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El kirchnerismo y los rompecabezas

EL GOBIERNO SABE USAR LOS PUZZLES

Rompecabezas tiene varios significados y usos: acertijos, adivinanzas, enigmas, pasatiempo, garrote, maza y también fuerzas de choque, barrabravas, que le dicen.

En esto el gobierno K son maestros. Todo es un magnífico rompecabezas, donde para poder armar y descifrar es necesario conocer sobre su ideología populista, que mas que ideología, componen las diferentes piezas que unidas nos muestran sus verdaderos objetivos, el Populismo es su herramienta.

Todo lo que hacen, lo hacen de una forma, que si se lo analiza detenidamente, es factible comprobar la dualidad y confronte entre sus palabras con sus actos y resultados previstos y me refiero al accionar del Gobierno, que resulta ser falaz y paradójico.

Es decir que todas las actitudes están dirigidas a dividir y engañar para conservar el poder, según lo indica su mentor ideológico tan controvertido como lo son Laclau y su referente nacional Carlos Zannini.

Para comprender la realidad, ver Matrix. Resulta necesario comparar la gran diferencia que existe entre popular y populismo.

Popular, significa: Público, Extendido, Notorio, Nacional, Difundido, Multitudinario, Acreditado, Admirado, Nombrado, Distinguido, Destacado, Notable, Querido, Respetado, Considerado, Apreciado, Estimado

Me pregunto y se los pregunto, cuantos de estos adjetivos, podemos atribuirle al Gobierno K actual?

En cambio populismo clásico, se puede precisar como una enorme contrariedad en si mismo, de acuerdo a lo que se observa, según lo describe Hermet con una serie de notas definitorias.

Los invito a que lean La razón populista, de Ernesto Laclau, Jesús Silva-Herzog Márquez. Resumida acá.

Para aquellos que no tengan el tiempo suficiente para ver el artículo completo, extracto algunos conceptos que me parecen imprescindibles para la comprensión de los que nos atraviesa, son muchos pero no pude reducirlos mas.

En primer lugar, se levanta sobre una densa hostilidad a las elites.

Los de arriba controlan el poder y los dispositivos de la representación.

Las instituciones son suyas y se emplean para repartirse los privilegios.

La segunda nota es una moral dicotómica.

Hay un aire religioso en los movimientos populistas que se expresa en esta noción de un universo partido entre el cielo de los buenos y el infierno asegurado a los malos.

En la imaginación populista, el pueblo adquiere virtudes infinitas.

El trabajador manual, el hombre sencillo y pobre, encarna un ideal cívico, mientras que el burócrata y el banquero parásito son los enemigos de la sociedad. (no es exactamente nuestro caso, ya que los banqueros gozan de beneficios que no lo tiene los de a pié en general).

La política que alimenta esta fantasía es redentora e intolerante.

Instaura, según Hermet, un “apartheid inscrito en los corazones.” Finalmente, el populismo niega dos veces la política.

Primero cancela la posibilidad de un gobierno aceptable: los gobernantes son irremediablemente perversos.

Sólo el héroe (Él Néstor y su sucesor) podrá expresar las demandas del pueblo.

Después, el populismo niega la capacidad de la política de administrar el tiempo. No hay en su reloj manecilla para el futuro: al poner fin a la conspiración de los poderosos, el futuro llegará automáticamente. (las continuas y permanentes re-re)

El populismo moderno se separa en alguna medida de ese radicalismo.

No rompe definitivamente con las instituciones de la democracia representativa, las usa con frecuencia pero mantiene una posición ambigua frente a sus ordenanzas.

Se asocia hoy, sobre todo, con una expectativa de certeza y de poder firme. Nostalgia del hombre fuerte. (poder omnímodo presidencial)

Ernesto Laclau se ha apartado de esa línea para delinear una compleja reivindicación del populismo.

El populismo no es el demonio; es seña de la operación política por excelencia: la construcción imaginaria de un nosotros. A lo largo de su prolífico trabajo académico, Laclau ha tratado de entender el papel de los actores políticos en la historia desde una perspectiva que él llama postmarxista.

La izquierda marxista creció bajo el embrujo de un agente privilegiado de la historia, un personaje colectivo con una misión preestablecida.

Ésa es su ilusión ontológica: una clase con intereses universales conducirá a la liberación de la humanidad.

En 1985, junto con Chantal Mouffe, Laclau publicó en Inglaterra su trabajo más importante. Se trata de Hegemonía y estrategia socialista, que también ha traído al español el Fondo de Cultura Económica.

Laclau y Mouffe denunciaban entonces el reduccionismo que ubicaba en las contradicciones objetivas el germen de las identidades políticas (entiendo por reduccionismo el bajar la clase media, que no acompaña al Modelo, a un estado de dependencia económica y unificado en niveles inferiores).

Para Laclau y Mouffe, las identidades no pueden brotar espontáneamente, sino que se confeccionan política, discursivamente.

Siguiendo la línea de Carl Schmitt, sólo pueden construirse antagónicamente, (mediante prácticas discursivas)

Para Laclau, el populismo no es para él una ideología de contenido específico.

