¿NUEVOS DIRIGENTES O MÁS DE LO MISMO?
En los barrios más humildes de la ciudad de Buenos Aires las miserias y las grandezas de la política vernácula se expresan a flor de piel. Acusaciones cruzadas, graves denuncias y el narcotráfico como un protagonista cada vez más poderoso de la Argentina oculta.
Negocios mayoristas. Autos que atraviesan la avenida a toda velocidad. Se respira acción y una sensación de que cualquier cosa puede suceder. Se trata de la esquina en donde Eva Perón —ex Trabajo— se cruza con Murguiondo. El Mercado de Liniers asoma y la Ciudad oculta, también. “¿A quién estás esperando?”, pregunta un policía de la Federal que me relojea cada vez que me levanto inquieto. Extraía mi celular del bolsillo e intento comunicarme sin ninguna suerte con Alejandro “Pitu” Salvatierra, uno de los denominados líderes de la toma del Parque Indoamericano, al menos por los grandes medios de comunicación. —“¿Es suboficial?”, me responde el despistado uniformado quien luego me informa que, si es tan conocido el personaje en cuestión como le recuerdo que es, que pregunte por él en la villa. “Metete ahora que los negros todavía están durmiendo. Después, se pone jodido”.
Son las 10 de la mañana y la ciudad ya está despierta. En la esquina, el vendedor de diarios me cuenta que “Pitu” suele pasearse en una 4×4 y relata las historias secretas de las viviendas populares de las Madres. Una ex empleada de la Fundación recuerda sus días allí con bronca y desconsuelo de un despido que le llegó de un día para el otro. “Estaba sin contrato de nada y no tenía con quién acudir”. Hablan de “Pocho”. El hombre que maneja a “la 15”.
En otro barrio cercano, con nombre de mujer (Fátima o simplemente Villa 3), una mujer está dando qué hablar. Se trata de Rosa Ortega, quien fue la candidata más votada en los primeros comicios de delegados barriales en lo que va del año. Ortega tiene un paso lúgubre. Denuncia al macrismo y a sus punteros pero, a su vez, otras mujeres del barrio, la denuncian a ella por “venderle droga a los pibes antes de meterse en la política”. Para colmo, uno de sus custodios fue baleado el domingo pasado, a las 16 horas, en un hecho confuso. La sacó barata, solo el hombro sufrió el ataque. Pero ella dice que esto no la amedrenta y que nadie la detendrá mientras acusa a los punteros del macrismo por lo sucedido. La entrevistan en los medios oficialistas como sinónimo de progreso social, una especie de sueño de ascenso social argentino, aunque Rosa sea paraguaya. Dicen que arrasó en la votación, con 1176 votos contra 500 del macrismo. Sus críticos afirman que votaron hasta los muertos. Habla de La Cámpora y la juventud maravillosa 2.0 la menciona como una militante de 24 horas y una referente popular en ascenso. Elogian los proyectos en la ciudad de Amado Boudou al igual que el otro hombre fuerte de la zona, el “Pitu” quien es hombre del legislador “Tito” Nenna y, por supuesto, bancan a muerte a Cristina.
El radicalismo también juega sus cartas en los sectores más postergados de la ciudad de Buenos Aires. Las internas del centenario partido también arden por estos lados. La comuna 8, que abarca a los barrios de Villa Soldati, Lugano y Villa Riachuelo, existe tres listas de las cuales solo una responde a Ricardo Alfonsín y las demás al senador Ernesto Sanz. Dicen que algunos nombres son eternos y así parece ser en la historia del bipartidismo en la Argentina. El conocido “Beto” Larrosa está presente y, para lavar su imagen, cerró filas con dirigentes del barrio como Karina Arce —una historia de película repleta de idas, vueltas, alegrías y tristezas y hasta notas en los diarios hace algunos años por sufrir un despido del CEAMSE por “ser gorda” que le valió 15 minutos de fama en los grandes medios—, Fabián Barrios y Poroto Amarilla.
Detrás de los nuevos dirigentes, están los históricos. A Sanz, como se conoce, lo maneja la cúpula del partido que antes seguía al vicepresidente Julio Cobos. A su vez, Alfonsín formalizó un pacto con Leopoldo Moreau en la provincia de Buenos Aires, a pesar que hace pocos meses no se podían ni ver y competían entre sí. El Coty, ¿para quién juega?, preguntará un distraído. “Hace su juego. Pone una ficha con uno, otras con otro. Juega para él. Como siempre”.
Rosa Ortega y Pitu Salvatierra, son dos referentes que surgen al calor del furor K. Una se referencia en Juan Cabandié, el otro en Nenna. En el radicalismo, Arce se emociona al recordar a Alfonsín. Algunos están denunciados pero ganan caminando elecciones. Otros son respetados y caminan las callecitas oscuras y barrosas de la villa. Tan solo en el barrio Fátima viven más de 10 mil personas. A fines del 2010 y comienzos de este año, varias familias tomaron un predio público y, según los datos oficiales, más de 13 mil personas, lo abandonaron días después con la esperanza de contar con una vivienda en 90 días. Nada se cumplió. Mucho cambió. Tres personas murieron, se creó un ministerio de seguridad y cayó en desgracia Aníbal Fernández.
Ortega, Salvatierra y/o Arce, ¿serán los dirigentes del mañana? ¿O simplemente los de arriba se acuerdan de ellos cuando se aproximan las elecciones?
“Traían hasta lavarropas. Iban a votarla contentos”. La oposición a Rosa Ortega, el día de la votación en la villa.
“Los vi bajar en camionetas. Eran del kirchnerismo. Todos lo saben” Margarita Barrientos, días después de la toma del Parque Indoamericano.
Luis Gasulla
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