Crisis energética, escasez de agua y alimentos, hambre y climas extremos. Son sólamente algunas de las tremendas vicisitudes que afrontan los habitantes del nuevo milenio. Los científicos buscan incansablemente soluciones para mejorar la calidad de vida. ¿Sus logros siempre llegan al conocimiento de la población?

En la Argentina, la quita de subsidios en los servicios públicos preocupa a los distintos sectores de la sociedad y el aumento del gas, agua y electricidad impacta duramente así como también la suba en el transporte. Esa es la novedad más cercana. Sin embargo, es una pequeña dimensión de problemas relacionados con recursos de energía y abastecimiento, su temática cada tanto deambula en los medios de comunicación. Entre otros datos, más de 3 millones de personas no cuentan con agua potable en la provincia de Buenos Aires, también carecen de cloacas.

Jorge Lapeña, el ex secretario de Energía del gobierno de Raúl Alfonsín, señaló en Junio de 2011 que el problema de la escasez de combustibles se debe a que hay una menor oferta y una alta demanda. Y que cada vez se produce menos petróleo y gas. La privatización y/o estatización de los servicios básicos así como también el control y el funcionamiento de los recursos estratégicos y naturales de la Nación —el petróleo entre otros— fue motivo de un fuerte debate que sucedió en diferentes gobiernos y momentos históricos. ¿Hay alguna manera de minimizar costos y reducirlos de tal modo que muchos servicios lleguen casi gratis a la población y sin agotar los recursos exageradamente ni contaminar el medio ambiente?. Tal vez sí, pero para el mundo ultra capitalista la respuesta sería —y es— negativa. Lo que sigue es sorprendente. La historia de grandes científicos enterrados debajo de la ciencia ´ oficial ´ por atentar contra intereses militares, políticos o económicos contrasta increíblemente en un planeta desesperado —al menos en el discurso político— por los daños de la contaminación de residuos industriales, el deterioro de los suelos con el uso de agroquímicos o la destrucción indiscriminada de bosques con fines comerciales. Inventos, de estos anónimos hombres de ciencia, que podrían haber mejorado —y cambiado— el bienestar de la humanidad fueron silenciados y despreciados. ¿Es eso posible? En algunos casos, los testimonios y hechos pueden confirmarlo.

El escritor, periodista e inventor Alberto Vázquez Figueroa es reconocido en España por sus trabajos científicos y literarios. Cuenta como anécdota que ofreció una charla en el Ministerio de Industrias a centenares de mentes brillantes de España, ávidas de cambiarlo todo. En esa ocasión señaló: “Cuando ustedes inventen algo, nunca se pregunten a quién beneficia, sino a quién perjudica. Porque del poder de aquél al que perjudica dependerá que el invento triunfe o fracase”.

Eso resume perfectamente su propia experiencia. Figueroa patentó una desaladora, un sistema revolucionario para la obtención de agua a bajo costo. El modelo novedoso de obtención de agua por presión natural consiste, según sus propias palabras, en "llevar agua de mar hasta una montaña de unos 500 o 600 metros, para lo cual utilizamos energía eléctrica, pero residual, y la depositamos en una balsa". “a las pocas horas, cuando la red necesita otra vez mucha energía, dejamos caer esa misma agua por una tubería de la misma altitud que la montaña, lo que equivale a 5 o 6 atmósferas de presión. Esta presión hace que, de forma natural, el 45% del agua se convierta en agua dulce…”.

Una empresa francesa que tiene la gestión del agua en España se ofreció para comprarle la patente pero el mismo director de la compañía le aseguró que jamás le permitirían implementar ese tipo de desaladora.

