SE LES ACABÓ EL CURRO
Desde que mi libro Trimarco SA salió a la calle, puntuales grupos de feministas radicalizadas iniciaron una campaña de boicot contra el mismo. Aclaro un punto de entrada porque es relevante: se trata de unos pocos grupúsculos extremos, otros han acompañado mi investigación.
No obstante, esas pocas “manifestantes” radicales han logrado armar un interesante revuelo en las redes sociales.
Se trata de mujeres que no han leído mi libro, ni tampoco conocen el expediente judicial que investiga la desaparición de Marita Verón. Sin embargo, atacan por las dudas.
A algunas de ellas, al igual que a Trimarco y a sus abogados, las he invitado a debatir en el más correcto de los contextos, con respeto y sin agresiones, y solo han sabido responder con insultos e injurias.
Me acusan de algo insólito: buscar “deslegitimar la lucha de las mujeres, revictimizar y perpetuar la explotación de nuestros cuerpos en manos de las redes de trata”, según una de mis detractoras, Lucía Cholakian Herrera.
¿Se puede ser tan imbécil? ¿Puede alguien creer algo semejante? Está claro que esta persona, al igual que las otras feministas extremas —me niego a llamarlas “feminazis”, como suelen encasillarlas— no solo no ha leído mi obra, sino que además desconoce mi trayectoria.
Me he involucrado personalmente contra la trata de personas, uno de los más aberrantes delitos que se puedan cometer, que no podría existir sin la connivencia de parte de la política, la policía y la Justicia.
En 2004 sufrí una de las más duras embestidas judiciales por haber publicado los vínculos del entonces gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, con la desaparición de la pequeña Fernanda Aguirre. Se trató de un entramado de trata de personas que involucraba a funcionarios del entonces mandatario provincial y la policía entrerriana.
Un año más tarde, en 2005, señalé los vínculos del exgobernador José Alperovich con un grupo de proxenetas que a su vez se relacionaban con la trata de personas. Se trata de los mismos que ahora acusan falsamente por la desaparición de Marita Verón.
Como digo siempre, son tipos que merecen estar presos, pero no por ese expediente, ya que está demostrado que nada tuvieron que ver con la evaporación de la hija de Trimarco.
Podría contar muchos otros casos, en los que me involucré de tal manera que puse en riesgo mi propia vida, pero no hace falta. Está todo en la web. Me pregunto: ¿Llegaron a tanto aquellas que me acusan de deslegitimar esa “lucha”?
La discusión es otra: ¿Hay que tapar las mentiras de Trimarco solo porque se ha convertido en un ícono de la pelea contra la trata de personas? ¿Hay que perdonarle la millonada de dinero que le dio el Estado y que omite rendir solo porque es ella?
Lo que plantean esos grupos feministas extremos es absurdo. Ni siquiera lo comparten otros colectivos que luchan contra la trata, con los cuales tengo una relación excelente, dicho sea de paso.
Y ya que los mencionamos: ¿No es sintomático que esas ONG no le crean una sola palabra a Trimarco?
“No creo nada de lo que dice esta mujer”, me dijo en su momento Sandra Ferrini, titular de RATT Uruguay, la más importante ONG a nivel mundial en lo que a lucha contra la trata refiere.
A su vez, Gustavo Vera de La Alameda, otro referente que pelea contra el mismo flagelo, también afirmó que descree su historia. Incluso denunció: “Es lamentable que una persona que en su momento ayudó tanto a instalar públicamente el tema de la trata de personas, termine deformando esta causa y que el día de mañana nos tengamos que enterar de que fue instrumento de lavado de dinero de muchos funcionarios”.
Alicia Peresutti, de la ONG Vínculos en Red, es otra de las que está en las antípodas de la madre de Marita e incluso la acusa por apretar para que le bajen dinero de la Nación: “Parece que todo esto responde a medios extorsivos. Después de un discurso violento, (siempre) aparece el dinero”.
También aparece Myriam Lesa, de la Red Antimafias, quien dijo con claridad: “Las ONG que no nos relacionamos con la política, la remamos de nuestro bolsillo”.
Encuesta para sacarnos las dudas: para vos @SusanaTrimarco es una…
— Christian Sanz (@CeSanz1) 10 de agosto de 2017
Entonces, luego de lo antedicho, ¿qué se supone que están defendiendo estos grupos de mujeres que me atacan sin conocerme ni haber leído mi obra? ¿Acaso son cómplices de la millonada de plata —solo en 2015 el kirchnerismo le “bajó” a Trimarco más de $23 millones— que la mujer insiste en no rendir?
Lo curioso del caso es que, en la mayoría de los casos, se trata de personas que se llenan la boca hablando de libertad de expresión, pero terminan pidiendo que censuren la presentación de mi libro. Una práctica funesta que solía refrendar la última dictadura militar.
Una digresión: ¿Cómo es que las mismas mujeres que hoy se muestran indignadas nada han dicho sobre los prostíbulos de Zaffaroni?
Está claro que, cuando uno tiene razón, no la impone por la fuerza sino a través del diálogo. Quien no lo hace, es porque justamente carece de ella.
Si tuvieran algo concreto que objetar sobre mi libro, lo debatirían conmigo, pero nunca aceptan. Siempre responden con insultos y calumnias falsas. Ergo, no tienen razón.
“Les arruinaste el negocio, ese es el tema”, me dijo hace tiempo mi amigo Julio César Ruiz, de la Fundación Adoptar de Tucumán, uno de los que me ayudó a desenmascarar a Trimarco.
Empiezo a creer que tiene razón.
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Director periodístico