Todos los políticos lanzan promesas en campaña que cumplen por la mitad y el ahora presidente libertario Javier Milei no es la excepción, pero sobresale la incumplida de “dinamitar” y “cerrar” nada menos que el Banco Central de la República Argentina (BCRA), la oficina estatal que para bien o para mal ha sido clave para todos los gobiernos en la democracia recuperada, desde el radical Raúl Alfonsín, en 1983, en adelante.
El rimbombante anuncio de liberación del cepo cambiario (economistas reputados como Enrique Szewach dicen que no es así, ya que es liberación en su totalidad para personas físicas, y en forma parcial para inversores extranjeros y personas jurídicas) puso blanco sobre negro la política regulatoria que ejecuta el Banco Central mileísta, como un eje fundamental de la economía además del superávit fiscal.
El líder de La Libertad Avanza (LLA), en plena campaña electoral con su motosierra filosa, había amenazado y atacado con dureza y sin medias tintas al BCRA, adjudicándole gran parte de los fracasos económicos últimos.
Hasta Milei aprovechó que la lectura de la sigla del Banco Central tiene cierta similitud con el apellido de la exitosa cantante quilmeña María Becerra, a quien denostó por algunas declaraciones de la artista junto a Lali Espósito, ambas críticas del jefe de Estado.
Lo cierto es que tanto para Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández ha sido clave el rol del Banco Central en sus gobiernos, con aciertos y errores.
En el caso de Macri, por ejemplo, la conferencia de prensa en Casa Rosada del 28 de diciembre de 2017 en la que virtualmente se destituyó al titular del BCRA –Federico Sturzenegger, hoy ministro de Desregulación libertario- hecho que fue gravitante para el desplome del Gobierno macrista.
Para Milei, a su vez, también forma parte del corazón de la gestión de LLA, porque fue y es el encargado de cuidar cada dólar de las alicaídas reservas negativas que le dejó Alberto Fernández.
Ya electo presidente, el líder libertario anunció su primer funcionario del gabinete y fue nada menos que quien sería su presidente del Banco Central, el economista Emilio Ocampo.
El encargado de dinamitar y cerrar el Banco Central era él, pero se mancó y quedó en el camino, y lo mismo ocurrió con el economista Demián Reidel, ahora asesor presidencial.
El presidente del Banco Central fue Santiago Bausili, socio privado del ministro de Economía, Luis Caputo, y ambos viejos conocidos e integrantes del equipo económico de la gestión macrista.
Bausili no dinamitó ni cerró el BCRA, sino que esa entidad bancaria estatal fue parte central de la economía libertaria: tan es así que participó en el 90% de las reuniones del Gabinete nacional en Casa Rosada y su misión fue ser el guardián, el custodio de las reservas, que en el cambio de gobierno PJ-LLA en 2023 estaban en rojo, y el viernes -el día del volantazo del cepo ligth de Milei- seguían en rojo.
Ahora el jefe de Estado mira obsesivamente de reojo cada minuto el ingreso y egreso de dólares, porque el viernes se pasó del sistema de incrementos de dólar conocido como “crawling peg” a la “flotación sucia” con una banda de entre 1.000 y 1.400 pesos.
La idea es que Bausili no permita que el dólar suba más de 1.400 pesos y, si baja a 1000, podría comprar.
Lo concreto es que el BCRA tuvo esta semana una paz -no fue necesario vender dólares- que no tenía desde diciembre pasado, cuando el mercado empezó a empujar una devaluación, una palabra que insólitamente el Gobierno (¿se acuerdan cuando en la dinastía kirchnerista no se podía hablar de inflación?) quiere borrar del diccionario económico.

Análisis y Opinión