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Por buscar la verdad en torno a la AMIA, Cimadevilla quedó aislado

¿POR QUÉ EL CASO MÁS IMPORTANTE (Y ESCANDALOSO) NO LE INTERESA A NADIE?

Mario Cimadevilla mira los diarios. Pasa las hojas y nada. Resopla fastidiado. Descubre que nadie lo respalda en el gobierno. Aunque en realidad ya lo sabía.

Solo cuenta con el apoyo de Elisa Carrió, que le dijo en tono de advertencia: “Si renunciás, te mato”.

Desde la Unidad Especial de Investigación del atentado a la AMIA, el funcionario resiste un duro embate por parte del ministro de Justicia, Germán Garavano. El enfrentamiento es absurdo, sobre todo cuando se tiene en cuenta que Cimadevilla solo cometió un delito: intentar llegar a la verdad en lo que ha sido el atentado más cruel que vivió la Argentina.

Solo por ello, el gobierno ha decidido erosionarlo hasta hacerlo renunciar. Por lo pronto, lo ha aislado. Macri ya no le atiende el teléfono. En cambio, recibe a Garavano y hasta se saca fotos con él.

¿Qué significa ese gesto? Es la pregunta que el funcionario se hace, una y otra vez. Y, aunque conoce la respuesta, prefiere pensar que en realidad hay algún cortocircuito con el presidente que se resolverá con el paso del tiempo.

No obstante, en el fondo sabe que ello no es así. Garavano no actúa por cuenta propia, sino por órdenes del propio jefe de Estado —sería escandaloso si así fuera—, quien a su vez se ha movido bajo las órdenes de EEUU, quien a su vez se maneja bajo los preceptos de Israel. Y así sucesivamente.

No es casual: ambos países han sido los que pergeñaron la mentira de la pista iraní detrás de lo ocurrido con el atentado que dejó 85 muertos aquel 18 de julio de 1994.

El encubrimiento llegó pocos días más tarde, el 19 de julio de ese año, cuando el entonces primer ministro israelí Yitzhak Rabin propuso al gobierno de Carlos Menem coordinar una “interpretación unificada de lo sucedido, que conviniera a los intereses políticos de ambas administraciones”.

Ello se desprende de un cable secreto EISRA 010365/1994 —luego desclasificado— emitido por el embajador argentino en Israel José María Valentín Otegui a las 2:50 de esa jornada.

Con el tiempo, la mentira se convirtió en una bola de nieve y hoy es una “verdad” que la sociedad toda ha comprado como si fuera algo científico. La realidad está en el expediente, y allí no existe una sola prueba contra iraní alguno. Suena escandaloso, pero es así.

“El problema es que nadie sigue de cerca el juicio por el atentado a la AMIA; todos hablan por boca de jarro”, me dijo hace tiempo uno de los investigadores el caso. Y es cierto.

Todos se golpean el pecho, hablan de ese hecho como si estuvieran compungidos, pero a nadie le importa. Entonces, el encubrimiento funciona de maravillas, porque todos repiten la misma mentira, tanto sobre Irán como acerca de la existencia de un coche bomba en la puerta de la mutual judía.

Y si a nadie interesa el juicio por el atentado a la AMIA, menos aún importa el juicio por encubrimiento del mismo, que se sustancia en estas horas.

Es uno de los debates más relevantes de las últimas décadas, ya que allí están acusados, atención: un expresidente, un extitular de la AFI, dos fiscales, un extitular de la DAIA, etc… ¿qué otro juicio ostenta semejantes acusados?

Cimadevilla conoce la importancia de la investigación, y ha decidido actuar en consecuencia. Sin embargo, no tuvo en cuenta los intereses que están en juego, que gravitan más allá de lo local.

AMIA, como alguna vez dijo Cristina Kirchner, es un tablero de ajedrez donde se juegan cuestiones de la geopolítica de alto vuelo. No se equivocó.

Por eso, Cimadevilla sufre los embates que sufre en estas horas, donde no faltan las usuales operaciones de prensa: por caso, algunos portales de bajo vuelo —siempre dudosos— aseguran que la Unidad AMIA ya se habría disuelto. Ello es falso.

Como se dijo, lo que espera el gobierno es que el funcionario se canse y se vaya. Este último lo pensó, pero no lo hará. Ya ha sido persuadido por Carrió.

Entretanto, mientras las miserables internas de cabotaje se dirimen, la verdad se aleja como cometa en el viento. ¿Los familiares de las víctimas? Bien, gracias.

Y todo ello a pesar de que en el expediente están todas y cada una de las pruebas para saber quiénes y por qué volaron la AMIA. Solo hay que hurgar y exponer.

Pero jamás ocurrirá, ninguno se animará a decirlo: a nadie le conviene.

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Autor:

Director periodístico: Christian Sanz © Tribuna de Periodistas. Todos los derechos reservados
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