La crisis financiera actual está vinculada
a las prácticas bancarias que tienen estrecha relación con la titulación o
securitización, técnica que consiste en agrupar un conjunto de créditos de
bancos y transformarlos en títulos para inversores. De allí que hoy sea
necesario evitar el exceso de endeudamiento y reducir el efecto palanca de los
bancos.
Entre 1950 y 1980 cada dólar suplementario de crecimiento del
PBI de los países de la OCDE había sido acompañado por la creación de 1,5 dólar
de crédito, efecto palanca que alcanza 3 dólares en 1980 y 4,5 dólares en 2007
gracias a los mercados de la titulación. Esos títulos adosados a los activos han
representado 70% de los 4,5 billones de dólares de incremento de los mercados de
la deuda entre 2000 y 2007.
Es consenso casi unánime que la crisis va a hacer
desaparecer esos efectos palanca, haciendo probablemente inevitable un «crédito
crunch» de gran amplitud.
Revisar el perímetro de la regulación bancaria es de
rigor para que ciertos establecimientos financieros no sometidos a las reglas de
Basilea lo sean de ahora en adelante.
Se considera deseable entonces restablecer una cierta
disciplina de mercado. Con la titulación a ultranza, el inversor final poseía
sólo un conocimiento limitado de los riesgos que tomaba a raíz de una pérdida de
información. En el futuro, los inversores institucionales deberán ser capaces de
evaluar correctamente esos riesgos.
Pese a la disminución de la tasa de interés de la Reserva
Federal destinada a contrarrestar el riesgo de «credit crunch», se encareció el
costo del crédito para los hogares. Paralelamente, el retroceso de los mercados
de activos empobreció a los hogares estadounidenses que ahora solicitan menos
créditos. Para buena parte de los economistas heterodoxos, uno de los medios
para luchar contra ese riesgo de parálisis es el de permitir una suba del
déficit presupuestario. De ese modo el Estado sustituye a los agentes privados
para sostener el crecimiento. Pareciera ser ésta la vía predilecta en los
Estados Unidos.
Es altamente probable que la economía norteamericana entre en
una fase de disminución pronunciada, siendo la baja del precio del petróleo, en
el tercer trimestre, uno de los pocos factores de su sostenimiento. Las
exportaciones, que participaron casi a 98% de la buena performance del
PBI en el segundo trimestre de este año no sostienen más a la economía
estadounidense. La demanda mundial disminuye y el dólar se aprecia. Los hogares,
en cuanto a ellos, están sobreendeudados. A raíz de ello una de las
pocas soluciones para que los Estados Unidos eviten una recesión sería la de
permitir una suba notoria del déficit presupuestario.
Con respecto a la gestión de la liquidez del sistema
bancario, el Banco Central Europeo siguió la buena estrategia. Al aceptar una
vasta gama de valores financieros como garantía de sus operaciones, pudo
alimentar mejor en liquidez a las instituciones financieras europeas que lo que
se hizo en los Estados Unidos. Sin embargo, y según algunos economistas, en
términos de política monetaria cometió dos errores. Por un lado, el de
focalizarse en una inflación en la que no puede dominar la fuente pues las
tensiones inflacionistas europeas son temporarias y externas, y por el otro,
estuvo obsesionado por los temores de los efectos de segundo grado probablemente
imaginarios. Conclusión, si ninguna baja de tasas interviene y si los gobiernos
europeos se contentan con hacer funcionar los estabilizadores automáticos en el
plan presupuestario, la zona del euro conocería una recesión.
La quiebra de los bancos
El primer acontecimiento que se produce para que esto ocurra
es la pérdida de confianza por parte de los clientes y del mercado. Cuando ésta
se rompe, el banco no puede ejercer su metier de captador de dinero, de
tomar prestado depósitos del público y prestarlos a sus clientes. La crisis de
liquidez puede ser fatal si nadie viene en su ayuda.
Las condiciones caóticas favorecen un escenario semejante,
así como también las quiebras de las empresas o las dificultades de reembolso de
los clientes tomadores de fondos que hacen aumentar las provisiones del banco
hasta amputar sus beneficios. Casi de inmediato su capital constituido por los
fondos propios disminuye, y el regulador bancario les exige en consecuencia una
recapitalización. Si el banco no llega a conseguir los fondos o a encontrar a
alguien que desee entrar en el capital social para salvarlo, corre el riesgo de
quiebra.
Es difícil prever hacía dónde se va cuando el dotado patrón
de la Reserva Federal afirmaba en julio de 2007 que las pérdidas ligadas a las
subprime alcanzarían entre 50 y 100 mil millones de dólares. Hoy superan los 512
mil millones y no parece detenerse. El Instituto de Emisión estadounidense abrió
sus ventanillas cuando los bancos no encontraron más liquidez en los mercados, y
bajó 65,2% su tasa de interés llevándola de 5,75% a 2% anual. De a poco los
bancos comenzaron a depreciar sus activos adosados al subprime y provisionaron
sus riesgos, mostrando buen número de ellos grandes pérdidas. La montaña de
activos dudosos no cesó de dejar víctimas. Ni bien Lehman declaró su bancarrota
y Merrill Lynch fue comprado, todos los ojos se vuelcan hacia Morgan Stanley y
otros grandes bancos de inversión.
¿Quienes ganan?
Pese a los u$s 512 mil millones de depreciaciones
constituidas en las cuentas de las instituciones financieras, los gerentes de
fondos de arbitrajes («hedge funds») que hicieron buenas apuestas, pueden
obtener fortunas ante esta situación de peligro y desamparo. Uno de ellos, John
Paulson, ex banquero de Bear Stearns —ningún vínculo de parentesco con el
secretario del Tesoro norteamericano— cobró personalmente u$s 3.700 millones por
la explosión de la burbuja inmobiliaria. También Greenlight Capital apostó desde
hace bastante tiempo a la caída de las cotizaciones de Lehman Brothers. Los
inversores institucionales más clásicos como Pimco adoptan a veces estrategias
similares. Su gerente vedette, Bill Gross, obtuvo u$s 1.700 millones de
plusvalías apostando al salvataje de Freddie Mac y de Fannie Mae.
Carlos Oliva Campos
Especialista en temas financieros
Ámbito Financiero