Momento liminar con un giro drástico que puede empezar a revolucionar y resucitar la economía argentina. Solamente el anuncio de intentar un paso importante hacia la liberación total del mercado de cambios ya es un avance y un cambio trascendente, más allá de las razones por no haberlo hecho antes, enunciadas por el ministro. En ese sentido hay que augurar al gobierno el mayor de los éxitos, porque del éxito de esta liberación depende el bienestar y el crecimiento de la economía nacional y de sus habitantes.
El Gobierno se ocupó de mostrar y destacar (y agrandar) el armamento de que dispone en caso de una corrida real o fomentada, y eso también parece lógico. Siempre quedará la duda de qué hubiera pasado si se abría directamente y en un solo paso el mercado, pero si quienes están a cargo de las finanzas del país no quieren correr ese riesgo, es algo difícil disputar el concepto, sobre todo en Argentina, un país signado por las sorpresas y los excesos y todo tipo de trucos financieros.
No es aventurado suponer algunas semanas algo caóticas y de fluctuaciones importantes, tanto porque muchos saldrán apresuradamente a comprar y vender por razones diversas, algunas más serias o urgentes que otras, como por el tiempo que hace falta para que los agentes del mercado se acostumbren a una libertad –aunque aún sea parcial – que prácticamente hoy no se conoce y de cuyo ejercicio no tienen experiencia. No hay manera de evitar ese momento que todos los especialistas suponen en casos similares.
Coherentes y cuidadosos
Muchos sectores y analistas, entre ellos esta columna, vienen reclamando aunque sea se den pasos hacia la liberación del mercado de cambios, y justamente de eso se trata este paso. Habrá que ser coherente en esta instancia. Y también más cuidadosos. Porque de la prudencia, el equilibrio y el manejo serio tanto del Estado como de los analistas o los factores económicos dependerá no sólo que la devaluación implícita sea muy alta, si se termina operando en el entorno de la banda superior, sino de que el Gobierno no se vea obligado a vender demasiados dólares de los que acaba de recibir en este préstamo, lo que seguramente está limitado por el FMI, más allá de lo que digan los funcionarios.
Tampoco es demasiado cierto que los préstamos de otras instituciones, como el Banco Mundial o el BID, puedan ser usados para comprar dólares en caso de que haga falta regular el mercado en esa banda superior, pero es comprensible que se exagere el poder de fuego para desalentar una excesiva compra de divisas, por especulación o miedo.
Pero quienes defienden la existencia de un mercado libre de cambios deben -o debemos- ser coherentes con los principios que se han venido defendiendo y a veces usando como elemento de crítica al gobierno por no aplicarlo. Con o sin déficit fiscal, el punto es cómo muñequear los atrasos y los apuros del sistema. Eliminados o al menos postergados los problemas de las ex Lebac, Leliq y pases, el envío de dividendos atrasados y el pago de exportaciones, que se resuelven vía bonos en dólares o ajustados por dólares, habrá que esperar que la liquidación de exportaciones obre en este caso como un factor positivo para crear una oferta importante de divisas que equilibre al mercado.
No hay que creer que el problema está resuelto. Seguramente, en la línea de no querer jugarse a todo o nada liberando sin más ni más, habrá que seguir haciendo cambios y correcciones hasta poder llegar a un sistema fluido y previsible.
Lo que falta
Queda pendiente el paso no menor de eliminar las retenciones, que al fin y al cabo constituyen un mecanismo de tipo de cambio diferencial que ahora se tornará más visible e injusto. Y también debe eliminarse la obligatoriedad para el exportador de liquidar los dólares que recibe, o sea aceptar algo que a los argentinos les cuesta tanto comprender, y es que los dólares son de los privados, sea porque exportan o porque los ahorran. También esos puntos serán motivo de expectativas, reclamos y cambios de legislación imprescindibles.
Seguramente el paso siguiente será permitir (en serio, no en la declamación) que se contrate en la moneda que cada uno desee, para lo cual bastará con eliminar solamente dos artículos del Código Civil que son contradictorios al respecto. Se puede ser optimista en este aspecto.
Seguramente se puede criticar al Gobierno por no haberlo hecho antes, o por no haberlo hecho más contundentemente, o más completo. O por haber cambiado varias ideas que propuso originalmente. Y también por haber postergado una decisión que podría haber empezado con anterioridad una etapa de recuperación de crecimiento. Habrá que recordar aquello de que “Dios escribe derecho con líneas torcidas”, que bien se podría aplicar en este caso. Más allá del uso político que se pueda hacer, este nuevo rumbo es decididamente importante.
Derecho a ahorrar en dólares
Un efecto que tal vez sea menor pero que tiene su peso, es que los ciudadanos comunes tendrán ahora derecho a comprar o vender dólares con total libertad luego de haber padecido una serie de controles, vejámenes y torturas burocráticas para disponer de sus ahorros bancarios en esa moneda. Habría que pensar en un apéndice que prorrogue el blanqueo de dinero “del colchón”, blanqueo por el que ahora tendría mucho más sentido optar.
Queda como una sombra en la radiografía el número de inflación, que hay razones para pensar que no implica una tendencia, aunque muestra la resistencia del fenómeno, que nunca tiene orígenes cercanos, y que sirve para que nadie baje los brazos.
Hay un éxito político que es innegable, que es haber conseguido el apoyo y la ayuda del Fondo. Es cierto que conseguir un préstamo puede ser sinónimo de otra dilapidación o de un éxito. Dependerá de las decisiones y medidas que se tomen de aquí en adelante cual es los dos destinos se elige.
Algunos mercados informales que operan fuera de los mecanismos tradicionales muestran una baja en la cotización del dólar, un indicador muy provisorio que no sirve como indicador, seguramente, pero que importa consignar.
El veredicto del mercado
Ben Bernanke, que piloteó la Fed en momentos durísimos para la economía estadounidense y mundial, cuenta en sus memorias que cuando tomaban alguna medida correctiva o paliativa, ni él ni los funcionarios de su equipo y del Tesoro podían dormir, esperando el veredicto de los mercados al día siguiente.
Seguramente ni Caputo ni Bausili podrán dormir hasta que los mercados el lunes den su propia opinión. Se llama La Acción Humana. Es la contrapartida de la libertad.

Columnista de Análisis y Opinión