Atardece sobre Jerusalén, y el eco de los rezos se mezcla con el zumbido lejano de los drones. Es Semana Santa, dicen. La ciudad donde, según la tradición, un hombre llamado Jesús habló de amar al enemigo y dar la vida por los demás, se prepara para conmemorar su pasión. Pero a pocos kilómetros, al sur, otra pasión tiene lugar: la de Gaza, donde no hay resurrección, solo muerte repetida.
Los evangelios narran que Jesús caminó por estas piedras, que sanó enfermos, que abrazó a los olvidados. Pero uno se pregunta, entre ruinas y niños hambrientos, si realmente pasó por aquí o si todo fue un relato. Porque si ese tal Mesías dejó huellas, han sido bien borradas por los tanques israelíes, por las balas bendecidas con diplomacia occidental y silencio cristiano.
El Santo Sepulcro vacío… como la compasión
En la basílica que guarda la piedra de la resurrección, los bancos están casi tan vacíos como las promesas de paz. Los peregrinos lloran frente a la tumba vacía, pero no parecen ver los cuerpos reales que yacen bajo los escombros en Khan Younis o Rafah. El Patriarca de Jerusalén ofrece su homilía solemne, pero sus palabras no alcanzan a cubrir el estruendo de un F-16 despegando.
Mientras tanto, en Gaza, los musulmanes y algunos cristianos rezan a oscuras en una iglesia sitiada. Una vela, un pan, una plegaria entre ruinas. Allí, donde tampoco hubo lugar para Jesús en su nacimiento, tampoco hay lugar ahora para la piedad. Pero sí hay sitio para el bloqueo, para el hambre planificada, para la muerte con firma y sello.
Israel: del Antiguo Testamento a la guerra perpetua
El Estado de Israel, que se proclama bastión de libertad en Oriente Medio, bombardea hospitales, corta suministros, impone hambre como castigo colectivo. Todo en nombre de la seguridad. Todo con el aval de las potencias que un día dijeron seguir a Cristo.
¿Dónde está el “no matarás”? ¿Dónde está la moral de los que financiaron las armas y ahora miran hacia otro lado? ¿Y los cristianos de Occidente? ¿Dónde están sus lágrimas cuando las víctimas no se parecen a ellos?
La compasión es selectiva. El humanitarismo, condicional. Las vidas palestinas, descartables.
Y si Jesús no existió… ¿de qué sirve todo esto?
Tal vez Jesús nunca estuvo aquí. Tal vez nunca cargó una cruz ni habló en parábolas. Tal vez fue solo un eco, una invención colectiva para llenar el vacío. Pero si existió, si realmente caminó por estas tierras, ¿no estaría hoy en Gaza, descalzo, bajo los escombros, abrazando a los huérfanos?
Y si no existió, ¿qué sentido tiene venerar una historia que no nos hace mejores?
Esta Semana Santa, mientras las iglesias celebran la vida eterna, Gaza entierra a sus muertos. El mundo cristiano guarda silencio. Israel bombardea con precisión. Y Dios, si alguna vez estuvo aquí, parece haberse exiliado.
Pero tranquilos. El turismo religioso ya se está reactivando.
Los vuelos a Tel Aviv siguen saliendo puntuales.
Y la piedra del Santo Sepulcro sigue allí, intacta.
Vacía.
Como la conciencia del mundo.

Escritor, periodista; especialista en agregado de valor y franquicias. Columnista de opinión