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Cristina Kirchner / NA

La verdad de las mentiras K: FMI, dólar bajo y Cristina fuera del cuento

Inspirado en la obra La verdad de las mentirasde Mario Vargas Llosa, este texto busca leer episodios de la política argentina como una novela, una donde los personajes no siempre son quienes dicen ser, y donde la verdad, como en toda gran ficción, se filtra entre líneas.

En La verdad de las mentiras, Vargas Llosa nos enseñó que la ficción —bien contada— no nos aleja de la realidad: la expone, la desnuda, la revela. En la política argentina, esa lección fue tomada al pie de la letra: se construyó durante décadas un relato tan perfecto como falso, una ficción nacional que prometía justicia social, dignidad popular y soberanía económica, mientras por debajo se cavaba un pozo fiscal, se vaciaban las reservas y se multiplicaba la pobreza.

Cristina Fernández de Kirchner no fue una simple narradora de esa ficción: fue su autora principal. La arquitecta de una Argentina que no existió, pero que muchos todavía sueñan. En su novela, ella es la heroína popular que resiste a los poderes globales, la estadista perseguida por la mafia judicial, la madre protectora de los humildes, la abogada sin título de los pobres. Y Milei, claro, es el villano: el “anarcocapitalista”, el “vende patria”, el “odiador serial del Estado”, “el economista experto en crecimiento con o sin dinero…”

Pero como en toda buena novela, la verdad empieza a filtrarse entre líneas. El cepo se levantó, al menos en parte, y el dólar bajó. La inflación —ese monstruo que Cristina multiplicó y luego negó— comenzó a caer. El FMI, ese enemigo eterno del kirchnerismo, le prestó dinero a Milei, reconociendo que hay, al menos, un intento serio de ordenar lo que ellos dejaron desordenado. El supuesto caos que anunciaban no llegó. Ni corrida, ni default, ni explosión. La motosierra corta, sí, pero no incendia.

Y mientras el gobierno avanza en su cirugía sin anestesia, Cristina recibe su golpe más simbólico: no podrá pisar suelo estadounidense. Acusada por corrupción, no por enemigos políticos, sino por un sistema judicial extranjero que no compra su relato. Milei, fiel a su estilo, se burló con precisión económica: “Ni Disneylandia la quiere”. No lo dijo como estadista, lo dijo como showman, porque entiende que en esta nueva etapa el relato ya no se impone desde el atril, sino desde la ironía viral.

En este punto la historia deja de parecerse a la política y se convierte, de lleno, en literatura. Una novela donde las máscaras empiezan a caer, donde el lector ya sospecha quién mentía, quién saqueaba, quién fabricaba enemigos para ocultar sus propios delitos. Una novela en la que el autor omnisciente, que antes era Cristina, empieza a perder el control del hilo narrativo.

Y si seguimos las reglas literarias de Vargas Llosa —esas que explican cómo las ficciones bien contadas pueden engañar a un pueblo entero—, entonces el desenlace es inevitable.

El final de esta gran mentira nacional solo llegará cuando Cristina Fernández de Kirchner, la gran fabuladora de la política argentina, ya no dicte conferencias en videos editados, sino que convierta sus ficciones en lectura obligatoria desde el silencio de una oscura celda.

Ese día, tal vez, el país vuelva a escribir su historia en tiempo real, sin prólogos épicos ni fantasías heroicas. Tal vez ahí empiece, por fin, la verdad.

Director periodístico: Christian Sanz © Tribuna de Periodistas. Todos los derechos reservados
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