“Cuando hay voluntad política, se resuelven casos como éste”, destacó Elisa Carrió en La Cornisa, dejando en el ambiente un humito de sospecha permanente. Mientras las pantallas se inundaban con la imagen de la recién liberada Patricia Nine, envuelta en la bandera argentina y con un rosario en las manos, se elevaba también por detrás de esa euforia la flecha de la duda, que simultáneamente se dirigía a Olivos y a La Plata.

Es que, si se interpreta pensando mal lo dicho por Carrió, perfectamente se puede inferir que la casualidad permanente acudió en ayuda de los jetones de la Rosada y de la Casa de Gobierno platense. Justamente, en instantes en que la relación de ambos amenazaba con entrar en la cuesta abajo de la rodada. Hace un escaso tiempo atrás, hasta Blumberg hacía cola para pedirle al vapuleado gobernador Solá la cabeza de su ministro Arslanián, quien atosigado, se tomó un descansito en Punta del Este. Mientras la corporación mediática nacional jugaba a las figuritas especulando con su posible pase abrupto al costado, el ingeniero se reunía con Kirchner en Balcarce 50, mientras que en la capital provincial se agarraban la cabeza.

Ahora, en ambas sedes gubernamentales florecen las sonrisas, se intercambian elogios y se dispensan abrazos. Y desde Caracas, el gran titiritero Eduardo Duhalde se muestra “aliviado”, porque “ese tema (el cautiverio de Patricia Nine) nos tenía en vilo a todos los argentinos”. Si él lo dice, por algo será.

Súper Alberto y el Pingüino

El kichnerismo, desde aquel 25 de mayo de 2003, juró y perjuró que nunca haría abuso del poder constitucional como su odiado Carlos Menem. Sin embargo, pronto archivó en el limbo de la desmemoria esos buenos deseos de campaña. Pues la pareja presidencial, como se vio en análisis anteriores, tiene una especial adicción por el afrodisíaco del poder. No tan maestro prestidigitador como ex rival autoexiliado en Chile, Néstor de Río Gallegos pretende coronar de laureles superpoderosos al Jefe de Gabinete Alberto Fernández, dándole el lápiz de oro que manejará la gran caja del presupuesto nacional. Semejante a las ambiciones del calvo Domingo Cavallo, investido de facultades extraordinarias por el Congreso el 24 de marzo de 2000, el ex integrante del Movimiento Nacionalista Constitucional tendrá a su cargo más guita que mister Monty Burns. Y con la misma, comprará voluntades, levantará más lápidas que manolitos, y los que queden afuera del reparto, a llorar a la iglesia.

Pero volviendo a K, un artículo interesante aparecido en la edición del lunes 25 de octubre en La Nación, hace pensar acerca de extraños movimientos. Según el citado escrito, elaborado por Mariano Obarrio y Lucas Colonna, “tras el pánico sufrido a bordo del Tango 01 durante la emergencia del martes último, el presidente Néstor Kirchner puso a toda la Casa Rosada a revisar íntegramente sus sistemas de seguridad y resolvió reforzar los dispositivos: le puso un mes de plazo al secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, para que ordene y reactive todas las licitaciones paralizadas vinculadas al mantenimiento de la seguridad presidencial”.

Si se deduce que el primer mandatario, luego de bailar con la más fea a bordo del Tango O1 sufrió un repentino ataque de paranoia, vaya y pase, pero si esta decisión de reforzamiento de los controles obedece a algo más, como alguna amenaza o similar por el estilo, sería dable indagar más a fondo.

Pero, ¿quién es Kirchner, realmente? “Yo creo que Kirchner tiene la capacidad de hacerte escuchar lo que vos querés. Utiliza un discurso que reivindica a los compañeros reprimidos por la dictadura, mientras envía centenares de milicos para rodear las movilizaciones que ganan las calles. En ese sentido, termina convirtiéndose en la misma m... que sus antecesores”, puntualiza Luis Alberto Santillán, padre del asesinado Darío. Y a esto, hay que agregarle el poder inmenso de convencimiento de la corporación mediática nacional, aliada estratégica imprescindible que le permite la construcción de la ilusoria realidad paralela.

O para lelos, si se prefiere.

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