titular de Interior Florencio Randazzo se encargó de apuntalarlo
al definirlo como un soldado de la causa. Y estos están para combatir, no
para defeccionar como pretendían algunos bienpensantes.
Por eso, a pesar de todo esto, es dable pronosticar que en
esta etapa la clave para las huestes de la pareja morganática es barajar y dar
de nuevo, abroquelarse extramuros para mirar en derredor y planear una
estrategia a corto plazo para que no los sorprenda otro vendaval inesperado.
El sábado pasado se reunieron en el teatro Bambalinas ubicado
en las calles Chacabuco y Carlos Calvo, del porteño barrio de San Telmo, los
piqueteros de la Federación Tierra y Vivienda, junto con los del
Movimiento Tierra y Liberación, como parte de esta mencionada estrategia. La
calle, luego de su ingreso en el mismo, quedó sembrada de panfletos que rezaban
“oligarquía o pueblo”. Obviamente, lo segundo corresponde a los que siguen
apoyando al gobierno, mientras que la primera denominación corresponde al 90%
restante de la población argentina.
Curiosa manera de diseccionar la realidad.
Lo que vendrá
Sabiéndose en desventaja, no quieren ni por las tapas
admitirlo, como tampoco el oficialismo aceptará presiones ni de la oposición ni
la prensa en cuanto le exijan desde un cambio de cara o una vuelta atrás.
Seguramente, en la febril mente de Kirchner navega la idea
de apelar al operativo clamor, un engendro ahistórico destinado a provocar
un 17 de octubre al revés cuando se recurra a anunciar la intención de Cristina
de renunciar a la presidencia.
El silencio imperante y las medias verdades que se filtran
desde los muros rosados y de Olivos, hacen entrever que ése será próximamente el
recurso magistral al cual echarán mano. Sobre todo, cuando ya el tarifazo
en los servicios privatizados ya no será un misterio para nadie a partir de este
agosto, como parte integrante del plan de sincerar la economía. Y en ese
terreno, algunos analistas no descartan una devaluación del peso para los
próximos meses.
Frente a la inseguridad que se cobró la semana pasada la vida
de un chofer de colectivo de la línea 96, cuestión que motorizó un paro nocturno
tanto de bondis como de subtes, la incertidumbre laboral y social unida
al creciente malestar colectivo, seguramente las semanas por venir mostrarán que
esta calma chicha solamente fue preludio para algo mucho más espeso.
Fernando Paolella