En la política argentina, desde tiempos inmemoriales, se gestan narrativas que trascienden lo efímero y se convierten en mitos capaces de moldear la percepción de una realidad muchas veces incomprensible. En este laberinto, dos figuras concentran la atención de una sociedad ávida de certezas: Javier Milei y Cristina Kirchner. Personajes que, aunque surgen del mismo entramado político, protagonizan una guerra de relatos que no solo profundiza la grieta, sino que enrarece las posibilidades de un diálogo auténtico.
Dualidades y Maniqueísmo
Milei y Kirchner encarnan una dicotomía absoluta: cada uno se presenta como adalid del bien frente al mal que representa el otro. Uno, empuñando el libertarismo como arma; la otra, refugiada en un peronismo que manipula su memoria histórica para sostenerse. En este duelo no hay matices. Hay héroes y villanos, salvadores y enemigos. El público, atrapado entre discursos inflamados, cae en la desesperanza de una verdad que nunca llega.
El hombre de la melena al viento se alza como el último bastión frente a la inflación que corroe la vida cotidiana; la mujer que alguna vez ostentó el poder absoluto convoca a revivir un pasado épico en cada discurso simplificado. Ambos comparten una inquietante similitud: un egocentrismo que impone su voz sobre la razón, arrastrando a sus seguidores a un juego de deslegitimación mutua. En este escenario, cada golpe mediático es un acto de fe; cada insulto, un dogma.
La Memoria como Trinchera
El pasado se ha convertido en terreno de combate. Milei intenta imponer su visión de una “memoria completa”, desafiando incluso la cifra simbólica de los 30.000 desaparecidos. Cristina, por su parte, sostiene una narrativa donde la dictadura es el horror absoluto que todo lo justifica. Pero aquí la memoria no es un hecho histórico, sino un arma de poder. Cada bando busca apropiarse de la verdad para modelar el presente.
La memoria, en este contexto, no es una reflexión serena, sino un instrumento. Sin embargo, el pasado argentino exige sutileza. No se puede encapsular en cifras ni reducir a una lucha entre víctimas y victimarios. Las vidas marcadas por el terror y la esperanza muestran que la verdad se compone de matices, no de absolutos. En esta disputa, ambos líderes instrumentalizan el recuerdo, desfigurando su sentido.
Mitologías del Conurbano
En el escenario político argentino también emerge una narrativa sobre el conurbano bonaerense: una geografía simbólica donde lo civilizado y lo salvaje se enfrentan. La Capital se percibe como oasis; el conurbano, como zona de caos primitivo. Desde ese imaginario surgen discursos que estigmatizan, que convierten a sus habitantes en chivos expiatorios de una sociedad fracturada.
La violencia urbana, real pero compleja, se usa como bandera en discursos que no buscan soluciones, sino reforzar temores. La figura del joven delincuente se transforma en ícono del fracaso social. La marginación, en un síntoma del abandono. La pregunta que emerge, entonces, es si debemos aceptar esta visión reduccionista o si podemos abrirnos a una comprensión más humana, más justa.
Oportunismo y Delirio
La política se ha convertido en espectáculo. Cada palabra se calcula, cada gesto es un disparo simbólico. Milei y Kirchner no son solo adversarios; son los coreógrafos de una danza grotesca que captura la atención del público. En este delirio, sus seguidores defienden con fervor relatos que a menudo se contradicen.
Ambos parecen atrapados por el poder inmediato, despreciando cualquier visión a largo plazo. El insulto ha reemplazado al argumento. El diálogo, a la deriva. La política se reduce a escenografía, y sus protagonistas, más que líderes, son íconos del ruido. La necesidad de poder atrapa tanto a Milei como a Kirchner en una telaraña donde solo reina la confusión.
Un Futuro en Matices
En medio de este fuego cruzado de discursos, la sociedad argentina reclama algo más que diatribas. Un futuro donde la razón y el respeto convivan no es una utopía, sino un desafío. Implica abandonar el maniqueísmo y aceptar la complejidad de la condición humana.
El riesgo de que Milei, seducido por el poder, radicalice aún más su discurso es real. La historia enseña que cuando se rompe el diálogo, la sociedad se encamina al abismo. Pero en medio de esta crisis existe la posibilidad de reescribir el relato, de construir puentes que superen la grieta. Para eso se necesita más que voluntad: se necesita coraje intelectual.
El Cierre Irónico
Mientras el espectáculo continúa, la vida avanza, indiferente. Cristina Kirchner, ante el derrumbe de su relato, enfrenta no solo un vacío de poder, sino el eco de sus propias contradicciones. En esta saga de buenos y malos, la historia recuerda que los mitos también envejecen.
Y así, entre gestos grandilocuentes y acusaciones cruzadas, se insinúa una ironía final: mientras ella se aferra a su narrativa, la sentencia más dura no viene del adversario, sino del tiempo. Ese juez silencioso que, tarde o temprano, arrastra a todos los protagonistas al mismo lugar: el olvido.

Escritor, periodista; especialista en agregado de valor y franquicias. Columnista de opinión