Si algo faltaba para confirmar la cada vez mayor repugnancia que causa Cristina Fernández de Kirchner -no ya solamente entre los que siempre fueron sus adversarios- sino entre los propios peronistas, es lo que que sucedió anteanoche luego de que Axel Kicillof confirmara que desdoblará las elecciones en la provincia de Buenos Aires.
En efecto, en muchos sectores del peronismo la movida se festejó como se festejan aquellas decisiones que gustan más por cómo molestan a quien odias que por el entusiasmo que te pueda causar la medida en sí o incluso por el real acuerdo que tengas con ella o por la adhesión que te despierte quien la anuncia.
Porque -la verdad- que surjan voces de apoyo para un burro consumado como Kicillof, que no solo es el responsable de que los bolsillos argentinos deban responder por juicios en los que nos metió su impericia y su ignorancia y que hoy suman más de 40 mil millones de dólares, sino que ayer mismo, en su presentación, incurrió en mentiras grotescas para darle a su anuncio un sentido de oposición al gobierno de Milei, da la pauta de que tiene que haber mucha bronca acumulada contra quien está en la vereda de enfrente que es, en este caso, Cristina Fernández.
Y eso fue lo que sucedió cuando caía la noche en la Argentina ayer: muchos peronistas celebraron que Kicillof se hubiera “rebelado” contra Kirchner, que sostenía que si el gobernador desdoblaba las elecciones quebraba al peronismo.
Pues bien, Kicillof desdobló las elecciones y la decision del pueblo de la provincia sobre la renovación de la Legislatura ocurrirá el 7 de septiembre, mientras que la elección para representantes al Congreso Federal ocurrirá en octubre.
La visión de Kirchner no es errada de todas maneras. Esta movida produce un cisma en el peronismo de la provincia que generará islotes de mil colores que atomizarán el voto del sector entre varias propuestas que se disputarán un mismo elector: las huestes de Kicillof, de Kirchner, de Massa, de los Grabois de la vida y de otros referentes que se aúnan bajo el calificativo de “dirigentes sociales”: cada uno irá por su lado a tratar de conquistar al mismo perfil de votante.
Este es un mensaje que si LLA y el PRO de la provincia de Buenos Aires no saben leer probablemente se ganen la cucarda de ser los máximos responsables de desperdiciar una oportunidad única para sepultar el predominio peronista en esa jurisdicción.
Que el peronismo vaya con boletas diferentes en Buenos Aires prácticamente le entrega el triunfo con moño y todo a un acuerdo simple entre LLA y el PRO. Si la rapiña barata de dirigentes ciegos en esas dos fuerzas políticas pone por encima de esta posibilidad única, sus egos y sus rencillas personales, quedará demostrada la inveterada costumbre argentina de desperdiciar oportunidades de oro cuando hasta un necio las aprovecharía.
El respaldo de buena parte del peronismo provincial (que en algún rincón se dice que es el único peronismo que va quedando) a la decisión de Kicillof, dimensiona el rechazo que se ha ganado en todos estos años Cristina Fernández de Kirchner.
La condenada delincuente, que pretende seguir dando lecciones desde un Twitter guarango en el que cada vez recoge menos “likes”, ha ninguneado, pisoteado y humillado tanto a los propios peronistas que hoy, muchos de ellos, no se sonrojan por respaldar a un embustero que, en su presentación de anoche, llegó al extremo de decir que la reforma al sistema electoral había sido impuesta por Milei de modo inconsulto (como queriendo trasmitir la subliminal imagen de que el presidente es un dictador) cuando se trata de una ley del Congreso votada por los representantes del pueblo.
Kicillof también dijo que “el sistema de boleta única es un sistema desconocido y complicado”, cuando, en realidad, es aplicado desde hace años en varias provincias con claras ventajas sobre la boleta sábana justamente en los rubros simpleza y seguridad.
Este ignorante (cómplice, además para mí, de una de las estafas más sórdidas a las que ha sido sometido el pueblo argentino con la estatización de YPF que terminó en un juicio que ganaron los testaferros de los Kirchner a partir de groseras declaraciones publicas que él mismo hizo por televisión y que no dejaron espacio a la jueza Preska más que para condenar a la Argentina a pagar indemnizaciones por 16 mil millones de dólares que, reitero, para mi terminarán en los bolsillos reales de los Kirchner) es preferido hoy en día a la corrupta que fue por muchos años no solo su jefa sino su madre política. Esa es la medida del desplome de Kirchner.
Apoyar a quien es conocido entre los suyos como “el soviético” (es decir, una especie de dinosaurio anquilosado en pleno siglo XXI) da la pauta de cómo el peronismo se quiere sacar de encima a una arrogante que probablemente pase a la historia no solo como la mandataria más corrupta de todos los tiempos sino como la que contribuyó a sepultar al movimiento politico de mayor perdurabilidad electoral de América Latina.
Si eso llegara a confirmarse, por supuesto que habría que agradecerle a Kirchner su rutilante aparición en la política argentina para finalmente terminar con el engendro que bajó al país de los altares de la abundancia al precipicio de la miseria.
Obviamente el precio que el país terminará pagando (insisto, si esto llegara a concretarse en la urnas) habrá sido sideral. La dilapidación de riqueza que significó el peronismo para la Argentina probablemente no pueda ser medida por ningún “miseriometro”: cuando alguien quisiera ingresar los datos de la ecuación para que el algoritmo de esa imaginaria máquina nos tire un resultado, probablemente la máquina se rompería porque las magnitudes de la desgracia peronista alcanzan límites que ninguna invención humana es capaz de medir hasta ahora.
Pero al menos podríamos atribuirle, finalmente, a Cristina Fernández de Kirchner algo bueno: ser la responsable de la virtual muerte del peronismo. Tanto tensó la cuerda del odio que cuando los que hasta hace poco eran sus propios vasallos tuvieron la oportunidad, no dudaron en aplaudir a un incapaz con tal que lo que decidió la perjudique a ella o vaya en contra de lo que ella ordenó.
Esta es una lección que deberían mirar muchos por fuera del peronismo. Y en lo inmediato es un mensaje para Macri y para Milei para que dejen de lado sus imbéciles disputas y aprovechen la volada para borrar la miseria peronista de la mente de los bonaerenses y empezar a instalar allí las semillas de la modernidad.

Columnista de Análisis y Opinión