El que los teóricos hayan hablado de la vaguedad conceptual de la palabra subraya su naturaleza.

El carácter distintivo del populismo es precisamente que aloja una variedad infinita de demandas que logran unificación a través de un enemigo común. (crear enemigos comunes, el Campo, Clarín Las Malvinas, la Iglesia, la Justicia, el Gorilaje y todos los que necesariamente deberán crear para la “continuidad y la re-re)

Es igual que sea la rabia antioligárquica o el racismo antiinmigrante.

La vaguedad resulta ser un instrumento a su servicio. Es más: se trata de su contenido esencial.

Advierto nuevamente que acercarse a la prosa de Laclau no es una experiencia grata. Sus párrafos están empedrados de un pedante dialecto profesoral que hostiga al lector. (las palabras de las cadenas de Cristina, se asemejan a ese lenguaje creado y utilizado actualmente, no era el usado por la Senadora).

El populismo emerge cuando los cauces institucionales bloquean una y otra vez las demandas colectivas. (De La Rua yel 2001)

Pensemos en un barrio donde hace falta el agua. Los vecinos se organizan, acuden al ayuntamiento y piden el suministro. Pensemos en el nada improbable caso de que el problema no se resuelva.

La frustración del barrio será inevitable: el poder público no ha logrado atender su exigencia.

Pero ésa será solamente una demanda frustrada. ¿Qué sucede si esa frustración no es la frustración exclusiva de ese barrio, sino la experiencia de un grupo más amplio, de toda la ciudad quizás? ¿Qué pasa si además de los problemas de agua hay inseguridad, malas escuelas y hospitales sin medicinas? ¿Qué sucede, pues, si esa frustración con el poder público es generalizada?

Es entonces cuando se desata una lógica social en donde distintos grupos, con distintas demandas y distintas ideologías, se igualan en la vivencia de sus repetidos reveses frente al poder.

 Una cadena de similitudes congrega lo disperso y moldea un sujeto popular. Es en ese momento cuando puede hablarse de una ruptura populista.

El pluralismo asociativo del que hablaba Tocqueville resulta, por lo menos, improbable en un régimen que despliega su ineficacia tan abundantemente. Laclau muestra que detrás de toda germinación populista hay una crisis de representación política.

Una crisis de eficacia institucional.

Si puede condensarse esa “identidad popular”, es porque la acción política puede agrupar una larga cadena de demandas en torno a una serie vaga de imágenes, valores y reivindicaciones.

De ese modo puede lograrse la división dicotómica de la sociedad.

 El pueblo contra las elites, los de abajo contra el sistema, la nación contra los poderosos.

Frente a la enferma democracia liberal, la medicación de un guía que da forma a un pueblo y lo pone en movimiento. Laclau se apresta a descalificar a los críticos del populismo como aristócratas que le temen a su entorno. (o estas conmigo o sós un Gorila Golpista).

La primera parte de su trabajo ubica como ancestro del antipopulismo la repulsión por el pueblo.

Las invectivas que se lanzan hoy contra el populismo, sugiere él, no son distintas de la vasta literatura de denigración de las masas.

Historiadores como Taine, por ejemplo, que denunciaban los motines salvajes con la nariz asqueada por los hedores de la chusma. Vagabundos y rufianes que son enemigos de la ley y del orden. Contagios de maldad que amenazan el tegumento social: primero es el reclamo por el pan, después el hurto, finalmente el asesinato y el incendio. La masa es emocional, impulsiva, violenta. Es inconsistente e irracional. Se deja conducir por charlatanes y carece del mínimo sentido de la autocontención.

El temor al populismo no es más que la reencarnación de un miedo antecedente: el miedo al pueblo, el miedo a la democracia.

El recurso laclauniano es pedestre: quien ose atacar al populismo se coloca en la fila de los oligarcas.

Los antipopulistas resultan, en última instancia, antidemócratas. Lo que parece claro es que, al convertir al populismo en el milagro que cohesiona a un pueblo, el filósofo alimenta la farsa terrible.

El postmarxismo certifica filosóficamente la confiscación política del pueblo por parte del caudillo que habla en su nombre. El farsante que se proclama símbolo patrio en la plaza pública resulta un admirable artista.

Soy un pedazo de todos ustedes, ha gritado Hugo Chávez, recordando la identificación de los fascistas con Mussolini. Ernesto Laclau celebra el espectáculo del demagogo, apoyándose en citas de Freud y Althusser. Venezuela es Hugo Chávez. Y Chávez, ha declarado el filósofo argentino, es un gran demócrata.

Si el populismo es una simple forma de “construir lo político,” ¿se tratará de una inocente edificación simbólica? La capacidad de Laclau para explicar (a pesar de sus marañas verbales) la génesis del populismo en las insuficiencias de la democracia representativa no se acompaña de una razonable fórmula para dirigir la acción política y, mucho menos, para orientar una estrategia libertaria de la izquierda.

Sus mismas herramientas anulan la capacidad analítica, incluso, de distinguir el populismo de izquierda de una ultraderecha igualmente populista.

