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De pactos y suicidas

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GALEANO Y SUS MANOTAZOS DE AHOGADO
GALEANO Y SUS MANOTAZOS DE AHOGADO

Contra las cuerdas, el juez federal Juan José Galeano le pidió al tribunal que su descargo ante la Comisión de Acusación del Consejo de la Magistratura –que analiza someterlo a juicio político-, durante la mañana del viernes 5 de noviembre, sea por escrito y a puertas cerradas. Pero luego, sorpresivamente cambió de parecer y dio la cara. Su pretensión tenía un común denominador, dado que alegó que iba a revelar aspectos secretos del atentado de Pasteur 633. Además, lanzó sobre el tapete un par de cuestiones bastante extrañas y dignas de considerar.

 

Por un lado, deslizó que la voladura del edificio de la mutual hebrea fue “un acto de guerra”, y “reveló que como consecuencia del fallo del TOF3, Interpol bajó el estándar de la Argentina. Una de las graves omisiones del Tribunal fue que ignoró que existía un convenio de Cooperación antiterrorista con el Estado de Israel del 27 de marzo de 1996, y al marco de ese convenio a pedido de Isaac Rabin, él permitió que un fiscal israelí interrogara a Telleldín, lo que fue objetado en su fallo por el TOF3 afirmando que no había acuerdo con Israel. Cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas había pedido a todos los países miembros cooperar, Argentina no lo hizo. El TOF3 ignoró la ley 25.597 que le dio el marco a los acuerdos con Israel Explicó, más adelante, las tratativas diplomáticas que se llevaron a cabo para que colaborase al inicio de la investigación una brigada de elite del gobierno de Israel.

El general israelí que encabezó esa misión oficial fue el que determinó que la voladura se produjo con un coche bomba y apuntó in situ dónde podría encontrarse el block del motor de la Trafic, lo que finalmente ocurrió.”, según una información difundida por Urgente 24. ¿Cómo “un acto de guerra”? ¿Acaso Argentina estaba inmersa en un conflicto armado, y nadie se enteró? En ese caso, ¿contra quién? Si el espurio juez del sandwichito, está sufriendo un síndrome de cruzada símil Primate Bush, vaya y pase, pero parece que la cuestión de marras obedece a algo más heavy.

Carlos Saúl Menehem, de padres sirios oriundos de Yabrud, la patria chica de los Yabrán y Al Kassar, se puso la kipá, inclinó su cerviz ante las barras y las estrellas, y no vaciló en abjurar de la fe musulmana de sus mayores. Y luego, pretendió que la traición a su par sirio Al Assad pasara desapercibida. Según lo revelado en estas páginas, no fue así pero el cuento persa montado no hubiera sobrevivido sin la inapreciable mano del gendarme del Medio Oriente: Israel. “Fue el ministro de Defensa israelí (Moshe Arens) quien aseguró a varias agencias informativas internacionales que “el atentado (contra la embajada israelí) habría sido realizado, según nuestro servicio secreto, por grupos fundamentalistas musulmanes o palestinos”, según se desprende de la edición especial de Noticias del 19 de marzo de 1992. Por lo que se ve, siempre va delante el número puesto cabeza de toalla, y ninguna mención a la responsabilidad de los sirios patrocinada por Al Kassar. Claro, pues este es para el MOSSAD y la CIA propia tropa y por eso no se lo menciona.

Cuando voló la AMIA dos años después, la corporación mediática nacional se alzó para nuevamente acusar al número puesto mencionado arriba. Pero hubo voces discordantes ante el coro insensato, como la de James Neilson:“Pues bien: si los autores del atentado contra la AMIA –o contra la embajada de Israel- respondían a las órdenes de un gobierno extranjero, al país no le quedaría otra alternativa que romper las relaciones diplomáticas y prepararse para tomar las represalias indicadas. Sin embargo, aunque hay evidencias de que Hezbollah y otros grupos parecidos sí disfrutan del apoyo del régimen iraní y que bien pueden recibir instrucciones de Teherán, no es posible afirmar con seguridad absoluta que operativos como los concretados en Buenos Aires sean responsabilidad de los ayatollahs”, según se desprende de la edición especial de Noticias del 19 de julio de 1994.

