El nerviosismo que traspasa los muros del poder es una prueba acabada de los tiempos que corren. La crisis internacional aporta lo suyo. Sin embargo, los funcionarios nacionales empiezan a contabilizar y a cosechar los frutos de tanto esfuerzo por debilitar la economía doméstica.
    La serie de errores no parece tener fin y la debilidad que muestra la actividad económica amenaza con echar por tierra todo los logros alcanzados por la sociedad en su conjunto. Pero la dirigencia política enfrascada en una disputa electoral lejana, en el tiempo y en el interés de la gente, no alcanza a percibir la magnitud de la crisis. 
    Ni los proyectos que representan "la madre de todas las batallas", tal como reza la liturgia oficial, ni la pelea por las retenciones ni las elecciones de medio término son los problemas que desvelan al oficialismo.
    Lo que realmente transforma a los habitantes del poder en iracundos espectros, es la pérdida de capital neto que sufre la economía.
    Las mejores estimaciones hablan de un tenue crecimiento para 2009. Esto significa que el PBI "clavaría los frenos" y pasaría de una tasa de 8 por ciento en 2008 a un 3 por ciento en el corriente año. Esos cinco puntos de diferencia significan ni más ni menos que una pérdida neta de 15.000 millones de dólares para todo el conjunto de la producción.
    Esta brusca frenada es la que está provocando que Olivos y la Casa Rosada se conviertan en lugares poco confortables por estos días.
    El gobierno cuenta con informes elaborados por economistas del sector privado que pronostican que la recesión será profunda y larga y que puede extenderse hasta comienzos de 2011. Esto significa no sólo menor actividad económica sino menor producción, menor inversión menores exportaciones y menor recaudación. Pero con un agregado: aunque en dosis pequeñas, la inflación decorará el ambiente. Esto implica que ante la rigidez y el aumento del gasto público, motorizado por las necesidades electorales, el escenario del déficit fiscal está a la vuelta de la esquina.
    Al mismo tiempo, y con saldo fiscal en rojo, las probabilidades de recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) aumentan, aun cuando la negativa de ir a Washington sea uno de los himnos del repertorio kirchnerista.
Para colmo, los cantos de algunas sirenas pidiendo una corrección cambiaria azuzan las aguas. Los pedidos oficiales por bajar las tasas de interés retumban en el desierto. Los bancos están líquidos, pero de depósitos oficiales. ¿Hasta cuando? Es el mismo gobierno el que impulsa las tasas. Por las dudas, los agentes privados ya buscaron refugio en el dólar.
    Pero en esos documentos hay un capítulo que contiene el escenario menos imaginado por el gobierno y el que genera mayores jaquecas: en el segundo trimestre de este año, la tasa de desocupación se elevaría a dos dígitos, reflejando la escasa actividad.
    De hecho en la última medición de 2008, una docena de ciudades del interior del país, vieron elevar la cantidad de personas desempleadas.
    La crisis económica y el conflicto rural se convirtieron en los principales detonantes del desempleo del interior y mientras no haya una corrección en la ecuación rural, la situación socioeconómica terminará por enturbiarse.
    El modelo cruje y su sustentabilidad corre riesgo. Ya no está "firme frente a la marejada" y la culpa ya no es del "Efecto Jazz".

Miguel Ángel Rouco