¿QUÉ ELEGIRÁ LA CAPITAL?
Pensar electoralmente a la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, casi ocho meses antes de que los porteños voten para elegir
diputados nacionales, supone tener claro que sólo es posible generar hipótesis
de trabajo en relación con escenarios, actores, potencialidades y demandas
sociales.
En primer lugar, debe tenerse en cuenta que se trata de una
elección para cubrir cargos legislativos y no ejecutivos. Esto define, en
parte, cuáles son las características demandadas a un dirigente.
Para ser diputado, no es condición necesaria saber
administrar, ni ejecutar políticas. Para ser diputado se debe mostrar
capacidades y conocimientos, encarnar valores, apoyar u oponerse al Gobierno
nacional. Generalmente, las elecciones ejecutivas son sobre continuidad o
cambio; las legislativas marcan tendencias de aprobación, control o rechazo, y
siempre fueron señales hacia el ejecutivo.Ya en el 87, por ejemplo, el
alfonsinismo triunfante había tenido su primera alarma al obtener en las
elecciones legislativas 10 puntos de votos menos que en 1983.
El menemismo, gracias a la dispersión de las fuerzas
adversarias y a las alianzas electorales, logró vencer en elecciones
legislativas que parecían políticamente imposibles, a la vez que tuvo su
primer aviso en la Capital con el triunfo de Carlos Chacho Alvarez sobre Carlos
Corach en la constituyente del 94.
En segundo lugar, tenemos que pensar que, electoralmente, los
porteños tienen su propia lógica para votar, su propia historia, sus propias
demandas.
Los porteños se piensan como pertenecientes a la ciudad país.
El lugar en donde se toman las grandes decisiones políticas. Cuando votan, los
porteños se perciben decidiendo el destino nacional. Confunden permanentemente
la ciudad con el país. Y, a su vez, gran parte de la dirigencia política y de
los medios de comunicación dan a los resultados de la Ciudad el mismo valor
simbólico que le dan los porteños.
Así, cuando gana un candidato del Gobierno, más alla del
porcentual obtenido, el resultado es leído como de apoyo y aprobación a la
gestión. Cuando pierde, la lectura suele ser inversa. A diferencia de lo que
ocurre con la mayoría de las provincias, los resultados aparecen siempre
nacionalizados.
Los porteños se definen como individualistas progresistas, más
allá de su signo político, y como pertenecientes a los sectores medios
cosmopolitas.
Es importante distinguir los resultados correspondientes a
elecciones legislativas que hayan coincidido con elecciones presidenciales, de
aquellos que no coincidieron, ya que las elecciones de octubre próximo tendrán
esta última característica.
Veamos, en primer término, qué ocurrió con las elecciones
a presidenciales en sí mismas:
Alfonsín, en el 83, venció en el país y en la Ciudad.
Menem, en el 89 y en el 95, triunfó en el país pero no en la Capital.
De la Rúa, en el 99, venció en el país y en la Capital.
Finalmente, Kirchner en el 2003 venció en el país pero no
en la Capital.
El gran riesgo para los vencedores de la Capital siempre fue
mantenerla a su favor, así como la gran oportunidad para los no vencedores fue
conquistarla.
Esta parece la gran oportunidad y el desafío para el
Gobierno.
Historia
Si analizamos ahora las elecciones legislativas desde el
83 hasta la fecha vemos que en los años 83, 85 y 87, época de fulgor
alfosinista, vencieron todos sus candidatos a legislador
En el período menemista, el electorado premió
impensadamente al justicialismo en el 89 ( gracias a que el radical Eduardo
Angeloz se presentó por dos fuerzas políticas), en el 93, en el 95 al ritmo de
la convertibilidad y, a partir de allí, los capitalinos castigaron con fuerza
al oficialismo en las elecciones del 97, preanunciando su fuerte derrota del 99.
De la Rúa es acompañado con fuerza en su primera elección;
y luego, aunque triunfante, en el 2001 comienza a desvanecerse.
En todo el período que va desde el 83 hasta el 99, el
justicialismo y la Unión Cívica Radical (UCR) concentraron entre el 60 y el 70
por ciento.
De allí en adelante, el nivel de dispersión electoral se
incrementó en forma continua, especialmenete en 2001, cuando la suma de ambos
partidos, Alianza incluida, apenas llegaba a los 30 puntos de votos positivos. .
Algunos otros datos no debería pasar inadvertidos.
El capitalino es altamente selectivo, y su nivel de
presentismo en las urnas varía de acuerdo al interés en la elección y a la
atracción que le despiertan los dirigentes. Las definiciones electorales son de
último momento, y más de una vez, desde el año 94 en adelante, se han
producido corridas electorales en las últimas horas, definiéndose elecciones,
subiéndose o bajando el caudal electoral en los últimos diez días.