Pero tanto para Washington y Tel Aviv, sí existía evidencia plena que ambos ataque tenían al régimen teocrático iraní como denominador común. William Bill Clinton y el primer ministro Yitzhak Rabin, dedicaron ingentes recursos para que sus respectivas usinas de inteligencia inventaran evidencias que zanjaran la necesaria culpabilidad iraní, y liquidaran de un plumazo todo signo que implicara a Damasco. Así, tanto Assad como Al Kassar pudieron respirar tranquilos, ya que gracias a los buenos oficios de sus aliados no fueron víctimas de ningún ataque preventivo.

“El salvajismo criminal del atentado (contra la embajada israelí) implicó un duro ajuste de cuentas con la realidad para el gobierno argentino, cuyas posiciones de mediano y alto perfil adquirieron, por su propia dinámica y a pesar incluso de la liviandad y frivolidad con que pudieron haber sido formuladas, una importancia que el atentado de la calle Arroyo vino a iluminar de manera brutal. Estos son algunos rasgos de la situación que se configuraba horas después del atentado. Israel ha sostenido, desde siempre, que la amenaza terrorista del fundamentalismo islámico árabe es sólida, compacta, ominosa. Toda la trayectoria del posicionamiento israelí en el mundo está marcada por este severo diagnóstico de inapelable realismo. Los graves traspiés que Israel sufrió luego de su victoria militar de 1967, con atentados palestinos en diversos puntos del mundo, generaron una conciencia de la rígida protección que no se ha alterado. La supuración de un brote de violencia árabe demencial en la remota Buenos Aires lo único que no provoca es sorpresa”, reflexionaba el actual bastonero K Pepe Eliaschev en la citada revista de marzo de 1992. La explosión en Recoleta sólo era, para el escriba de marras, un coletazo del sempiterno conflicto árabe-israelí y no otra cuestión más tangible y no menos terrible. Pero este análisis interesado, repetido hasta el cansancio luego del ataque contra la sede de la AMIA, deja de lado una cuestión fundamental. Israel persiguió y eliminó uno a uno, a los responsables de la masacre de las olimpíadas de Munich en 1972. Pero no movió ni un dedo para dar con los supuestos culpables de los atentados arriba mencionados, cuestión extraña de por sí, a la luz de lo ocurrido con sus atletas en los juegos citados. Por esto, no es ilógico inferir que tanto EEUU e Israel, como estaban al tanto de la pata siria en ambas voladuras, prefirieron hacerse los sotas y apuntar sus dardos al país de los ayatollahs.

El Departamento de Estado estadounidense sigue estando sumamente interesado en mantener la fábula lamentable del traslado del conflicto del Oriente Medio a América del Sur, pues mira con fruición la enorme reserva de agua enclavada precisamente en la Triple Frontera. Por eso, ha pontificado acerca del seguro establecimiento de células fundamentalistas árabes allí, aventurando acerca de la visita antes del 11-S del mismo Bin Laden en carne y hueso.


Guerra entre la cruz, la estrella de David y la media luna

Mientras se escriben estas líneas, aún no se ha disipado la humareda levantada luego de la reelección de George Walker Bush. Amigo dilecto del premier israelí Ariel Sharon, y socio de aventuras aborrecibles, ha subido por segunda vez al trono gracias al apoyo del fundamentalismo cristiano que le ha declarado la guerra santa al Islam pagano.

Como para estos delirantes esta contienda, de ribetes apocalípticos según sus afiebradas mentes, se libra en todo el ancho mundo sin distinción de fronteras, los atentados en Buenos Aires son y serán circunstancias colaterales de dicho santo enfrentamiento.

El cuento persa del fundamentalista volando en pedazos a bordo de una Pick Up en la calle Arroyo, como arriba de la Traffic bicolor en la calle Pasteur, es el recurso necesario para travestir un ajuste de cuentas mafioso como una secuela de esta guerra entre fantasmas míticos. El propio Tribunal Oral Federal N° 3 adhiere plenamente a esta tendencia, dejando de lado cualquier alusión que implicara una responsabilidad de su aliado damasquino.

Hasta la primera dama Cristina K pasó a militar con celo en esta causa, tirando al cesto su pasado apoyo a la implicación siria en la masacre de la mutual judía. No sería demencial inferir que, en un futuro cercano, EEUU acuse directamente a Teherán de este atentado, e invite a la Argentina en su cruzada contra los ayatollahs. Y no sólo en la invasión de ese país islámico, sino también mucho más cerca; en la Triple Frontera.

 

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