 Es cierto: el populismo puede ser síndrome de una democracia incompetente. No es vía, en modo alguno, para profundizar la democracia. Los nuevos populismos en América Latina (o los neofascismos europeos) serían gestas de integración.

Pero integración es un término anodino. El pescado también se integra a su ceviche. (la maleza al trigo)

Las preguntas clave son si el populismo contribuye a la formación de la ciudadanía; si alienta la participación autónoma.

La democracia tiene sentido porque permite y estimula la organización autónoma de la gente, porque previene el exceso con parapetos y alarmas, porque garantiza el derecho a la disidencia.

 El populismo, por el contrario, celebra como épica admirable las prácticas clientelares: el sacrificio de los derechos políticos a cambio de los favores del poder.

 Esa “democracia” de plazas llenas, puños duros y caudillos efusivos es, sencillamente, una democracia sin ciudadanos, sin diversidad pluralista, sin resguardos frente al peligro de la arbitrariedad. Si una noción está ausente en esta disquisición sobre el artefacto de las identidades es precisamente la idea antipáticamente liberal de ciudadanía.

El postmarxismo resulta a fin de cuentas neoschmittismo. Antiliberalismo con traje folclórico. ~

De acuerdo a todo lo descripto, surgen esas evidentes dicotomías entre la pobreza de muchos y la fastuosidad de la dirigencia.

La utilización de Trata de personas en beneficio propio en la lucha contra la Justicia Independiente.

El tratar de unificar al Pueblo en un falso nacionalismo, Malvinas por ejemplo y entregar todas las riquezas naturales al saqueo de las trasnacionales.

La utilización de los Derechos Humanos, como herramienta de reducción a un solo tema, la represión antisubversiva, cuando no se ataca la delincuencia, el aumento de consumo de la droga, la corrupción en las fuerzas del orden y se deja indefensa a un vasto sector poblacional.

El mentiroso discurso del Desendeudamiento frente al real aumento en el pago de intereses, continuidad de la deuda externa e interna, que tendrá que resolver el próximo gobierno, cuando se digne el actual, a aceptar la No Re-Re, que la Constitución actual no permite

La mentira declarada entre la inflación real y la declamada por el INDEC, que deberá ser aceptada por “decreto”.

La permanente necesidad de crear enemigos, poniendo a cualquiera, aún a ex seguidores y sostenedores del Modelo, Moyano (SIC) y otros servidores expulsados, como elementos descartables usados (=)

Otras ambivalencias, considerar que matando al cartero, que ya no envía las buenas noticias, se acabarán las malas producidas e innegablemente reales, con la ley mordaza.

Que la Justicia no adicta no sirve y hay que cambiarla, con el mentiroso rótulo de Justicia Democrática, instaurando por ejemplo los Jurados, cuando sabemos que ó casualidad, caerán los nombres de los mismos en militantes, aunque pertenezcan al Vatayón, mientras dictaminen lo que se les pide.

Nacionalizar las AFJP, cosa muy loable, por cierto, pero con la finalidad de disponer arbitrariamente de sus fondos y recursos, ejemplo Jubilados y el 82 % vetado por el Gobierno.

Impuesto al trabajo, disfrazado con el nombre de Impuestos a las Ganancias, cuando las operaciones financieras, verdaderas usuras de los Bancos no lo pagan, sí, sus empleados……

Que para el Gobierno, lo bueno para estos, es lo malo nuestro y lo que para ellos es malo, sería bueno para nosotros.

La enorme incongruencia de que el Campo y los recursos que generan los integrantes del sector, sean los principales sustentadores económicos que mantienen el poder de Kaja en que se basa el Gobierno, sean permanentemente defenestrados y puestos de rodillas, como era el deseo de Nestor Kischner.

Modificar la Constitución Nacional, con cualquier excusa, cuando la real intención es la de instalar la re-re –elección indefinida.

Instalar la ley antiterrorista para aquellos que se oponen, aún solamente con la expresión de su disenso, y permitir o por lo menos no aceptar que existe la delincuencia y violencia incontrolable, que es un verdadero terrorismo civil, por el miedo que genera en la gente.

Tener el presupuesto mas elevado en educación, para que se eduque menos y con peores resultados.

 

Bueno esto es muy desgastante y verdaderamente a veces pienso y me digo, no estaré yo equivocado, que todo esta bien , que es lo que la gente quiere, por lo menos un 54 % que acredita que lo hacen es lo que el Pueblo quiere?

Pero bueno, por lo menos a mi me sirve como un escape, como la Revista Humor en época de la dictadura fraticida, lo escribo y lo releo y calmo mi ansiedad por un utópico cambio, por lo que voy a terminar con una definición y pedido al Gobierno, que no es mía, a fin de evitar lo que siempre señalo, las profecías de Benjamín Parravicini.

“O aprendemos a amarnos como hermanos o nos preparamos a la barbarie”. Felices Fiestas para Todos y Todas

  Ojalá podamos tenerlas.

 

Walter A.Gazza
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