En octubre próximo, todas las fuerzas políticas tienen
desafíos.
En el caso del Gobierno, su hipótesis de mínima debe ser
incrementar el caudal electoral del 2003, objetivo que podrá alcanzar con
facilidad; la de máxima, es obvio, vencer en la elección .
En todos los casos la tendencia será ascendente. Dependerá
de los objetivos del Gobierno y del nivel de dramatismo que quiera imponerle a
esta elección, el modo en que será leído el resultado final.
Por el lado de las principales fuerzas de oposición, la
problemática no es simple: todos tienen necesidades urgentes.
La centroderecha está obligada a mostrar que el caudal
obtenido por López Murphy en las presidenciales, o por Macri en la compulsa
para jefe de Gobierno, no se ha desvanecido.
Carrió, a su vez, tiene sus propios de¬safíos. La
dirigente del Ari, percibida como la principal opositora, deberá mostrar que
logró acumular un caudal de votos suficientes para poder proyectarse
nacionalmente y, a la vez, encarnar el progresismo republicano. Su desafio es
vencer.
Zamora deberá decidir su destino politico, al igual que
Patricia Bullrich.
Hoy existen, a ojos de la opinión pública, dirigentes
posicionados claramente para roles ejecutivos y otros para cargos legislativos.
Virtualidad
Hay dirigentes con fuertes potencialidades de crecimiento y
hay dirigentes limitados, tanto por sus características personales como por
propuestas que sólo llegan a restringidos sectores sociales.
Pero, más allá de que hoy haya encuestas de intención de
voto, todos los resultados son absolutamente provisorios. Las mediciones están
suponiendo la existencia de “candidatos virtuales”. Sólo Elisa Carrió
manifestó claramente que será candidata (la más reconocida por sus virtudes
para legisladora); el resto de los evaluados en los sondeos de opinión son
hipotéticos.
El Gobierno y su instrumento político, llámese PJ o Frente
para la Victoria, no tiene candidatos definidos. Rafael Bielsa es quien mejor
potencial muestra, ya que conjuga tanto el perfil ejecutivo como el legislativo.
Pero nadie puede asegurar que finalmente sea el candidato oficial. Macri,
percibido más para cargos ejecutivos que legislativos, no ha dado definiciones
claras sobre si, finalmente, será candidato. También López Murphy es un
interrogante acerca de su conducta en la Ciudad. Finalmente, Patricia Bullrich y
Luis Zamora aún son incógnitas.
Mas allá de la virtualidad de las candidaturas, puede leerse
en los sondeos que la gran batalla electoral se dará entre el oficialismo,
Carrió y un tercero en discordia por la centroderecha. Macri es quien, aunque
menguado luego de los sucesos de Cromañón, parece tener más potencialidad
para terciar en la batalla.
¿Qué se tendrá en cuenta a la hora de elegir? Es la gran
pregunta y dependerá del contexto nacional post default.
Tres serán los elementos que habrá que mirar con atención:
las expectativas, los liderazgos y los valores.
Las expectativas en el rumbo del Gobierno y en el rumbo del
país.
Los liderazgos, porque los candidatos deberán mostrar al
electorado que, independientemente de sus apoyos partidarios, no son meras imágenes
sin contenido.
Y los valores no serán un tema menor, como no lo están
siendo en ninguna elección en las grandes urbes del planeta.
La sociedad capitalina discurre hoy entre un cúmulo de
expectativas positivas respecto del rumbo del Gobierno y de la economía,
juntamente con percepciones de inseguridad física y de falta de un sistema
institucional fuerte reemplazado por el liderazgo presidencial.
El porteño es individualista, pero requiere de sus
gobernantes y representantes la percepción de que serán capaces de
garantizarle el presente y el futuro y su vida cotidiana.
Por ello, construyen su líder ideal sobre la base de los
atributos de preocupación por sus problemas, honestidad, firmeza y capacidad.
No hay muchos dirigentes que hoy reúnan dichas características.
De la capacidad del Gobierno para encontrar su mejor candidato, conjugado con la
identificación de los valores de los porteños y de la buena marcha de la
economía, dependerá su triunfo.
De la capacidad de Elisa Carrió para encarnar valores con
liderazgo, y de la coyuntura nacional dependerá su perfomance final. De la
capacidad de mostrar capacidad, cercanía con las realidades cotidianas y
liderazgo dependerá el destino del candidato de centroderecha.
Por supuesto, todo esto es un juego teórico. Octubre está
muy lejos, y la política ha demostrado un dinamismo pocas veces visto desde fin
de año hasta la fecha.
Hugo Haime