El motivo era que resultaba demasiado bajo el costo para sacar el agua con ese método, con lo cual la venta del agua tendría que bajar abruptamente los precios establecidos. Si se pudiera conocer perfectamente lo barato del proceso, entonces sería escandaloso vender el agua tan cara. Habría que bajar ese precio final. Eso significaría como consecuencia reducir ganancias para la empresa. Alberto Figueroa cedió gratis su patente a los países del Tercer Mundo para paliar el problema de la falta de este bien elemental para el ser humano. Su gran método, por ejemplo, podría contribuir a un principio de solución a la falta de agua potable en regiones de pobreza y emergencia como Somalia. Pero a nadie le interesó realizar el sistema. Cabe mencionar que en manos de empresarios – franceses – con estos pensamientos está un gran porcentaje del mercado mundial de la gestión privada del agua. ¿Las grandes corporaciones compran patentes que podrían afectar sus intereses para simplemente archivarlas en el más absoluto secreto? ¿Cuánto casos más existen? Nadie lo sabe.

Siempre se dice que el petróleo mueve la economía global, aunque según los especialistas está en la fase de agotamiento. De todos modos, las megacorporaciones petroleras siguen siendo muy poderosas. ¿Qué pasaría si un avance tecnológico podría afectar sus millonarias ganancias? Arturo Estévez Varela fue un inventor español que en los ´70 creó lo que para muchos sigue siendo un sueño imposible o sólo un fraude: el motor de agua. Un generador que sólo necesitaba agua para poner en funcionamiento un vehículo. Probó su proyecto en diversas demostraciones públicas en España, recorriendo las calles en moto y usando agua como combustible. Y sin contaminar, lo que salía del tubo de escape era vapor. Para el establishment científico eso era falso y fue negado rotundamente. Pero tuvieron que admitir que con agua y agregando algún producto —nunca revelado— sería posible producir un combustible con la fuerza necesaria para poner en movimiento un automóvil. ¿Cuál era ese elemento enigmático? Se dice que el Franquismo le bajo el pulgar a esta inventor y el lobby del petróleo sepultó sus aspiraciones. Murió en el olvido y su hijo actualmente sostiene que no interesaba su trabajo porque afectaba a poderes enormes. Años posteriores, Stanley Meyers fue otro estudioso del tema. Registró patentes y también se dedicó a la implementación de un motor de agua. Trabajó para la NASA. Murió a los 57 años en 1998 después de comer en un restaurant, a causa supuestamente de una aneurisma cerebral. Había declarado varias veces ser amenazado por las corporaciones que lo obligaban a vender su patente. ¿Conspiración de la mafia del petróleo? No se pudo determinar. ¿Cuál era la clave realmente para comprender esto?

Acaso transformar el agua salada en hidrógeno para generar energía. La clave se remonta a la Segunda Guerra Mundial, en dónde uno de los avances impulsados por los Nazis fue sacar hidrógeno directamente del agua de mar utilizando un extraño componente: el paladio (un metal blando). Había un obstáculo para continuar con esto después de la guerra, el 70 % del paladio del mundo estaba en URSS y el restante 30 % en África. Iba a ser imposible trabajar conjuntamente con los rusos en el escenario postguerra. Actualmente algunos investigadores retomaron estos conocimientos pero los antecedentes parecen indicar que ciertos intereses impiden su desarrollo.Finalmente, otro hecho que demuestra la cantidad de científicos que pudieron haber quedado en una suerte de “lista negra”. Nikola Tesla fue un ingeniero mecánico y eléctrico que nació en el Imperio Austrohúngaro (actual territorio de Croacia) y murió en EEUU en 1943. Una mente excepcional que diseñó redes de transmisión inalámbrica de energía eléctrica. Es decir, transmisión de energía sin un soporte material (cables), libre y gratuita. Vanguardia absoluta, una especie de WiFi de hace 100 años. Pero no contó con apoyo económico. ¿Cómo sería para Edesur competir con estas redes?

Hombres que desafiaron límites, rompieron estructuras y enfrentaron múltiples enemigos, pero, principalmente, buscaron una salida colectiva, una respuesta que beneficie a la mayoría de la gente y no a unos pocos. Esos que mantienen el poder a cualquier costo borrando los inventos que podrían cambiar radicalmente el curso de la historia.

Sebastián Turtora