“COMETA” + “TRANSA” = COMETRANS S.A.
Como si nuestra querida Argentina estuviese pasando por su mejor momento, ahora el matrimonio cleptómano no tuvo mejor idea que crear un nuevo kiosquito: 1.200.000 decodificadores a ser entregados gratuitamente para poder ver televisión.
Para cualquier desprevenido la noticia podría asombrarle, pero en la Argentina kirchnerista ya estamos curados de espanto y, la verdad, nada podría sorprendernos.
Entre el festival de licitaciones y mega emprendimientos, con subsidios millonarios y sobreprecios a favor de los amigos del poder, y onerosas comisiones (o retornos) se suma ahora, el complemento perfecto del Fútbol Gratis (¿?): se regalarán elementos tecnológicos para poder mirar televisión digital en áreas de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense.
Pero el costo de tan generosa dádiva será soportado con el dinero del Estado Nacional, que siempre podrá hallarlo en las milagrosas cajas de ONCCA, ANSES, ex AFJP, BCRA, PAMI y algún otro nicho donde abrevar para mantener, y expandir, el clientelismo que pueda incidir en el voto a favor del kirchnerato con miras al 2011.
Un dato sumamente interesante es que entre las empresas que colaborarán con la provisión y distribución de estos adminículos se halla la firma COMETRANS S.A. del Grupo Cirigliano, hoy íntimamente vinculado a la causa por dádivas que tiene procesado al ex secretario de Transportes de la Nación Ricardo Jaime.
Como si se tratase de una broma de muy mal gusto, la razón social se denomina “COMETRANS S.A.”, una especie de unión de “cometa” y “transa”, que en el vocabulario familiar equivalen a “coimas” y “trapisondas”, es decir, negocios non sanctos que engrosan los bolsillos, y las cuentas, de los conocidos de siempre.
Son varios los ejemplos semejantes, uno de ellos fue la empresa de aeronavegación LAFSA, que nunca tuvo aviones ni funcionó como aerolínea, lo cual no impidió que tuviera miles de empleados y generara desembolsos millonarios de las arcas del Estado. Podría resultar superfluo destacarlo, pero “LAFSA”, también equivale a “falsa”.
¿Puede llegarse a tal desfachatez?
Enrique A. Piragini
Autor: