A cinco días de la mayor tragedia de los últimos tiempos, uno de los diarios símbolos del oficialismo, coloca en su portada del feriado lunes a un Juan Román Riquelme que le agradece a Dios su gol que selló la victoria frente a los rosarinos de Newell´s Old Boys. Tan similar al Clarín de la dictadura que prefería hablar de deportes y de espectáculos para colocar las noticias políticas en sitios menos destacados, el matutino del todopoderoso Sergio Spolszky apenas menciona que el gremio ferroviario respaldó al maquinista a quien, parte del sistema oficial, quiso transformar en victimario.
Las comparaciones son odiosas. La tragedia del pasado miércoles no es igual a Cromagnón aunque haya ocurrido a escasas cuadras de distancia, en el mismo barrio, con el paraguas protector de la falta de controles para que empresarios inescrupulosos operen con total impunidad.
Es aún más grave como señala en la columna del día domingo, en el diario La Nación, Joaquín Morales Solá. A los trenes los subsidiamos todos los argentinos y la responsabilidad no es únicamente de los hermanos Cirigliano sino de sus socios. El fin de semana, en ese mismo matutino en el que cuando se comenzó a investigar el escándalo de Sergio Schoklender, su dueño calificó como “parricidas mediáticos” a los periodistas que seguían el tema, Hernán Brienza —otro periodista e historiador símbolo de estos tiempos— se animó a mencionar en su columna la palabra “retornos” y “corrupción”.
Textualmente escribió que “sobre la política de subsidios hubo desde hace muchos años una sospecha permanente de retornos cruzados desde antes de la gestión de Ricardo Jaime. Mal servicio, corrupción, irresponsabilidad empresaria y muertes son un combo que obligan a repensar toda la política pública y a realizar una sintonía gruesa, al menos en materia de transporte.
Me consta personalmente que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner considera que “las cajas” son formas depravadas de hacer política. Por eso creo que, como anunció a sus colaboradores esta semana, será implacable con los responsables y tomará las decisiones más duras que haya que tomar”.
Vestido de Lilita Carrió, Brienza basa su informe en una sensación, en un conocimiento que “le consta” de que la Presidenta cree que “las cajas” son algo que destruye a la política. Tuvieron que morir 51 personas para que un periodista de Tiempo Argentino hablara de “sospecha de retornos”.
Ni se les ocurrió pensarlo en el caso Sergio Schoklender, en los supuestos testaferros de Amado Boudou ni que hablar de Ricardo Jaime o las valijas de Claudio Uberti, por solo citar algunos casos. ¿La Cristina Fernández que conoce Brienza será la misma que le confesó a su ex amigo y compañero, Rafael Flores, en la provincia de Santa Cruz, que para había que juntar platita para hacer política? Ese Brienza que habla de corrupción será el mismo que invitamos a nuestro programa de radio, Ahora es Nuestra la Ciudad, el pasado viernes 17 de febrero del 2012, 5 días antes de la tragedia, 8 días después de su nota en Tiempo, y que dijo textualmente: “¿Quieren que les diga algo? ¿Les digo la verdad? La verdad es que el tema de la corrupción es un tema menor dentro de la política (…) Es inherente a todo estado y a todo gobierno. No conozco un gobierno en el mundo y en la historia que no haya tenido casos de corrupción”. (Escuchá el audio a continuación)
Un año atrás, Alejandro Horowictz me dijo algo similar pues no le interesaba el tema pues “existe desde hace 200 años”, en medio de un debate con Luz Laici (Revista 23) Ceferino Reato (Revista Fortuna y autor de varios libros sobre los setenta) y Adriana Amado Suarez (académica y Revista Noticias). Ese debate, fue una semana antes a nuestra censura de Radio Cooperativa y los periodistas oficialistas invitados aseguraron que publicarían en sus medios si algo sucedía con un programa que recibía amenazas continuas. “Lo siento mucho pero no es política del medio hablar de un medio cercano al gobierno” respondió uno de esos periodistas cuando los hechos estaban consumados. “Después del 2015, si no gana Cristina, me voy a quedar sin trabajo” aseguró Brienza a pocas horas de la tragedia de Once y en medio de un debate que se negó a dar con Gabriel Levinas.
