Hombre de la televisión, como se autopercibe, Javier Milei está siempre atento al rating. No es novedad; vale recordar que sus presentaciones en el Congreso Nacional fueron reprogramadas en función del prime time televisivo, a contramano de la tradición legislativa que le asignaba a esos actos el horario del mediodía. Por eso es que el viernes en el que se anunció la salida del cepo y el acuerdo con el Fondo, lo primero que preguntó al concluir la emisión de su mensaje grabado en Casa Rosada fue por el rating que había tenido.
Le dijeron que había superado los 28 puntos y él lo comparó con un partido de la Selección. Claro que, tratándose de una cadena nacional, lo suyo fue la sumatoria de todos los canales. Igual, la atención fue mermando conforme pasaban los minutos, pero siempre estuvo po encima de los 25 puntos.
Ni qué hablar de la entrevista con Alejandro Fantino, cuando estuvo a 15 minutos de romper el récord de la más larga de la historia, con 4 horas 39 minutos. Promediando la nota que se difundió por Neura, el streaming marcaba cerca de cien mil usuarios siguiendo el desarrollo de la nota.
Bilardista y por lo tanto “resultadista”, como suele definirse, el presidente está atento a esos detalles y por eso les dedica tanto tiempo. El lunes de la salida del cepo, consagró la mañana y la noche a dar reportajes. Consiguió así ocupar el centro de la atención en un día muy especial. Nobleza obliga, hay que reconocer que con la entrevista matutina asumió un riesgo grande, pues nadie podía asegurar que los mercados fueran a mostrarse dóciles ese primer día.
Así sucedió, y al presidente se lo vio esa tarde con su equipo económico en un festejo desbocado como si hubieran ganado el Mundial. Si la Scaloneta se burló esa vez de Francia, los libertarios se mofaron de los economistas con los que confrontan día a día. “Mandrilandia”, la marca registrada por el glosario mileísta. Y contra el periodismo crítico, al que se le asigna un maltrato sin precedentes desde la primera magistratura.
Milei estaba exultante ese lunes, después de haberse reunido con el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, un visitante infrecuente en cualquier país del mundo, que con ese gesto confirmó la sintonía extrema que mantiene el Gobierno de Milei con el de su amigo Donald Trump. Eso sí, aunque no menor, fue solo un gesto: quienes imaginaron que podría haber alguna línea de crédito directa de parte de la administración norteamericana, se quedaron con las ganas.
Incluso Scott Bessent dejó condicionantes, como el mensaje referido a la relación de la Argentina con China, que generó un inmediato pronunciamiento de la embajada de ese país, expresando un “profundo descontento y categórico rechazo”. EE.UU. quiere que nos deshagamos del swapp que acaba de renovar el gobierno argentino. Y sin asistencia externa, con plata nuestra, se aclaró. Habrá que ver de qué manera se las arregla esta administración que llegó con ánimos rupturistas con Beijing, que mutó luego hacia el pragmatismo argumentando que “ellos no exigen nada; lo único que piden es que no los molesten”. Esa visión reduccionista de las relaciones internacionales amerita una visión más amplia, pero también merecerá una adecuación, pues ya se ha visto que las exigencias del gobierno trumpista parecen ir bien en serio.
Lo cierto es que los cánticos, las notas de extensión récord y las condenas sin misericordia para toda visión crítica buscaron maquillar un cambio en el sistema económico -que fue lo que fue-, presentado como la “fase 3” de un plan que “marcha de acuerdo con lo planeado”. La consigna fundamental fue eliminar de la discusión la palabra “devaluación”, como así también borrar todo rasgo de rebrote inflacionario, consecuencia de la liberación del tipo de cambio. La verdad sea dicha, en la primer semana de apertura (parcial) del cepo el dólar se movió mínimamente, contradiciendo las nuevas listas de precios que recibieron los supermercados y contra las que el Gobierno reaccionó con métodos ajenos al espíritu original libertario.
Triunfalista, el presidente aclaró que el BCRA recién comprará cuando la moneda norteamericana esté por debajo de los mil pesos, y todo el mundo se pregunta por el dólar atrasado que al menos hasta el anuncio de la apertura del cepo era un problemón.
