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Ganancias, el provocador de pérdidas

LOS CAMBIOS QUE VIENEN EN ESE IMPUESTO

Otro frente de posible conflicto en el marco de las tratativas salariales se cerró en las últimas jornadas, con la firma del acuerdo del gremio de los trabajadores gastronómicos que lidera Luis Barrionuevo, hoy en las filas opositoras al Gobierno y a la conducción de la CGT en manos de Hugo Moyano.

La mejora, que alcanza al grueso de los trabajadores del sector, se pactó luego de una etapa de tensión que, en caso de falta de acuerdo, hubiera desembocado en medidas de fuerza masivas.

La cifra de la mejora se sitúa en la franja de las más altas pactadas hasta ahora: 35 por ciento. No obstante, el nuevo convenio tiene una particularidad: 20 por ciento se cobrará de manera inmediata y el resto en cuotas mensuales hasta febrero del año que viene.

La negociación que llegó a buen puerto no estuvo exenta de concesiones mutuas entre sindicalistas y empresarios, ya que, por ejemplo, la mejora no sería remunerativa y recién tendría ese carácter a mediados de 2011.

De todas maneras, para los trabajadores es plata en mano y, como en otras actividades, ubica los sueldos del sector en un estamento más razonable y acorde con la realidad. Además, es tradicional que un sector importante de los gastronómicos, como son los mozos, puedan reforzar sus ingresos con las propinas de los clientes, que en no pocos casos constituyen una parte importante del dinero que llevan periódicamente a sus hogares.

En tanto, Barrionuevo continúa negociando con otros rubros, como los hoteles de máxima categoría.

El guarismo conseguido por la organización del titular de la CGT paralela implica otra evidencia del impacto de la inflación en los salarios y, por ende, la poca credibilidad de las cifras oficiales en ese sentido.

Además, contiene indudables condimentos políticos especiales que comprometen al Gobierno. Sucede que, apenas conocido el acuerdo, surgieron algunas incógnitas en cuanto a su reconocimiento por parte del Ministerio de Trabajo, la dependencia encargada de homologar lo convenido entre sindicatos y empresarios.

Pero cualquier oposición oficial automáticamente se transformaría en un lunar para la administración y la consecuente conversión en mártir de uno de sus actuales principales adversarios, quien, haciendo honor a su historia, sabría bien cómo sacar rédito político de tal hipotética situación.

 

Sin dramatismo

 

No obstante, más allá de cualquier especulación, lo concreto es que las paritarias van cerrando sin tanto dramatismo como el que se pretendió imprimir no hace mucho. Y, como ya se ha apuntado, pese a la dispersión de porcentajes lo destacable es que muchos de los nuevos salarios acordados se ubican en una grilla pareja.

Aunque también es necesario recalcar que apenas se está logrando reconstituir lo que ha venido destruyendo la inflación por lo menos desde fines del año pasado hasta la actualidad.

En tanto, cuando en breve se cierre el paréntesis abierto por el Mundial de Fútbol -en rigor, en el caso de la Argentina ya está clausurado por la eliminación a manos de Alemania- y quede superada la etapa de las vacaciones de invierno, es posible que resurjan con más énfasis algunos reclamos de reapertura de negociaciones, habida cuenta de que varios sindicatos han firmado meses atrás mejoras inferiores a las conseguidas por otros colegas un poco más tarde.

Situación que se vería reforzada por el hecho de que el propio Moyano, pese a que anunció un porcentaje aparentemente más modesto que otros, superó la línea de varios gremios, sin hablar siquiera de los abultados sueldos de sus representados. Incluso, como se preveía, había establecido algunas pautas adicionales que, si bien no forman parte del aumento generalizado para el sector, implicarían beneficios para el trabajador y el propio sindicato.

Pero así como constituyen un elixir para remediar —aunque sea transitoriamente— el mal de la caída del poder adquisitivo, los aumentos salariales también suelen transformarse en el veneno para los haberes.

Y de ninguna manera hay contradicción en tal apreciación. Ocurre que, tal como se viene afirmando y los hechos demuestran, el Impuesto a las Ganancias demuele ingresos y estados de ánimo de los asalariados.

Estos días de cobro de salario habitual y aguinaldo son una clara muestra de ello. Muchos recibos de sueldo están explotando en las manos de sus dueños cuando se llega al patético rubro Ganancias. Algunos descuentos son monumentales, y hay muchos ejemplos de que en ciertos niveles de ingreso ya no convendría ni recibir aumento ni hacer otras extras.

 

Tributo contradictorio

 

La aberración histórica de considerar al sueldo una ganancia sigue sosteniéndose en el tiempo y la inquietud va extendiéndose como mancha de aceite en la dirigencia sindical, porque de la misma manera se va ampliando el malestar de sus representados, que requieren que imperiosamente se actualice el mínimo no imponible a partir del cual se aplica el impuesto. Y en todo caso, por añadidura, será tarea de los respectivos responsables de las áreas correspondientes el buscar alternativas para reemplazar lo que el Fisco deje de recaudar por este ya indudablemente inequitativo tributo.

Un tributo contradictorio incluso desde la relación entre su propio nombre y efecto. Es que hay casos en que su aplicación está alcanzando niveles confiscatorios y transforma a lo que erróneamente se considera "ganancia" -en este caso el sueldo- en blanco de pérdidas, ya que convierte en neutros o hasta negativos aumentos y remuneraciones por trabajos habituales o tareas extraordinarias. En consecuencia, afecta al bienestar individual y familiar, a las posibilidades de mayor consumo y, por supuesto, a un andar más virtuoso de la rueda de la economía.

Autor:

Director periodístico: Christian Sanz © Tribuna de Periodistas. Todos los derechos reservados
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