“Te voy a correr por derecha” dijo Brienza el 17 de febrero, “¿qué preferís un monopolio o un oligopolio?” preguntó sobre la existencia de Clarín y el monopolio oficialista para contrarrestar la supuesta falta de libertad de expresión que impondría el primero de ellos. “No me vengan a hablar del periodismo independiente, puro, sano y valiente porque eso no existe, no me jodan” continuó Brienza. Lo que ocurriría cinco días después parecía demostrar que la postura del periodista del Tiempo Argentino, al menos, estaba equivocada. Sin embargo, la clase media pseudo progresista, que se representan con Página 12, Brienza, Felipe Pigna, Horacio González y en La Cámpora —si alguno de sus integrantes se dignase a escribir algo en sus vidas— creen que el gobierno es lo que no es. Confunden relato con realidad y memorizan al primero como los devotos creyentes hacen con las lecturas del Nuevo Testamento. Así se tragan varios sapos. ¿Tuvieron que morirse 51 personas y ocurrir unos cuantos accidentes en los trenes argentinos para darse cuenta que el sistema colapsó? ¿Tuvieron que fallecer 51 personas para darse cuenta que algo falla con los contratistas del Estado como Cirigliano? “Estoy triste por Cristina, ahora el monopolio le va a echar la culpa de todo”, decía un inoperante chofer de una línea de colectivos de una línea perteneciente al Grupo Plaza cuyo dueño, oh casualidad, es el propio Cirigliano.
El hombre, falta al trabajo, para ir a la tribuna de 678, programa en que el jefe de gabinete de ministros, decidió romper el silencio para… echarle la culpa a Clarín y el periodismo sensacionalista. ¿En qué país del mundo una tragedia de esta envergadura no es tratada de esta forma por los medios? No existe. Sensacionalista o no, informó. Los otros medios, los supuestamente de todos, continuaron con el show de un partido de fútbol que medía menos de 2 puntos de rating y, ante el malestar de un trabajador que resultó ser el padre de la víctima 51, decidió homenajearlo emitiendo un video musical del joven que habían encontrado más de 50 horas después del accidente entre la formación tres y cuatro del ferrocarril.
Memorizan el relato. En el mismo matutino en el que Brienza mencionó la palabra “retornos”, Luis D´Elia —alguien que descubrió que Jaime es corrupto hace 120 segundos— pedía instalar el debate de la reforma constitucional porque hace falta discutir un cambio en la política de transporte y minera, en serio. Luego de nueve años, algo debe andar mal para que los problemas sigan existiendo. Son parte del problema pero se presentan, una vez más, como la única solución ante la crisis. El caos o yo. Su co-equiper radial, Leonardo Cofré, discutía estos temas conmigo por twitter. “Si me preguntas, la reforma también debería incluir la posibilidad de la re-re”. Nadie preguntó. Agradezco la sinceridad. “Hablan de pluralismo y democracia pero no hay recambio, ¿cuántos mandatos necesita Cristina para cambiar el país?” le pregunté a Brienza. “Con sinceridad, muchachos, ¿qué gobierno ha sido mejor que este en los 200 años de democracia”, respondió el autor de “El Loco Dorrego”.
Si el culpable de la minería a cielo abierto es el progreso y de la represión en las protestas de sus críticos, sus gobernantes –¡no vaya a ser cosa que nos acusen de ser unitarios!-; del colapso de los ferrocarriles, hay que apuntar a Carlos Menem, a Cirigliano, a los maquinistas y a los malditos troskos que viven avizorando tragedias; también la gente no está feliz ni contenta por culpa del periodismo que señala lo que está mal –cuando tantas cosas se han hecho bien-. Así funciona el relato. Así pone quinta a fondo, acelera y va por más. Siempre más. Nunca menos.
Luis Gasulla
Twitter: @luisgasulla