En 365 días, la Argentina no cambió en demasía. La tensa calma social y mediática no presagia nada. Solo indica que la Argentina es el reino del revés. No hablamos de hechos, sino de sensaciones. No hablamos de proyectos sino de ambiciones personales. No hablamos del futuro sino del pasado. Mientras que el escándalo de la Fundación Madres de Plaza de Mayo quedó relegado a un segundo plano ante la pasividad judicial que se redujo a un pedido de indagatoria a 64 personas imposible de prosperar, miles de trabajadores despedidos aún se preguntan qué pasó. He aquí la historia de un reclamo que agitó el avispero seis meses atrás y podría resurgir en las próximas horas.
14 de julio de 2011. La Plaza está fría pero cuatro hombres calientan el clima rápidamente. Hace dos días, un corte en la Avenida General Paz, altura Castañares, durante más de ocho horas, provocó un caos de tránsito y mostró la cara de los que no tienen voz, aquellos que no les importa si su dinero se lo estafó Sergio Schoklender, su hermano, la hija de Hebe, la Madre, Mauricio Macri o algún siniestro y oscuro ministerio. Solo quieren lo que les corresponde.
-¿Quién los mandó?, preguntó la Madre, de forma inquisidora en “su” Plaza.
-El hambre, señora.
-Vayan a pedirle la guita a Schoklender, él los estafó.
-Acá dice Fundación Madres de Plaza de Mayo, dijo amenazante Luis Aranda a la Madre ante la mirada desencajada de su jefe de prensa, Gonzalo Seoane, quien trataba de calmar a los muchachos.
Los únicos cuatro hombres que marcaron un antes y un después en la historia de las tradicionales marchas de las Madres de Plaza de Mayo presididas por Hebe de Bonafini, fueron Mariano Gómez, Carlos Fernández, Gastón Salvatierra y el citado Luis Aranda.
Soportaron amenazas, un barrio —la villa 15— que les dio la espalda pues, les decían, si iban a la mismísima Plaza, iban a sufrir las consecuencias. Aguantaron los aprietes de los punteros locales que fueron freezados luego de que cuatro de sus subordinados se revelaran de esa manera ante las cámaras de los canales locales reproduciendo imágenes que recorrieron el mundo. Pero los días pasaron y el objetivo que fueron a buscar a esa bendita Plaza no lo encontraron: cobrar sueldos adeudados, liquidaciones mal hechas y los aportes jubilatorios que nunca se realizaron.
Los quisieron arreglar con unos pocos pesos, insistieron, a pesar de sus familias que les pedían que bajaran un cambio. Hace quince días presentaron el reclamo judicial correspondiente contra la Fundación Madres de Plaza de Mayo por daños y perjuicios, retención de haberes luego de dos conciliaciones que no prosperaron.
El jueves 29 de diciembre, los cuatro estafados ex trabajadores, deseaban ir a la Plaza nuevamente pero, ante los hechos de público conocimiento, sobre la salud de la Presidenta, prefirieron esperar que pase año nuevo. Los teléfonos celulares, que a mitad de julio cuando se presentaron en la Plaza, estaban calientes, hoy no suenan. El periodismo, excepto honradas excepciones como Tribuna, apagó su interés y se centró en los dichos del ex apoderado por su nuevo rol de denunciador crónico.
Lo cierto es que esa Fundación que supo albergar más de 5700 trabajadores, hoy está vacía y vaciada. Su planilla de empleados no alcanza los 400, las obras paradas y el chorro de fondos públicos se ha cortado dejando a miles de inocentes familias que fueron usadas y estafadas, a la deriva.
La noticia puede ahogarse ante la marea de información sobre la salud de la Presidenta, pero es saludable no olvidar estos hechos pues Tribuna de Periodistas anticipó la presentación de la quiebra de la Fundación, el proyecto del fideicomiso supuestamente salvador del intendente de Quilmes, los dichos de Abel Fatala sobre la vuelta al mundo de la construcción de las Madres, el anticipo del libro de Sergio Schoklender en entrevistas exclusivas y los vínculos de parte del sistema político con la construcción de viviendas en provincias del norte argentino.
Como diría el director de Tribuna, “no es poco”.
Luis Gasulla
Twitter: @luisgasulla