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Hospitales públicos: vocación de servicio en silencio

Una crónica feroz en primera persona

Desde Tribuna de Periodistas, siempre realizando recorridos periodísticos y porque nada  detiene lo que se vive día a día  y sucede en el medio de una realidad para visibilizar y mostrar, llegamos hasta el Hospital General de Agudos  Dr. Juan A.  Fernández que es excelencia en medicina.

Desde hace muchos años y desde la Fundación  Fernández llevan adelante obras de envergadura para lograr  que el nosocomio tenga una infraestructura hospitalaria necesaria para cubrir todas las áreas con los pendientes que se requieren y nunca se terminan de completar porque en medicina todo evoluciona.

De esta forma, ingresamos a la guardia de dicho nosocomio que se encuentra atendiendo las 24 horas del día, los 365 días del año, a pleno donde no existen feriados, fiestas y todo aquello que implique un descanso.

En esos pasillos y pabellones inmensos desde la recepción en la entrada, se evidencian los cuidados por Covid- 19 hasta llegar a la “Sala de Espera” para la atención de las emergencias que se presentan y donde las ambulancias llegan a su vez con situaciones de extrema gravedad.

La atención es correcta, cordial,  se les explica a los pacientes que llegan,   luego de chequear y preguntar cuál es la situación o dolencia  que deberán esperar,  y en muchos casos o patologías hay "demora".

Sin embargo, esto no es obstáculo alguno  y prefieren "esperar porque no queda otra solución".

Al consultar con distintas personas  que accedieron conversar con TDP,  expresan: “…que tenían una prepaga  y/o obra social, pero  no pudieron seguir soportando cuotas tan elevadas imposible de pagar…”. 

Las respuestas en la mayoría de los casos coincide; “se paga el alquiler, se  sobrevive para comer y nada más”.

Por otro lado,  están aquellas personas que comentan que tenían familiares afiliados – hijos, padres – en  Obras Sociales de renombre aportan y pagan religiosamente, no pudieron soportar los aumentos y quedaron sin cobertura médica o bien alcanzaron 21 años y más allá de acreditar que estudian o presentan algún tipo de enfermedad o patología o comorbilidades quedan afuera porque así lo establecen los Estatutos internos de las obras sociales y es una manera elegante de decir “que no va más”.

Con resoluciones que son burocráticas, incomprensibles, inadecuadas y a pesar de ir en queja o pedir audiencias con los  Directores de esas obras sociales, la respuesta es la misma nada se puede hacer.

De esa forma comienza el peregrinar en busca de prepagas que con sus publicidades llaman la atención del público y son perfectas.

Pero a la hora de cotizar para presupuestar y en el cuestionario que efectúan, encuentran algún tipo de enfermedad de base o la masa corporal del futuro afiliado/a que excede lo que para ellos es normal, elegantemente dan vueltas hasta la negativa total.

Entonces, surge la propuesta de recurrir a la Superintendencia de Servicios de Salud para realizar reclamos por problemas en la prestación médica con Obras Sociales Nacionales o Entidades de Medicina Prepaga, que revean la negativa y admitan la afiliación que se rechazó y todo esto lleva más tiempo, mientras sigue la búsqueda de la persona para lograr una atención médica por mínima que sea.

Nuevamente, la burocracia dice “Presente” dado que existe un negocio o comercio que rodea a estas obras sociales o prepagas.

Conclusión, pasa el tiempo y está en juego  la salud de las personas y es cuando entra en certeza que el valor vida es cero y se debe recurrir a la atención medica pública en los hospitales de la Ciudad, del conurbano bonaerense y del resto del país donde la espera y turnos son eternos y todo es esperar.

Más allá que atienden con vocación, dedicación y con los recursos que tienen en sus manos, por mínimos que sean.

Entonces resulta necesario conocer, profundizar, valorizar y entender que el trabajo del personal médico, de enfermería, camilleros, ambulancias, limpieza y hasta el último integrante del hospital es óptimo, dedicado, con vocación de servicio a pesar los sueldos magros o miserables e irrisorios que deben cobrar.

Trabajan en las guardias, en horas extras que se presentan, en otros hospitales, son docentes y cubren varios lugares para salir adelante.

Los montos que perciben de las obras sociales en la atención de consultorios es la mínima con bonos o chequeras que cobran con plazos estirados y a los premios.

Frente a funcionarios y políticos del gobierno excedidos en importancia, que corren con los lobos para llegar a la meta del poder, del dinero, de los divismos. Con discursos encantadores, de promesas, atractivos en campañas electorales que cuando finalizan están vacías de contenido y mientras tanto la realidad es diferente.

Se manejan en mundos diferentes, cómodamente en oficinas a todo dar y ven pasar la vida en autos polarizados y con una ceguera que los inunda. Con divisas en paraísos fiscales que llegado el momento desmienten y como siempre la prensa, los medios periodísticos son los exagerados y culpables de todo.

Finalmente, nuestros hospitales en general soportan todo siempre, tanto en la Ciudad de Buenos Aires, como en provincia de Buenos Aires, en el interior del país hasta los lugares extremos donde las salitas están desmanteladas y atienden con lo básico y milagrosamente salen adelante.

Allí están los profesionales que trabajan en silencio y alejados de los divismos y peleas mediáticas entre dimes y diretes de la política y el oportunismo del color político que sea.

Son los hospitales de nuestro país, son los rincones, las situaciones, las necesidades de toda la sociedad que no miran o miramos porque existe el metro cuadrado de cada uno, desinterés y el famoso “yo primero, yo segundo y así sucesivamente hasta el infinito”.

¡Ojalá estos señores! Recuerden que el destino del país, que están gobernando no es un juego de la oca o una lotería o de la vida que se puede ganar a cualquier precio o forma.

Toda vez que “saber cuándo irse es sabiduría, ser capaz de hacerlo es coraje e irse lejos con la frente en alto es dignidad”. 

Autor:

Director periodístico: Christian Sanz © Tribuna de Periodistas. Todos los derechos reservados
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