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UN POETA Y SU BÚSQUEDA DE DIOS
UN POETA Y SU BÚSQUEDA DE DIOS

    Nuestra civilización se erige sobre configuraciones. Nada ha sido azar. Este es un artefacto atornillado. No nos han querido libres. Siempre fue de ese modo. No podíamos pisar la tierra sin morder el polvo. El poder, a través del Estado o de la fuerza del capital, manipula a su antojo esta artificialidad espantosa. Superejércitos de programadores, sociólogos, psicólogos y psiquiatras, antropólogos, periodistas, relacionadores públicos, publicistas, modelos, animadores, loterías, concursos, ingenieros, funcionarios cuidando la Enorme Máquina de hacer infelicidad. Hasta los perros saben como funciona y cuidan el Huerto del hortelano. No nos aman, su predicamento es el dinero y por eso nos sometieron.
   
Muchos intentaron destruir este mundo parafernal, mas la fuerza de la historia los sepultó a todos. No se puede luchar contra el peor enemigo, la Propaganda. Y tal vez es imposible porque ésta sea natural al ser humano, desde los gestos y los movimientos, el animal económico tras la propiedad y hacerse su lugar. Años leía el libro Células y Sociedades, y comprendí que el hombre es una resultante demoníaca de ese orden infinitesimal, que la hélice rota para hacernos girar. Al gravitar rotando, hubiera dicho Girondo. ¡Cómo el globo ha sido Construido!, y por qué mano secreta, de un pacto en lo antedilúvico… Los cristos, budas, revoluciones, trataron de desatar la rosa para que alumbrara. Sin embargo su fracaso fue rotundo. La utopía nunca dejará de ser per se, aislada e inalcanzable. Es el sueño, escapar al destino final: la muerte. Las filosofías han intentado desentrañar la razón, la certeza humana, pero no hay conclusiones últimas. Y no las habrá, pues el enigma es el que aceita la carreta del existir. Los poetas sacamos nuestro corazón desde las profundidades y siendo misión inequívoca decir ‘nuestra’ certidumbre, desnudarnos hasta más allá del alma, para arder y quemarnos en el holocausto personal. Los libros registran desde antiguo las prácticas hacia el cielo. Pero no hay más que rendirse a medias. Quizá sabemos en lo íntimo de nosotros LA GRAN VERDAD, pero es tan aterradora que la quitamos de enfrente y confeccionamos la máscara. Y de allí al circo y la farándula queda poco trecho.
    Me he preguntado si existe ese ATROZ CHAMBELÁN que ordena el Universo, ese Demonio llamado Dios, si somos nosotros mismos. Porque sucede que estamos solos y Cortázar fue genio por ello, por dar en parte cuenta de este Mal.
    La espada ha estado tendida, para que nos odiáramos en dos colores, como bien acotó Borges; y el cisne de Rilke retorna, sin quitar lo que limita y obliga. Por eso vuelve eternamente, con el gravitar rotando, y las lenguas no pueden desentrañar el Misterio Perpetuo. Si descubriésemos ese velo, la vida no tendría sentido. Porque consiste en buscarle uno y no encontrarlo. Somos esclavos delirantes, vagabundos. Cada uno de los seres humanos, incluso los programadores. Los poderosos tienen miedo, gozan su riqueza y privilegios, pero están asustados, no saben qué hacer con su acumulación. Los pobres luchan y dan el espinazo por los mendrugos. ¡Qué más harán! Señores, amos del orbe, ¿para qué retiraron el Barco?, apuntaba Pablo Neruda, si aquí cabríamos todos. Nacieron con tenedores y cuchillos. Alguna vez preguntarse si yo fuera, si cristiana, socialistamente, por un momento dejara de tener los utensilios, cómo comería. Es tan simple. Por qué tantos problemas. Neruda y Cortázar, inteligentes modernos. Neruda con este sencillo poema olvidado, resumió la totalidad. Tal vez su más colosal verso junto a las alturas de Machu Pichu, que es un desarrollo de esto mismo. Y Cortázar en el laberinto. ¿Quién escondió La Llave? Pregunto otra vez: LA LLAVE, ¿dónde está? Juro que al nacer la traía conmigo.
    Debo estar borracho, que no recuerdo. Pierdo la cabeza, el sombrero, abro la puerta del recuerdo y el pensamiento se me va. Oh maestros, vosotros no estáis muertos en modo alguno. Nadie lo está. Para nacer hemos nacido. Faltan Hospitales y ‘mamadres’.
    Ternura, un poco de paz, tregua al menos para saciar esta sed.  

 

Mauricio Otero

 

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