Es un tema recurrente y hasta incómodo, pero siempre vuelve. ¿Es Cristina Kirchner abogada o no? ¿Se recibió alguna vez? ¿Cuándo? ¿Alguien vio su foto de graduación? ¿Y su diploma?
La trama comenzó en agosto del año 2004, cuando un importante ministro, enojado porque fue eyectado de su cargo sin explicación, se despachó ante varios periodistas respecto a la corrupción del kirchnerismo y lanzó al final una dura advertencia: “Que no me rompan las pelotas porque sino cuento que Cristina es abogada trucha”.
Quienes lo escuchamos —yo era uno de ellos—, nos quedamos perplejos y comenzamos una averiguación exhaustiva. Las primeras dudas las publiqué en 2004 en Tribuna de Periodistas, el portal que fundé y dirijo desde el año 2003.
En esos días, di a conocer que Cristina no estaba inscripta en el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal ni en ningún Colegio de Abogados del país.
En Río Gallegos, si bien no existe Colegio de Abogados, debería haberse registrado en el Tribunal Superior de Justicia, lo cual no ha hecho jamás.
Para despertar más sospechas, tampoco está inscripta como abogada responsablemente autónoma ni como monotributista, por lo que jamás pudo haber facturado en la profesión.
Por las dudas, consulté si alguna vez Cristina había sido registrada allí como abogada y por algún motivo su nombre fue luego retirado de la lista. La respuesta fue concluyente: no, nunca estuvo anotada.
Insistí en la cuestión e hice un rastreo en Comodoro Rivadavia a través de la consulta a otros estudios jurídicos y/o supuestos clientes que podría haber atendido. Toda pesquisa dio negativo.
Para entonces, empezaron a aparecer documentos falsificados que intentaron cubrir la falta de titulación de Cristina. Por caso, se “truchó” la supuesta ficha de entrega de título de la Universidad de La Plata, tal cual se revelará en este libro.
Y hay más: el registro de la otrora presidenta en el libro de actas de la Universidad Nacional de La Plata aparece con suspicaces tachones y borrones.
Con el paso de los años logré entrevistar a una altísima fuente de información de esa casa de estudios, quien no sólo me confirmó que Cristina no era abogada sino que me aportó documentos reveladores, que serán mostrados en la presente obra.
No obstante la denodada investigación que llevé a cabo durante casi 20 años, que no deja dudas al respecto, decidí ofrecer un premio de 10 mil dólares a cualquier persona que pudiera demostrar que la ex vicepresidenta de Alberto Fernández se había recibido de abogada.
Para conseguir el botín basta una fotografía del día de graduación de Cristina, o una copia de su diploma profesional. Con el tiempo sumé otro elemento: un escrito judicial firmado por ella.
Debe decirse que no fueron pocas las personas que se interesaron en hacerse con los 10 mil dólares. Pero ninguna de ellas lo logró hasta el día de hoy. Ergo, conservo el desvencijado cheque en mi billetera.
Lo único que conseguí al paso del tiempo es que Cristina me dedicara algunos párrafos indecorosos en su libro “Sinceramente” (Editorial Sudamericana, 2019).
Fue 12 años después de que decidí denunciarla en la Justicia Federal por usurpación de títulos y honores, delito previsto en el artículo 247 del Código Penal argentino.
“Si hasta dijeron que no era abogada y me denunciaron por usurpación de título durante la campaña a la presidencia en el 2007”, protestó Cristina en la página 168 de su libro.
A esta altura, debo mencionar que no fui el único en poner en duda sus dotes de experta en Derecho: el abogado constitucionalista Daniel Sabsay y el fallecido fiscal de las Juntas Julio César Strassera, por separado, han manifestado que la ex jefa de Estado no era letrada.
Básicamente por su desconocimiento de lo más esencial de la profesión. Cuestiones básicas del derecho, que no escapan a un estudiante de primer año de esa carrera.
La cuestión bien podría parecer trivial, pero no lo es. Porque en 2012, en plena Universidad de Harvard, Cristina aseguró que había amasado su enorme fortuna trabajando como “abogada exitosa”.
Entonces, si ello es falso, ¿de dónde sacó la “tarasca”? El interrogante urge ser respondido. No sólo porque manejó la millonaria caja del Estado de manera discrecional, sino porque además pesan sobre su persona severas sospechas de corrupción.
Ello explica la relevancia de esta investigación, que se publica justo después de que Cristina fue doblemente condenada por desmanejos en la cosa pública.
Como dice una vieja canción de Lito Nebbia, “quien quiera oír que oiga”.
Anticipo del libro “En busca del diploma de abogada de Cristina Kirchner”, de Christian Sanz. De próxima aparición.