También el Gobierno se ocupó de contrarrestar los alertas sobre la inflación garantizando el presidente que dentro de un año será parte definitiva del pasado. Ese horizonte promisorio sucederá pasadas las elecciones, que todo indica que ganará. Lo anticipan las encuestas, e incluso un extenso informe de coyuntura elaborado por Sebastián Halperín que habla del fin de la luna de miel y del descenso presidencial en los sondeos, que como todos coinciden arrancó con el cuestionado discurso presidencial en Davos, siguió con el criptogate, el desenlace de los pliegos de Lijo y García-Mansilla y la violencia oficial en las marchas de jubilados. Esos son los hitos que analiza el estudio cualitativo realizado a través de grupos focales, que concluye adjudicando el declive en la imagen gubernamental a cuestiones de impacto directo en la vida cotidiana del ciudadano promedio, antes que a los episodios de mayor resonancia citados. El informe advierte sobre cierta tensión entre la realidad percibida y las expectativas iniciales en el plano económico, que conlleva a su vez un desgaste asociado al paso del tiempo sin registro de cambios sustantivos en un contexto de reducción del poder adquisitivo, y una singular preocupación ante lo que se considera como una desatención de sectores vulnerables.
La inquietud por las formas y el trato del presidente, y lo que se define como errores no forzados en el manejo de la agenda y estilo comunicacional, contribuyen a dar cuenta de los cambios en el humor social registrados en los últimos meses en la base de apoyo del Gobierno nacional. Con todo, prevalece una actitud de tolerancia entre los participantes de menor edad, que se fundamenta en la devaluación de expectativas como consecuencia de los fracasos asociados a las gestiones anteriores. Atento a esos sectores afines, el Gobierno eliminó esta semana los impuestos a los consumos con tarjetas en las plataformas de gaming como Steam y Playstation. Es una baja impositiva del 30%.
Como sea, el descenso en la imagen del gobierno nacional no se traduce en una reducción en la intención de voto en favor del oficialismo, o al menos no de manera significativa.
En este contexto, arrancó en Santa Fe el cronograma electoral con un resultado no demasiado auspicioso para el Gobierno, que participó sin alianzas y terminó tercero. Ganó con amplitud el oficialismo provincial, que recreó la alianza de Juntos por el Cambio que se impuso en 2023 con amplitud, pero de inmediato el oficialismo proclamó que “el gran perdedor” de esa elección había sido el gobernador Maximiliano Pullaro, que dicho sea de paso encabezó la boleta ganadora. Obsesionados por reescribir la realidad siempre a su favor, los dirigentes libertarios poblaron las redes sociales resaltando el “éxito” libertario en este primer convite electoral.
Cierto es que la alianza gobernante perdió 500.000 votos entre una elección y la otra y que el candidato de LLA, Juan Aleart, se impuso en Rosario. Promotores de la boleta única de papel con la que Santa Fe reemplazó en su momento a la vergonzosa Ley de Lemas, esa provincia picó en punta con la elección de figuras conocidas para poner al frente de las listas, de ahí a que aparecieran personajes como Miguel del Sel o Amalia Granata, pero sobre todo periodistas críticos encabezando listas. Es el caso de Aleart, protagonista de una triste historia de abusos, al que Patricia Bullrich ayudó mucho y terminó al frente de la lista de LLA que se impuso muy bien en Rosario.
Eso dejó muy contentos a los libertarios, pues siendo Rosario una de las ciudades más pobladas del país (es la tercera), les da la certeza de que les irá muy bien electoralmente en los principales distritos, comenzando por el que más les importa. Pues por encima del valor que implicaría ganarle al kirchnerismo en el principal distrito del país, lo que realmente obsesiona al Gobierno es vencer al macrismo en su reducto. Incluso sin ganar esa elección, que todo indica que ante la dispersión del voto de centroderecha terminará beneficiando al peronismo: la meta es dejar al Pro tercero, y con ello acelerar la disolución del partido amarillo y el ocaso del expresidente al que ya Milei no invita a comer milanesas ni entraña.
Las encuestas anticipan una pelea intensa por ese segundo lugar, y con la intención de desnivelar el presidente se meterá de lleno en la campaña. Encabezará un acto que esperan masivo en alguna plaza de la Ciudad y este lunes protagonizará otra maratónica entrevista, ahora con el Gordo Dan y esta vez con Manuel Adorni como coequiper.
Silvia Lospennato, por su parte, tendrá su protagonismo especial el jueves, si como todo parece encaminado el Senado convierte en ley el proyecto de ficha limpia que la diputada del Pro motoriza especialmente desde 2017. Habrá que ver si eso termina concretándose en una semana que se anticipa complicada para el oficialismo, comenzando con las interpelaciones del martes, y siguiendo al día siguiente con el arranque de la comisión investigadora del caso $LIBRA.

Análisis político