Los
niños privados de libertad necesitan educación y contención para comenzar una
nueva vida, derechos que debe garantizarles el Estado a través de los Institutos
de Menores.
En Argentina no existe una
política federal sustentable sobre minoridad y, los programas de asistencia son
ineficientes. El discurso jurídico es incoherente tal como esta planteado, si el
Estado es el protector del menor debería proteger sus derechos fundamentales:
educación, salud, justicia, familia y privacidad.
Los institutos no tienen ni
los medios, ni el espacio para poder cubrir las necesidades básicas de los
niños. Los edificios no fueron construidos con este fin, la educación en la
mayoría de los establecimientos es casi nula y el personal que trabaja en ellos
no está capacitados para hacerlo.
“Estos institutos
deberían ser chicos, con pocos niños, personal altamente instruido para
manejarlos, y el menor debería tener actividad las 24 horas”, aseguró la ex
interventora del Consejo del Menor de la provincia de Buenos Aires, Irma Lima.
La educación como código
Históricamente en los institutos funcionaba la escuela primaria obligatoria,
dictada por maestros y capacitadores, que dependen del Consejo del Menor. Los
chicos son preparados para dar exámenes libres con supervisores de escuelas
estatales.
Con el tiempo, cambió el nivel cultural de la población institucionalizada
y, aunque no es obligatorio, se buscó un sistema para la educación media.
En la mayoría de las instituciones los internos rinden materias del
secundario como alumnos libres. En los institutos Belgrano y Agote, de la Ciudad
de Buenos Aires, se implementó a partir del 2002 el sistema de los Centros de
Educación de Nivel Secundario (CENS) para adultos. Son ciclos cuatrimestrales,
dictados por profesores que dependen de la Secretaría de Educación porteña.
Este proyecto busca la
articulación permanente entre un régimen de encierro total y la escuela. “El
objetivo fundamental es el de la socialización del menor, para lograr un cambio
de conducta. Si podemos transmitirles un código que no sea el tumbero o el
carcelario, hay muchas chances de que se reinserte en la sociedad”, aclaró la
coordinadora del proyecto, Laura Melillo.
Un recreo corto
El espacio recreativo ocupa poco
lugar en la vida de estos chicos y no es obligatorio. Sus días transcurren entre
juegos de mesa, cartas, televisión y música.
Algunos institutos
buscaron otros destinos para las horas libres e incorporaron talleres de
expresión, como teatro o murga, o actividades creativas, cocina, tarjetería
española y trabajos manuales.
Algunos prefieren que el
tiempo lo dediquen a dormir. En el instituto de mujeres Inchausti, las chicas se
aburren, no tienen mas motivación que aprender a maquillarse o tejer.
“Duermen mucho y están medicadas. No las ayudan a superarse”, aseguró una
docente de la institución.
Los chicos que están en
el Belgrano o el Agote, son mas afortunados. Tienen un gimnasio bien equipado,
sala de computación y hasta editan una revista.
Uno de los mayores
problemas para la recreación es la falta de espacio edilicio. El director del
Agote, José Rodríguez, aseguró que si esperan que las condiciones estén dadas no
harían nada.
Sin embargo para el director del Belgrano, Claudio Parrilla, habría que
“implosionar los edificios con 25 kilos de trotyl y construir algo que realmente
les sirva a los chicos”. Así mismo afirma que estos lugares mal ventilados y con
poca iluminación son “un castigo mas en la vida tortuosa de los pibes
privados de libertad”.
Seguro sin profesión
Estas instituciones están formadas por los cuerpos educativo,
técnico, medico y de seguridad, que deben estar interrelaciones entre sí, para
que funcionen correctamente.
En el año 1989 se creó en el Consejo un cuerpo especial de seguridad y
vigilancia para el cuidado de los chicos dentro de los institutos. Son civiles,
se capacitan en el propio Consejo, no portan armas y no tienen instrucción
militar.
Estas personas, llamadas
maestros, celadores, operadores o guardias, conviven con los chicos las 24 horas
y no están preparados para eso. Su entrenamiento es casi nulo y la mayoría
aprende a trabajar dentro de los institutos.
Para Irma Lima y Claudio
Parrilla, la solución es echar a todo el personal de seguridad y contratar gente
capacitada que pueda imponer sanciones con respeto hacia los chicos, y así ser
parte integral del tratamiento.
El equipo técnico está
compuesto por médicos, psiquiatras, psicólogos y asistentes sociales, pero no en
todos los casos éstas personas están preparadas para trabajar en este tipo de
instituciones.
La droga, está presente en
la mayoría de los chicos, o porque consumen o porque venden, aunque los adictos
son pocos. Los psicólogos que trabajan con ellos, no están capacitados para
tratar seriamente este tema.
Si existe algún caso de
adicción los psiquiatras medican a los chicos hasta que el juzgado autoriza el
traslado a una comunidad terapéutica.
Un entorno inexistente
Según estadísticas del
Consejo Nacional del Menor y la Familia el porcentaje de reincidencia de estos
chicos es entre el 37% y el 40%.
Esto se debe a la falta
de políticas de Estado, donde existan espacios de contención para los menores,
trabajo para su familia y programas de prevención de la delincuencia infantil, a
corto, mediano y largo plazo.
Tampoco hay un
seguimiento completo del chico cuando egresa de una institución como esta.
La vocación de servicio y la
voluntad de mejorar la situación de los niños, del personal de los institutos,
oculta la falta de gestión del Consejo del Menor. Un buen ejemplo es el de
“Lucho”, de 19 años, que estuvo en el Belgrano por homicidio. Salió hace un año
y vive con su hermana mayor en Pilar. Trabaja en una panchería en Morón y está
por terminar el secundario en una escuela en Barracas.
“El problema es el
medio al que el chico vuelve, tiene al que le vende la droga, y a la banda que
robaba con él. La familia no tiene los medios económicos para mudarse”,
afirma Irma Lima.
Los menores que ingresan a los institutos no tuvieron ninguna de las dos
instituciones importantes, ni la familia ni la escuela. Hay pobres chicos y
chicos pobres, no hay “pibes chorros”.
No Blumberg, no
El proyecto sobre la baja de edad de inimputabilidad, presentado ante el
Congreso por Juan Carlos Blumberg es un tema que vive presente en los
trabajadores de minoridad.
Tanto para los
directores, docentes y psicólogos de los institutos, como para Irma Lima, no
existe impedimento legal alguno para bajar la edad a partir de la cual se es
punible.
Sin embargo, aclaran que
Blumberg propone un sistema de exclusión, porque la sociedad no les brinda a
todos los niños las mismas oportunidades para desarrollarse y convivir
armónicamente.
Coinciden en que
disminuir la edad no bajaría la delincuencia. “Si un país tiene las cárceles
llenas, es porque fracasaron las medidas preventivas”, afirmó Lima.
Para el ex presidente
del Consejo del Menor, Atilio Alvarez, esta ley no solucionaría nada. Y aclaró
que “Béliz es un canalla, no le importan los chicos y busca bajar la edad de
inimputabilidad para crear mas tribunales orales que le cuestan al Estado mas de
120000 pesos por mes”.
Liliana Calleja y
Guadalupe Velasco
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